Es la quinta vez que analizó mi aspecto en el espejo o eso creo, ya perdí la cuenta de las veces que cambie mi vestimenta porque: no me gustaba el color de la camisa o porque esta tenia mucho escote (aunque ese escote no mostrará gran cosa ya que mis senos de "exuberantes" no tienen ni un poquito). Observo mi reflejo y no me termina de convencer lo que veo, luego de probarme toda la ropa que tengo en mi armario, me decido por un simple vestido blanco de tirantes con estampado de margaritas que compre de oferta en una tienda.
—Es esto o ir desnuda Anya— le digo a la chica rubia que se refleja en el rectángulo de vidrio, suelto un suspiro y recojo mi cabello en una coleta lo más pulcra posible. Es mi primer día de trabajo en la mansión Coleman así que tengo que estar presentable o bueno, lo más decente que pueda.
Las veces que he visto a Connor Coleman siempre luce perfecto con sus perfectamente planchados pantalones caqui combinados con una camisa de vestir en colores sobrios la cual siempre lleva debajo de su impecable bata de doctor, lo que lo hace ver tan profesional y sus caros zapatos que si te acercas lo suficiente puedes escuchar como rechinan de limpios.
En mi opinión es la definición de perfección y ni hablar de su físico; hace que mi hormonas vayan a miles de kilómetros por hora. No es el hombre mas guapo del mundo, pero sus rasgos fuertes y marcados le dan un aura de misterio el cual es quebrado cuando te regala una de sus sonrisas y ves que todo en el refleja alegría y ya no parece un serio doctor. Por un instante es un chico juguetón y pícaro.
Pero en definitiva lo que me encanta de Connor es su tono de piel apiñonada, quizás es porque contrasta perfectamente con el tono pálido de la mía. No me molesta ser tan blanca y tener el cabello tan rubio que no le falta nada para ser blanco, pero como todo, tiene sus contras. De pequeña los niños me molestaban y me ponían apodos como fantasma o me decían "vete para tu país chica rusa". Recuerdo que llegaba llorando a mi casa y les decía a mis abuelos que no quería volver a la escuela; pero las palabras de mi abuelo Iván siempre me hacían sentir bien.
—Nunca te sientas avergonzada de tus raíces, porque siempre te recordarán de donde venimos. Pero sobre todo siempre recuerda que eres tan americana como ellos— me decía y luego de eso me llevaba a comer helado y a caminar por el parque.
Amo a mis abuelos y me siento orgullosa de mis raíces rusas.
Tomó unas sandalias marrones trenzadas y me las coloco, pero me arrepiento al ver que mi manicura esta toda desgastada, así que si pensarlo mucho me las quito y lazo en la pequeña montaña de ropa que tengo tirada en el piso de mi habitación.
Al final me decido por unas zapatillas sencillas y echó una ultima mirada al espejo; me gusta lo que veo: sencillo y veraniego así describiría mi atuendo.
Salgo de mi casa no sin antes asegurarme de que todas las puertas estén cerradas, no tenemos muchas cosas de valor pero esta zona no es la mas segura en Los Ángeles y por eso soy un poco precavida. No se como algunas personas pueden dejar sus casas sin seguro y confiar de que no los robaran. Luego de cerrar la puerta principal de nuestra pequeña casa de una planta; le echo una ultima ojeada al contenido de mi bandolero: llaves, billetera, y mi fiel Blackberry.
La gente se preguntará. Esta chica esta en pleno siglo 21, año 2016 ¿Y tiene un teléfono tan obsoleto? Bueno la respuesta que siempre doy es que, no necesito un móvil tan avanzado, solo con poder llamar y enviar mensajes a mis abuelos y a mis amigos soy feliz; aparte de que lo veo como un gasto innecesario y además necesito ahorrar hasta el mínimo centavo para poder costear mis gastos cuando entre en la universidad gracias a una beca que conseguí por tener muy buenas calificaciones.
Al asegurarme de tener todo lo necesario, me dirijo hasta la parada de buses que esta a dos cuadras de mi casa, por el camino veo como algunas personas están saliendo de sus casas para comenzar con sus jornadas laborales y también observo a el señor Sullivan que sale a correr acompañado de Buddy su labrador negro, como todas las mañanas que lo veo me saluda del otro lado de la carretera y le devuelvo el saludo agitando mi mano alegremente.
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Fugaz como el verano
RomanceLa alegre Anya nunca imaginó que al aceptar ese empleo en la mansión Coleman estaba dando inicio al verano que cambiaría toda su vida; y la peor parte era que aunque no les gustara para lo cual fue contratada, no había vuelta atrás, necesitaba el d...