Luke Coleman.
Hoy era el día en el que mi padre el “respetable” Jeremías Coleman y su mujer la estirada Marie Coleman regresaban al país, luego de estar de viaje de negocios por Europa; algo que en realidad me tiene sin cuidado. No me emociona la idea de verlos y menos de fingir que somos la familia perfecta.
Ya había perdido las esperanzas de convencer a mi padre de dejarme regresar a Inglaterra y sabía que lamentablemente sin su apoyo económico, no sobreviviría mucho tiempo. La idea de escaparme aunque sonará tentadora , no era una opción muy razonable; sabia que al instante en que se diera cuenta de mi ausencia, todas mis tarjetas estarían en cero, dejándome sin un centavo.
Por eso debía ser mas inteligente que ellos y aprovechar lo que por derecho me correspondía. Mientras un plan maestro se me ocurría, escondido en un agujero que hice en el gran sofá de mi habitación tenia algo de dinero que poco a poco y sin que se dieran cuenta había ahorrado. Irónicamente podía gastar mucho dinero, pero todos mis gastos eran monitoreados por mi padre y por Connor. Ya tendría tiempo para pensar en eso, por ahora solo debía reunir todo el valor del mundo para convivir con los Coleman.Me encuentro acostado en el centro de mi cama, observando el techo sin mirar a un punto en especifico, sumido en mis pensamientos. Solo un bóxer gris cubre mi cuerpo y mi abundante cabello castaño humedece las sábanas luego de haber tomado un baño. Debo estar listo en media hora para la cena que organizó Connor, pero no tengo ánimos de mover ni un solo músculo.
Estos días no me he sentido muy bien, me siento agotado tanto física, como emocionalmente. Desde que descubrí las verdaderas intenciones de Connor para contratar a Anya, he tenido que alejarme de ella. Los ataques de pánico han aumentado y llegan cuando menos me lo espero; me siento tan insignificante, solo un objeto el cual obligan a hacer cosas que no quiere y ahora obligan a una chica (que me estaba comenzando a caer bien) a darme una medicina, que me mantiene adormecido. Si, disminuye los ataques, pero me convierten en un “zombie” sin sentimientos.
Por otra parte, no puedo dejar de pensar en el beso que compartí con Anya. Inconscientemente llevo la mano derecha a mis labios y puedo jurar que si cierro los ojos puedo sentir sus cálidos labios sobre los míos, creo que fue el mejor beso que me han dado en mis dieciocho años de vida y vaya que he besado a chicas, no puedo negar eso.
A sido una tarea difícil ignorarla por una semana y más cuando lo único que quiero hacer es volver a probar su boca. Pero mi orgullo es mas fuerte y el saber que se dejó convencer por Connor, solo hace que mi odio hacia los Coleman crezca.
Como me hubiese gustado haberla conocido bajo otras circunstancias y mostrarle al verdadero Luke y no al roto muchacho en el que me he convertido.
Suelto una bocanada de aire y me siento en la orilla de la cama. Me levanto sin muchas ganas y me dirijo hasta el gran armario. Le echo una ojeada rápida a toda la ropa que tengo y me decido por unos pantalones beige, una camisa negra de vestir y unos tenis blancos. Veo mi reflejo en el espejo de cuerpo entero que cubre una de las paredes del armario y estoy conforme con el resultado.
—¡Vamos Luke, tu puedes!— creo que de alguna manera si me doy ánimos todo saldrá bien esta noche— Solo tienes que fingir que estas bien, nadie tiene que saber lo mal que te sientes— asiento con la cabeza y ajustó la correa del reloj que tengo en la muñeca izquierda. Observo la hora y son las ocho con cinco minutos.
¡Perfecto! Voy tarde por cinco minutos, una razón más para que mi padre se queje de mi.
Suspiro y me encaminó hacia la salida de la habitación, y cuando estoy a punto de girar el pomo, escucho que tocan la puerta. Ruedo los ojos y abro la puerta para encarar a la molesta ama de llaves.
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Fugaz como el verano
RomansaLa alegre Anya nunca imaginó que al aceptar ese empleo en la mansión Coleman estaba dando inicio al verano que cambiaría toda su vida; y la peor parte era que aunque no les gustara para lo cual fue contratada, no había vuelta atrás, necesitaba el d...