01: El príncipe y ¿el noble?

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Varias hojas de papel pergamino estaban esparcidas por la habitación. Un aseado y distinguido suelo de madera sostenía a los jóvenes muchachos que en él jugaban. Una habitación considerablemente grande con paredes fuertes de piedra. Aquel era el escenario ideal de juegos para los dos pequeños niños que compartían momentos ahí.

—Ya verás que mi avión llega mucho más lejos que el tuyo —desafió el mayor de ambos con una sonrisa de oreja a oreja, mirando con esos grandes ojos verdes directamente a su oponente

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—Ya verás que mi avión llega mucho más lejos que el tuyo —desafió el mayor de ambos con una sonrisa de oreja a oreja, mirando con esos grandes ojos verdes directamente a su oponente.

—Eso lo veremos —respondió el otro.

—A la cuenta de tres. Uno... dos... ¡tres!

Y ambos tomaron impulso lanzando sus proyectiles de papel al otro lado de la habitación. Un joven de cabello castaño abrió sus ojos como platos al darse cuenta que el suyo había llegado mucho más lejos que el de su compañero (el cual se desvió cayendo hacia a la derecha), lo cual celebró saltando y gritando mientras corría alrededor de quien había resultado perdedor.

—¡He ganado, he ganado! —exclamaba un contento Eren mientras daba pequeños saltitos de alegría.

—No es justo, los aviones te quedan mejor a ti que a mí —declaró Armin, haciendo un pequeño puchero y escondiendo su cabeza entre sus rodillas.

Esta acción provocó un leve remordimiento en el mayor, por lo que Eren se acercó a él casi de inmediato, sentándose a su lado. Descubrió su rostro y tomó su barbilla para que este lo mirase directamente a los ojos. Sí, le encantaba ganar, pero no le gustaba hacer sentir mal a su querido amigo.

—No estés triste, solo ha sido una tonta competencia, no dejes que eso afecte a la gran persona que eres. Estoy seguro que tu inteligencia no se medirá jamás con esto —le sonrió—. Apuesto a que eres el mejor príncipe del mundo, el mejor chico de este universo.

Los ojos del menor de los Arlert resplandecían como el rocío en las flores de la mañana, su amigo se sintió muy conmovido al verle de esa manera, así que no aguantó las ganas de abrazarlo y estrechar su cuerpo fuertemente contra el suyo, claramente Armin le correspondió, escondiendo su rostro en su pecho sintiéndose completamente protegido y comprendido; como hacía cuando se sentía muy asustado.

—Eren... eres el mejor amigo, por favor nunca te vayas —susurró con cierto miedo, como si aquello fuera una pequeña vocecita que le decía que algo no andaba bien.

—Claro que no, recuerda que tenemos un sueño. El día que finalmente gobiernes este reino, yo estaré a tu lado y ganaremos grandes batallas y conquistaremos enormes reinos —exclamó con entusiasmo y un enorme brillo en sus verdes ojos.

—¡Serás el ayudante del rey y juntos conquistaremos el continente!

—Claro que sí... —Eren desvió la mirada, mostrando una triste sonrisa de la cual su mejor amigo no se logró percatar. Eren lo agradeció mentalmente.

—Chicos despídanse porque Eren Jaeger ya se... va.

La puerta se había abierto despistando a los dos muchachos sumidos en sus emociones, los cuales se separaron violentamente al ver la figura majestuosa de la reina Judith, la madre de Armin.

—¡Armin! ¿Qué te he dicho? Tienes prohibido quitarte la capucha y la mascarilla, no importa dónde y con quien estés —reprendió la madre furiosa. Ciertamente era una orden estricta para el pequeño príncipe, nadie tenía permitido ver su rostro más que no fueran sus propios padres, los reyes de Erdia.

El pequeño de 9 años frunció su ceño con las mejillas sonrosadas. Su amigo parecía distante y estático a la situación, pues bien sabía que tratar con la soberana de su propio país era muy delicado, algo que se le inculcó desde muy pequeño en su familia.

—Pero mamá, Eren es mi mejor amigo, nunca los uso cuando estoy con él, además, hoy hace mucho calor —trató de defenderse, aun así, tomó los objetos antes indicados y los incorporó a su vestimenta con la mirada baja, sabiendo que por más que reclamara su madre no cedería a sus peticiones.

Armin estaba creciendo escondido de la gente, del mundo. Jamás se ha revelado su rostro a alguien que no sean sus propios padres, ni los mismos sirvientes de la casa real lo conocen. Hasta ese punto todo marchaba bien, Armin comprendía que lo que hacía su madre solo era protegerlo, más no tenía interés en mostrarse como realmente era a nadie... pero aquello cambió cuando conoció a Eren. En una reunión que hicieron sus padres con las familias líderes de ciertos territorios de la nación: Los Fritz, los Ackerman, los Tyber, y por supuesto, los Jaeger.

Armin tenía permiso para acercarse a los hijos de aquellas familias, sin embargo, el único que llamó su atención fue Eren. El chico era un año mayor que el pequeño príncipe, el cual quedó cautivado a cierta distancia de la alegre sonrisa del menor de los Jaeger. Aquel día ambos se acercaron al otro para conocerse de la manera más dulce y sana. Aquel fue el dia en el que Armin descubrió lo que era sentir la necesidad de mostrarse tal cual a una persona.

—Joven Jaeger, su madre lo espera —Una mirada hostil fue suficiente para que el joven castaño tomara sus pocas pertenencias y se marchara casi corriendo, sin poder siquiera haberse despedido de su amigo.

—¡A-adiós Eren! —intentó despedirse el rubio, pero su amigo ya estaba lo bastante lejos como para no escucharlo.

—No volverás a verte con ese muchacho, así que comienza a olvidarlo —fue lo último que dijo la reina antes de dejar la habitación de su preciado y único heredero.

Cerró la puerta dando tal portazo que el chico dentro del cuarto dio un salto del miedo provocado. Sus manos temblaban, ¿qué era lo que había dicho su madre? ¿No volver a ver a Eren? ¿Pero por qué?

Inmediatamente fue corriendo tras ella, pero su intento por abrir la puerta fue fallido, su madre le había cerrado con seguro.

—¡Madre! ¡Madre, ¿por qué dices eso?! —gritó golpeando la puerta para llamar a su progenitora, pero nadie escuchaba sus peticiones—. ¡Madre! ¡No puedes separarme de él! No puedes... no puedes... —Sus pies se debilitaron a causa del esfuerzo físico que hacía en ese momento. Lentamente fue cayendo al piso, derramando las primeras lágrimas con dolor de su vida, sintiendo que le quitaban lo más preciado que había tenido alguna vez. Todo resultó ser tan repentino, que sentía arder su sangre, sentía explotar su cabeza. Armin jamás se entusiasmó por el trono, siempre sintió que no pertenecía a ese lugar. No soportaba ver la sangre, a los verdugos cuando cortaban las cabezas de aquellos que habían traicionado la confianza de sus padres. No soportaba la crueldad con la cual se debía gobernar. Nada de eso estaba en su mente hasta que conoció a Eren, quien le hizo anhelar convertirse en un gran rey, no por si mismo, sino para impresionarlo a él. Armin quería demostrarle que podía ser el mejor. Pero ahora solo necesitaba respuestas—. ¿Por qué me lo quieres quitar... por qué...? —Cualquiera podría comprender su terrible situación, después de todo... Eren era su único amigo.

























































Judith caminaba con pasos firmes, en dirección al salón principal en busca del rey.





















































˗ˏˋcontinuaráˎˊ˗

Flor Del Mal | EreminDonde viven las historias. Descúbrelo ahora