Me encontraba recostado sobre la caoba oscura del escritorio, rayando sobre el papel algunas palabras sin sentido, probando mi caligrafía. No estaba aburrido, pero mi mente se había empeñado en revivir el pasado, caminando sobre los oscuros secretos que ahora acompañaban mi vida.
El ensordecedor silencio estaba haciendo mellas en mi humor, las paredes de la casa atrapaban dentro de ellas mi habitual soledad, provocando que en algunas ocasiones me hundiera en mi propia oscuridad, reprochándome algunos pecados, cosas que habían quedado enterradas muchos años atrás, pero que a veces regresaban a mí con cada exhalación.
Respiré profundamente mientras evocaba cada recuerdo, los últimos quince años habían sido una locura, la huida la única fiel verdad, siempre con la adrenalina y la euforia, como un hombre que escapa de las garras de la muerte.
Y aunque muchas veces estuve harto y otras veces creí que podía morir de tristeza, había logrado superar esos pesares. Sin dar reparo a la consciencia o la razón, me entregué completamente a las demandas de mi alma, entregándole mi todo aquella persona que siempre supo ser luz para mí.
Quizás se trataba del clima en Escocia, el invierno había llegado más frío que otros años, los suelos blancos omnipotentes no le daban tregua a nadie. La melancolía reinaba en lo nublado del cielo, en los seres que se resguardaban en sus hogares buscando calidez, justo lo que mi corazón rogaba tener en esos momentos.
Los golpes en la puerta de la habitación donde me encontraba llamaron mi atención, despertando con emoción cada rincón en mi piel, la añoranza sensual que se resguarda a la espera del calor.
Giré mi rostro hacia la puerta, un hombre espectacularmente elegante se encontraba recargado en el marco, sus brazos cruzados sobre su pecho, una media sonrisa masculina que acompañaba una mirada intensa y seductora.
El efecto del hechizo seguía siendo el mismo, a pesar de los años, a pesar de los miedos y de los secretos descubiertos. Mi cuerpo siempre había reaccionado a él de la misma forma, tan salvaje como el fuego que destruye, tan efectivo como el placer en el cuerpo.
Devotamente había esperado por nuestro reencuentro durante diez años. En la oscuridad, en la humedad, en la bestialidad del encierro, algo que según el mundo merecía. Había logrado sobrevivir gracias a la esperanza de verlo algún día, de volver a tocarlo, de poder besar su piel.
Alimenté mi alma de fe, mi cuerpo cautivo, mi mente libre, imaginativa, creadora de realidades que me inyectaban vida, esperanza.
Ambos habíamos sido castigados por la ley del hombre, una que pocas veces comprende, vive la maldad pero no la entiende como algo que es parte de su naturaleza.
Después de la década más oscura y más horrorosa de mi vida, logré verlo otra vez y entonces, por fin pudimos huir, para siempre, por el resto de nuestras vidas, juntos.
—¿En qué piensas?– La voz masculina y más ronca a causa de la edad, resonó por la habitación, despertándome de la ensoñación en la que me encontraba sumergido.
Aquel hombre maduro caminó hasta a mí con lentitud sensual, elegantemente ataviado por los años, las canas plateadas destellaban en la abundante cabellera oscura, las finas arrugas enmarcaban cada gesto, volviéndolo más profundo, más perfecto.
La belleza que de joven siempre cautivó, había madurado deliciosamente, aquellos ojos oscuros y profundos ahora contaban con el brillo resplandeciente de la experiencia.
—Pensaba en ti.– Contesté embelesado por el encanto que emanaba de sus ojos.
—Yo siempre pienso en ti, ahora que estamos juntos no debemos separarnos ni con el pensamiento.– Llevó una mano a mi cabello, peinando delicadamente los mechones castaños.
—Siempre has habitado cada parte de mí... siempre.– Afirmé seguro.
Sus ojos se encendieron de pronto, derritiendo cada parte que tocaba con su mirada.
