Connor Coleman
Me arden los ojos por todas las horas que he pasado despierto, tratando de encontrar una solución para el dilema en el que se ha convertido mi vida. Por un lado tengo todas las responsabilidades que implican ser un Coleman y por el otro, la difícil tarea de que nadie se entere de mi secreto. Me atormenta la simple idea de que mis padres descubran todo, que destruyan mi vida; que acaben con la vida del primer ser humano que de verdad he amado, más que a mi propia familia; como lo hicieron con la madre de Luke.
Luke, mi pequeño hermano menor, el hermanito que desde que tengo memoria les pedía a mis padres para navidad. No llego de la manera mas común, pero lo quise desde el día que me enteré de su existencia, aunque el me odie. No lo culpo por hacerlo, si estuviera en su lugar y hubiese pasado por todo el daño que causaron las decisiones de mis padres, también me sentiría de esa manera; tampoco lo culpo de que se aproveche de mi situación, es su manera de descargar el odio que nos tiene y lo entiendo.
Mi hermano es lo que menos me preocupa en este momento. Mientras haga lo que me pida, no dirá nada. Lo que realmente me angustia, es que en cualquier momento tengo que decir toda la verdad, no podre mantenerlo oculto toda la vida. Y no encuentro la manera correcta de hacerlo, sin que eso signifique una gran decepción para mi familia.
Me quito los anteojos y los dejo junto a la pila de papeles que llevo horas tratando de leer y por mas que intento, no logro entender. Todo el trabajo se me acumula, toda la presión de ser el perfecto heredero de las empresas Coleman me ahoga; toda mi vida se me ha preparado para ser parte de los negocios de la familia, desde pequeño se me impuso estudiar medicina, conjuntamente con administración de empresas; todo esto, con un solo fin, encargarme de las prestigiosas clínicas que nos pertenecen. Al menos tengo la suerte de que me guste lo que hago, no puedo imaginarme haciendo otra cosa; mi vocación es ayudar a las personas y el ser cirujano es mi manera de hacerlo. Y sin embargo, aquí estoy, solo, en esta habitación, sin nadie que pueda ayudarme.
Por un momento, se me olvidan mis preocupaciones y dirijo toda mi atención a unas voces provenientes de afuera. Me levanto de la butaca (en la que llevo horas sentado) y me acerco a la ventana que queda justo en frente de la piscina. Ahora puedo ver que las voces pertenecen a un pequeño grupo de adolescentes reunidos. Todos están viendo a un punto en especifico, y me sorprendo un poco al ver el motivo de sus risas y gritos de alegría.
Mi hermano y Anya se están besando, ajenos a los ojos curiosos de sus amigos y a los míos también. Parecen despreocupados y sin problemas reales en sus vidas, solo siendo un par de adolescentes que pasan el rato y no les preocupa lo que pueda pasar mañana. Debo de admitir que les tengo un poco de envidia; pagaría lo que sea, por un poco de paz y diversión, sin problemas y compromisos que cumplir.
¡Compromisos! Por un momento lo he olvidado por completo.
Observo como la pareja cae dentro de la piscina y un sentimiento de lastima se instala en mi pecho ¡Pobres chicos! Su amor está destinado a fracasar sin apenas comenzar.
Por más rebelde que sea Luke no podrá evitar su inminente compromiso con la hija menor de los Di Angelo. No lo pude evitar yo, y no creo que lo logre él. Nadie contradice a Jeremías Coleman y más si esos compromisos tienen negocios millonarios de por medio. No existirán peros que valgan, ni habrá espacio para sentimentalismos, hasta que se cumpla con los deseos de mi padre. Por esa razón sé, que si se llega a enterar de mi secreto, no descansará hasta que logre separarme de la persona que amo y que tanto quiero proteger.
Por otra parte, tener el apoyo de mi madre, era una batalla que hace muchos años perdí. Su amor, es el sentimiento más hipócrita que ha existido jamás y le aplaudo el mantenerlo por casi treinta años de matrimonio; esa mujer se merece un Oscar, por hacerme creer en mis veintiséis años de vida que alguna vez me amo. Otra razón para sentir un poco de envidia de Luke; quizás él no tuvo lujos y mucho dinero a su disposición, pero estoy seguro, de que nunca le faltó el amor de su madre.
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Fugaz como el verano
DragosteLa alegre Anya nunca imaginó que al aceptar ese empleo en la mansión Coleman estaba dando inicio al verano que cambiaría toda su vida; y la peor parte era que aunque no les gustara para lo cual fue contratada, no había vuelta atrás, necesitaba el d...