—Anya Marie Kuznetzova, no te vas de aquí, hasta que me cuentes con lujos y detalles todo lo que pasó esa noche con Luke papasito Coleman— me exige mi mejor amigo desde el otro lado de la habitación, cruza una pierna sobre la otra y se reclina hacia atrás en el cómodo sofá rosa pálido que decora una esquina del lugar. Me mira con apremio a la espera de que suelte la sopa y niego por lo cotilla que puede llegar a ser Andy (Cuando quiere información, es peor que los periodistas de la prensa rosa).
—Es una historia muy larga, Andy. Créeme cuando te digo que no paso nada— comento tirándome boca arriba en la cama y resoplando cansada. Siento como un cojín aterriza sobre mi cabeza y lo miro con la boca abierta, sorprendida por su ataque inesperado. Andy me saca la lengua como un crío y me observa con fastidio reflejado en sus rasgos finos.
—Nada de eso, a mi me cuentas todo o no te dejaré en paz. Soy tu mejor amigo y esos detalles de tu vida, son mi energía vital ¿Para qué me tienes, si no me cuentas de ti? Es como no tener un BFF.
—No puedo ganarle a esa lógica— comento con sarcasmo. Me incorporo y lo miro con una sonrisa bailando en mis labios— Ya te sabes todos los detalles de nuestro día perfecto en la playa y no tiene sentido darte más información de lo que pasó en su auto al llegar acá, la interrupción de Pia Di Angelo y mi conversación con Connor te los sabes de memoria. Todo se comenzó a descontrolar y complicar, cuando nos liamos en la cocina y Luke hizo esa pregunta: “¿Quieres ir a mi habitación?”
—Solo quiero estar a solas contigo y no quiero que nos vuelvan a interrumpir. Anya, no le des tantas vueltas en tu cabeza a lo que te dije, ven conmigo— Luke me toma de la mano y subimos las escaleras tratando de no hacer ruido, pero si vas desde la cocina hasta el pasillo de las habitaciones corriendo, creo que el silencio no existe. Al llegar a la puerta que da a su dormitorio, nos detenemos de golpe y me encuentro con su espalda frente a mi. Luke se voltea para dar una ultima mirada por el amplio pasillo de habitaciones y gira el pomo, para así adentrarnos al lugar que me tiene los nervios a flor de piel.
Camino hasta la cama y me siento en la orilla de esta. Luke me contempla desde el marco de la puerta, sus ojos me trasmiten tranquilidad, pero ese sentimiento se esfuma al notar también un brillo de picardía en ellos. Trago saliva fuerte y decido romper el silencio que llena el lugar, lo que menos quiero es, que piense que soy una niña cobarde.
—Linda alfombra ¿Es nueva? Nunca la había visto antes— como siempre cuando logro decir algo, tiene que ser una tontería. ¿A quién le importa una alfombra? Pues, al parecer a mi. De alguna manera, el jugar con mis pies sobre la alfombra gris, que descansa al lado de la cama, hace que enfoque mis nervios en ese simple objeto decorativo y no en la persona que tengo a pocos metros de mi.
No levanto la vista en lo que me parecen horas, hasta que siento el peso de un cuerpo, hundirse en el colchón a mi lado. Luke con un movimiento de su mano hace que levante la cara hacia él y dejo de moverme nerviosa. Me debo de ver patética ahora mismo.
—No tienes porqué estar nerviosa, no te voy a obligar a nada. No creas que soy esa clase de hombre.
—¿Esa clase de hombre? — cuestiono con demasiada curiosidad.
—Si, los que a la primera oportunidad se aprovechan. Apenas nos estamos conociendo, pero también soy humano y débil. Me gustas y me atraes mucho, así que es inevitable que mi cuerpo reaccione así, cuando nos besamos no puedo controlarme— explica calmado y se recuesta sobre la cama con los brazos cruzados detrás de su cabeza. Lo imito y descanso mi cabeza sobre su pecho.
Su respiración es calmada; el vaivén de su pecho cada vez que inhala y exhala aire, me mese suavemente de arriba hacia abajo. Levanto la vista hasta su rostro y puedo observar en él la tranquilidad que está sintiendo. Sus ojos descansan cerrados y de esa manera puedo apreciar sus largas y rizadas pestañas, las pequeñas y casi imperceptibles pecas que adornan sus mejillas y nariz, que solo podrías percibir si estás tan cerca como lo estoy ahora. Cierro los ojos y me dejo llevar por los latidos de su corazón, que hace eco en mi oído. Ese simple gesto, de estar acostados, sin decir ninguna palabra, solo haciéndonos compañía y dejando todo en calma, hace que me relaje y se me olviden mis tontos temores. Este momento, a mi parecer es mil veces más íntimo que un beso. Luke se siente cómodo a mí lado y yo comparto el mismo sentimiento.
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Fugaz como el verano
Storie d'amoreLa alegre Anya nunca imaginó que al aceptar ese empleo en la mansión Coleman estaba dando inicio al verano que cambiaría toda su vida; y la peor parte era que aunque no les gustara para lo cual fue contratada, no había vuelta atrás, necesitaba el d...