—Te pertenezco, mi niño...
—Hace mucho dejé claro que no quería ser llamado niño.– Repliqué mientras me ponía de pie, para quedar frente a él. —Soy un hombre ahora, June.
—Y yo soy un viejo.– Su seductora risa llenó la habitación.
No pude evitar sonreír con él, estaba tan feliz de tenerlo a mí lado que volví a contagiarme de miles de anhelos.
—Un hombre maduro, tan delicioso como el más costoso vino.– Le corregí coqueto.
—¿Has probado lo suficiente, cómo para saber si soy delicioso?– Una vez más esa mirada intensa y esa sonrisa seductora aniquilaron todas mis defensas.
El juego de seducción había comenzado, después de tantos años, de tanto pesar, entendí que la vida está hecha para perder el control, dejarse llevar.
—Ciertamente no, ¿me dejarías probar, señor Koo?
De un momento a otro, June me había alzado del suelo, abrazándome con fuerza por la cintura, enrollé mis piernas alrededor de sus caderas, junté nuestros labios en un beso necesitado, profundo, hasta quedar sin aliento.
Pronto llegamos a nuestra alcoba, sin perder la unión de nuestros labios, degustando en cada encuentro de nuestras lenguas el sabor del otro. Me recostó sobre la cama, su cuerpo pesado y cálido encima del mío, llenándome de su aroma, de su absorbente y oscura existencia.
—¿A dónde fuiste?– Pregunté entre jadeos, mientras me encargaba de desabrochar su camisa.
—Al banco...– Dijo en un suspiro, antes de atacar violentamente mi cuello.
—Dios, June...– Ahogué un gemido en mi garganta al sentir sus dientes clavarse en mi piel. —No necesitamos dinero.
—Quiero que vayamos a la playa esta Navidad.– Llevó sus manos a la bragueta de sus pantalones para comenzar a desvestirse el mismo.
Impaciente, imité sus acciones, quería estar lo más pronto posible cubierto con su piel desnuda, llenarme de su tacto, tocarlo y besarlo hasta quedar agotado.
—¿A la playa?– Incorporé mi cuerpo hasta quedar sentado, con June todavía sobre mí.
Conduje mis labios hasta los músculos de su pecho, embriagándome del sabor y la textura de su piel.
—Siempre quise ir a la playa contigo, hemos estado escondidos mucho tiempo.
Con la fuerza de la necesidad, empujó mi cuerpo hasta que estuve acostado otra vez, para acariciar con sus labios mi pecho, cincelando con el calor húmedo de su lengua mi piel, que imploraba por más contacto.
—Quiero ir a Ibiza.– Exigí, abrumado por toda la excitación que me causaban los besos expertos de June.
—Iremos a donde quieras. Ahora si me lo permites, quiero llevarte a la gloria, ir contigo.– Musitó con la boca sobre la piel sensible de mis pezones.
—A la gloria, al infierno, hasta el fin de mundo. Iré contigo a donde sea.
Con la violencia de un beso, pactamos el juramento de estar siempre juntos. Hundirnos en la oscuridad y ascender a la luz en compañía del otro, hasta el último aliento, hasta que la muerte llegara por nosotros.
La amargura dolorosa de la espera había valido la pena.
Ya nada lo arrebataría de mi lado, reclamaría su cuerpo y su alma siempre que quisiera, derramaría sobre él toda mi pasión, ahogándolo de mí. Mientras yo esperaría por su cuerpo, por sentirlo en mis adentros llenándome por completo, hasta convertirnos en un sólo ser.
Gracias :3
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El Diario. JunHwan- iKON
FanfictionJunHwan (JunhoeXJinhwan) iKON "Los seres humanos se protegen con mascaras, cubren sus secretos con realidades intencionalmente creadas. Enjaulan al monstruo y viven vidas ordinarias. ¿A quién le mostrarías tu verdadero rostro? ¿A quién le pertenece...