Capítulo 8.

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Desperté sintiéndome completamente sofocado por un calor intenso, sabía bien que era lo que me pasaba, también sabía que era lo que me provocaba aquellas sensaciones.

Durante la noche, como si de un hechizo se tratara, los labios de June estuvieron presentes en los sueños más eróticos que jamás presencié. Aquella afirmación de mi profesor, en definitiva no servía conmigo, pues al obtener un poco de él, el deseo se había intensificado de una forma descomunal.

Trataba de calmar mi ímpetu de toda la vergüenza que me ruborizaba, de relajar mis músculos bajos y de que ese calor sofocante me abandonara, pero estaba completamente sumergido en todas esas intensas sensaciones.

Antes de irme a trabajar, durante la ducha no pude evitar recordar aquel fugaz momento, saboreaba melancólicamente el rastro que aún quedaba en mis labios, el agua caliente que resbalaba por mi cuerpo apenas se igualaba con el calor de mi alma.

Mientras trabajaba, me mantuve esperando un castigo, aquel que indicara la rabia que June.

Sabía bien que no obtendría un perdón, que no iba por ningún motivo a ser generoso con su reprimenda, me dolía pensar lo mucho que seguramente me odiaba, y al mismo tiempo, mi sangre hervía ante el éxtasis de imaginarme algo más que aquel casto beso.

Con aquella visión maravillosa, me mantuve expectante, esperando la crueldad con la que June pudiera arremeter contra mí.

Extrañamente nada pasó como yo hubiera esperado, apenas unas cuantas horas después de comenzar a trabajar en el huerto me indicaron que mi jornada había terminado. Pronto estuve descansando en mí habitación, sumamente confundido y agitado.

Los siguientes días continuaron de la misma manera, la angustia por no tener ninguna respuesta por parte de June me tenían totalmente preocupado, quizás estaba planeando despedirnos a mí madre y a mí, o tal vez estaba tan furioso que había querido tranquilizar su enojo antes de darme algún castigo.

Por suerte tampoco lo había visto en la mansión, el caso del anciano lo tenía realmente ocupado, las sirvientas no paraban de murmurar todas sus teorías acerca del caso, yo realmente me la pasaba muy aburrido, había acabado de leer un par de libros en aquellos días.

Me encontraba recostado sobre mi cama, rememorando cada uno de los recuerdos que guardaba en mi alma sobre aquel beso, mis labios vibraban y mi cuerpo parecía responder a esas sensaciones.

Cuando estuve consciente de que mi madre dormía profundamente, salí de prisa hacia al jardín; embriagado por la adrenalina, corrí por los pasillos de la mansión hasta llegar a los rosales, saqué el diario de mi escondite para regresar a la habitación, agradeciendo a todas las divinidades no encontrarme con June otra vez.

Me encontraba contra la espada y la pared, pues realmente no estaba seguro de lo que debía hacer, el miedo era verdadero, me encontraba angustiado pues mis esperanzas se esfumaban al dejar de creer en un June perfecto, quería pensar que la oscuridad en él no lo opacaba completamente.

El diario se encontraba entre mis manos, las cuales temblaban erráticamente, mi inseguridad se acrecentaba y realmente no sabía sí debía seguir leyendo, me armé de valor convenciéndome a mí mismo de que si descubría algo espantoso dejaría de leer.

Después de la última vez en la que escribió, una serie de dibujos y poemas llenaban las siguientes páginas del diario, las fechas aparecían con lapsos muy grandes de diferencia, llegando así hasta el año en el que yo ya había abandonado la mansión.

10 de Noviembre de 1968.– Mi madrastra a estado bastante insistente los últimos meses con un tema que me tenía sin cuidado.

Sin embargo, la noticia que me dieron acerca de encontrarme con una joven que parece ser un buen partido me desconcertó de sobre manera, todo aquello me resultó tan primitivo y de mal gusto, que decidí sería bueno huir junto a Hanbin a la ciudad.

El Diario. JunHwan- iKON Donde viven las historias. Descúbrelo ahora