Capitulo 19☆

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Luke

¿Nunca han sentido que su cuerpo está en una habitación, pero su mente está muy lejos de ese lugar? Pues, así me siento yo. Observo al señor Di Angelo sentado en uno de los sillones que adornan la pulcra oficina del ser que me tocó por padre, su semblante es calmado y alegre por toda esta farsa; de pie a su lado esta “la arruina momentos” Pía Di Angelo, la cual se ha ganado un puesto en mi lista de personas no gratas.

Siento una de las manos de mi padre sobre mi hombro y de un movimiento brusco la aparto; el niega con la cabeza y se une a los demás en los sillones de la estancia.

—Seria mejor que te sentaras acá con nosotros, hijo— Jeremías Coleman,  es el primero en romper el silencio que inundaba toda la habitación. Su sugerencia, no me hace mucha gracia y sigo de pie cerca de la salida, estático como una estatua.

—Y sería muchísimo mejor, que no te metieras en mi vida— cada palabra que sale de mis labios, la escupo con todo el odio que siento por mi padre— Pero ya ves, no se puede tener todo lo que queremos, así de injusta es la vida. Escupe de una buena vez todo lo que me tengas que decir, tengo asuntos más importantes, en los que ocupar mi tiempo.

—¡Ja! Si a eso le llamas importante, no quiero saber cuales son los menos importantes— Pía se burla descaradamente y ni me molesto en dirigirle la palabra.

—Entonces ¿hablarás o me saldrán raíces? —exijo, ya quiero que terminen con este teatro y me dejen en paz.

—Bueno hijo, como sabrás Albert Di Angelo y yo hemos sido amigos desde hace muchos años y socios en varios negocios— explica mi padre, sonriéndole al hombre que está a su lado— Al yo tener dos hijos y el dos hijas, nos pareció una perfecta idea consolidar los lazos de nuestras familias, si sabes a lo qué me refiero. Tu hermano está encantado con la noticia de su compromiso con Stella— ¡Vaya, está saltando de la emoción! Si supiera su secreto—  Y a las dos familias, nos pareció una perfecta idea no retrasar lo inevitable… ya que de igual manera ustedes se comprometerán luego que sus hermanos.

—Padre, te haré el gran favor, de que no gastes más saliva. Primero me muero a casarme con alguien que no amo y que me desagradó desde el primer instante en que la vi— Pía me mira con ganas de matarme y le dedico una sonrisa hipócrita— Pero lo más importante, no voy a cumplir tus caprichos o mejor dichos los de tu esposa. Lograron destruir su vida, pero quiero que sepan que conmigo no podrán— Eso último lo digo con toda la intención de que solo él lo entienda y dejar a sus acompañantes confundidos. Me doy la vuelta y me dispongo a salir, pero antes de girar el pomo, siento su mano en mi hombro.

—Hijo… yo…ya sabes que lo siento— mi padre tartamudea y no me trago su falso arrepentimiento. Nunca me he creído ni una de las palabras que salgan de su boca; mi madre era la ingenua enamorada, no yo. Me suelto de su agarre y me volteo para verlo a los ojos.

—Conmigo no tienes que fingir, sé como eres en realidad. No me trago el cuento del padre preocupado por el bienestar de sus hijos; quizás ellos se lo crean, pero conmigo pierdes tu tiempo. Te dejo, para que les des excusas de mi comportamiento a tus invitados y espero te haya quedado clara mi posición— le digo todo en un tono lo suficientemente alto, para que solo el pueda escuchar y si más nada que agregar me doy la vuelta y dejo la habitación con sus ocupantes perplejos.

Mi mente es un torbellino de pensamientos; no dejaré que me obliguen a ser como ellos,  resistiré hasta el último momento, pero no lo lograrán ¿Acaso esa gente se quedó en el siglo pasado? ¿Cómo pueden existir matrimonios arreglados? ¡Es algo de bárbaros!

Mi cuerpo solo se mueve como si mis pasos ya estuviesen programados, al darme cuenta de donde estoy, me encuentro en la planta baja. Así que decido ocultarme en el lugar que sé que mi padre o su mujer nunca frecuentan. La cocina está en su totalidad a oscuras, a excepción de las luces de los electrodomésticos y la luz de la luna que se cuela por los amplios ventanales. Me sirvo un vaso de agua, para ver si de esa manera puedo pasar un poco el mal trago en el que se ha convertido mi vida, aunque sé que eso es imposible.

Fugaz como el veranoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora