Era un día atareado. Las calles rebosaban de personas a pesar del clima lluvioso, y el aire estaba pesado, en especial en un hospital, donde médicos caminaban por los blanquecinos pasillos con una mujer de cabellos negros y ojos grandes de un bonito color oscuro recostada sobre una camilla, y eran seguidos de cerca por un hombre de cabellos igualmente negros y ojos oscuros trajeado y con un sombrero.
Él parecía algo preocupado por la mujer, que respiraba agitada y tocía de vez en cuando mientras la transportaban hacia la sala de partos. Su barriga de embarazada comenzaba a dolerle, y ella con cada segundo que pasaba se ponía aún más nerviosa.
En cuanto llegaron a la sala de partos ingresaron con la mujer solamente tres personas: un cirujano y dos enfermeras que lo asistían. El hombre fue detenido antes de lograr poner un pie dentro de la habitación por otra enfermera más que puso ambas manos sobre su pecho mientras lo entretenía con algunas palabras suaves para calmarlo.
El señor se sentó en la sala de espera mientras la chica le comentaba algunos aspectos del riesgo que había en el parto de su esposa debido a una enfermedad que ella había desarrollado. El joven se quedó impactado e intentó rogarle a la mujer que por favor le permitiera estar presente en los que serían probablemente los últimos momentos de su esposa, sin embargo le negaron la entrada.
Las horas pasaron y aún no habían noticias sobre la mujer, así que el hombre comenzaba a desesperarse. Veía a varios doctores caminar apresurados hacia la otras familias pero ninguno tenía noticias de su amada, así que lo que hizo fue esperar hasta que alguien se le acercara lo suficiente.
El desafortunado que se le acercó fue tomado de la bata y apuntado por los dedos del hombre, que molesto exigió saber algo de la chica.
—¡¿Cómo puede ser que después de seis largas horas no hayan noticias de mi esposa?! ¡Exigo que usted me de información, sino haré volar esas puertas hasta que la encuentre! —exclamó molesto, señalando con su cabeza todas las habitaciones que había a lo largo de varios pasillos que se difurcaban en muchos más.
—Está bien, está bien. Lo llevaré donde su esposa.
Tal cual lo prometió, el señor lo guió hasta la habitación 27 de los embarazos de alto riesgo, donde al entrar se encontró con la peli-negro descansando sobre una almohada con un niño en brazos.
—Cariño, míralo, es hermoso.
—Lo es.
El niño desprendía un brillo peculiar con su enorme sonrisa y su risa de bebé, la cual hizo a todos en el lugar estremecedor de ternura.
Era inocencia pura.
—Bueno, ya es muy tarde, hijo, duérmete.
—¡P-Peo! No teminó e cueto.
—Mañana lo acabo, ¿te parece bien?.
Reborn extendió su dedo meñique hacia el menor recostado en la cama.
Tsuna sonrió con malicia y soltó una risita malévola. Posteriormente mordió el dedo del mayor, haciéndolo saltar de dolor.
—¡Oye! —rió, no le había dolido en lo más mínimo, casi no tenía dientes—. Eso es jugar sucio, Tsuna.
Comenzó a hacerle cosquillas en la panza al menor que se desvivía a carcajadas.
—¡Bata! ¡Para, papá! —reía el menor mientras rogaba que se detuviera.
—Está bien —Reborn se detuvo.
—¡Caíste!
Ahora quien le hacía cosquillas a Reborn era el castaño.
De tanto reír, ambos se recostaron al lado del otro en la cama del castaño, que se acercó a la cara del azabache.
—Te quiero —besó la mejilla del mayor y luego se acomodó debajo de las sábanas avergonzado—. Buena noche.
—Sí, adiós.
Reborn apagó la luz de la habitación y cerró la puerta detrás de él mientras salía.
—¡He vuelto perras!
El rubio apareció repentinamente delante de las narices del mayor, sacándole un susto.
—No te esperabas que pudiera salir, ¿eh, eh? ¡Admítelo! —exclamó alegre mientras codeaba el brazo del hombre.
—Eres demasiado insoportable para ser un fantasma, Giotto.
—Pues, para ser un fantasma soy demasiado hermoso —con una de sus manos hizo una seña como si acomodara un gran mechón de su cabello detrás, mientras sonreía arrogante.
—Ahora recuerdo por qué Tsuna te dice Gio diva.
El mayor se fue marchando, dejando a un rubio molesto por terminar hablando solo.
Morí con Gio diva JAJAJAJA
Me siento Dios porque, en realidad no sé por qué :v
En fin, bai
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I miei giorni
FanfictionLas vivencias de Tsuna y sus familiares llevan a sucesos inesperados y verdades jamás contadas.