Corazón dormido

Capítulo 11

Arnold se quedó en la cocina todavía pensando en como podían cambiar tantas cosas en unas horas. La chica ingenua y feliz que siempre había visto en Miranda había dado paso a una mujer fuerte y decidida pero su mirada era tan triste. No le parecía justo que su hijo fuese a irse de rositas después de todo este asunto. Aparte de que este incidente le había abierto los ojos sobre el mal camino que estaba tomando Leo. Al principio le habian consentido todos sus caprichos y sin darse cuenta ahora su hijo era un hombre cínico y mujeriego que no tenía ninguna intención de sentar cabeza. Sabía de la fama de mujeriego que tenía Leo pero después de este incidente con Miranda sabía que tenía que tomar cartas en el asunto.
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Solo se oía el susurro de los dos amantes y el roce de los cuerpos exaltando los sentidos de Leo. Tomó la pierna de la mujer y molió su erección contra el centro de su amante. Pasó sus manos por el cuerpo de la mujer y justo cuando levantó su rostro para capturar los labios de la deseosa fémina vio el rostro arrebolado de Miranda.

Leo despertó de golpe, con el corazón todavía galopante y una furiosa erección. No podía ser. Hasta en sueños se inmiscuía esa dichosa mujer. No entendía que es lo que le pasaba. Debía ser frustración sexual, se dijo, solo eso. A él nunca le habían gustado las mujeres como Miranda. Debía ser eso, una mezcla entre frustración sexual y la culpa que sentía por todo lo que pasó ayer.
Decidió levantarse y ponerse en marcha para hablar cuanto antes con Miranda y poder quitarse el peso que tenía encima. Seguro que una vez que hubiera solucionado ese tema podría volver a su vida tal y como a él le gustaba.

Se dirigía hacia casa de sus padres y no entendía muy bien lo que estaba sintiendo. Por un lado seguía sintiéndose culpable por lo que sucedió, pero también se encontraba nervioso y deseoso de ver a Miranda. Seguía pensando que esa mujer era una trepadora que estaba intentando aprovecharse de su familia, pero no podía dejar de recordar como se sintió el tocar su suave piel y besar sus labios. Debía centrarse y dejar de pensar tonterías. Solucionaría ese problema y esa noche llamaría a alguna de sus amigas para quitarse ese súbito deseo sexual. Habiendo tomado una decisión y llegado ya a casa de sus padres aparcó el coche y entró con presteza al hogar de su infancia. Sin saber que había llegado tarde y el destino iba a empezar a jugar con él.