Armin es el primogénito y único heredero a la corona de la familia Arlert. La vida que sus padres quieren para él es despiadada y calculadora, pero él solo desea jugar y disfrutar su infancia con su mejor amigo, Eren. Sin embargo, el destino separar...
—E-eren... ¡Eren! —Su delgado y débil cuerpo corrió a estrecharse con el robusto torso del castaño como si este fuese un imán. El rubio luchaba contra la incómoda humedad que sufría su rostro al estar derramando lágrimas con una careta puesta, sin embargo, no quería separarse de aquel ameno chico que lo hizo tan feliz durante su niñez. Aún no podía creer que estuviera aquí, justo frente a él.
Hipidos comenzaron a salir de su garganta, manteniendo los ojos cerrados con mucha fuerza a la vez que sus manos nerviosas se aferraban a las ropas del más alto. Intentó contener el inmenso llanto, pero su congelado corazón necesitaba liberarse y su garganta desatar ese cruel nudo, en consecuencia, terminó desgarrando su faringe para soltar todo el desconsuelo que tenía acumulado hace ya tantos años. Su voz estaba irremediablemente quebrada, haciendo que los presentes en la habitación sintieran su pecho oprimirse y su humanidad volverse sensible en su punto máximo.
Eren sentía su corazón romperse al escuchar al muchacho gritar del dolor en su apenado llanto. Intentó no dejarse influenciar porque no quería llorar, pero todo fue un vano. Escurridizas lágrimas terminaron por descender de su rostro, el cual escondió en la coronilla de Armin, impregnando la tela que cubría su cabeza con sus saladas gotas de agua.
—Ya estoy aquí su majestad... no nos volveremos a separar nunca más —susurró entre sollozos.
Armin no se encontraba en condiciones para formular siquiera una sola palabra, por lo que asintió aún con su cuerpo unido al del ajeno. Nifa miraba la escena conmovida, casi soltando una que otra lagrimita. Eren la miró unos segundos y esta entendió que debía dejarlos solos, no importaba que su majestad no se lo hubiera ordenado, sabía que el vínculo que tenían aquellos dos muchachos era puro y ella no era quien para interferir en tal reencuentro.
Al momento de quedar solos en la habitación, Jaeger inspiró profundo y tomó al frágil rubio que yacía en sus brazos por los hombros y con mucha voluntad lo alejó de su cuerpo. Armin tenía el rostro ardiendo y sus mejillas estaban en extremo sonrojadas, su mirada se mantenía gacha, no era capaz de mirar a Eren en ese estado. Al moreno esto no le importó en lo absoluto, así que estiró sus brazos y con agilidad le quitó al joven rey su capucha, para apreciar mejor su rostro, liberando su hermoso y sedoso cabello. Al mismo instante cogió la mascarilla que este portaba y la quitó, dejándola en una estantería al azar.
El rubio reaccionó al instante, teniendo en cuenta que no estaba acostumbrado a andar por ahí con el rostro descubierto saludando a la servidumbre con una agradable sonrisa, si bien, al caer en cuenta que estaba solamente con Eren esta preocupación se fugó al instante.
—No puedo creer que realmente estés aquí —sonrió con los ojos rojos aún—, después de ocho largos años... los peores de mi vida —susurró esto último.
Eren frunció los labios.
—Sé todo lo que ha pasado durante este tiempo. Lamento mucho la pérdida del rey y la reina —expresó con cierta pena tensando la mandíbula, de solo recordarlo se le revolvía el estómago.
—Ni lo menciones —desvió la mirada—. Tienes tantas cosas que explicarme —dijo levantando la mirada, para encontrarse nuevamente con esos brillantes ojos verdes, que ahora estaban cristalizados.
—Es una larga historia, pero estoy tan ansioso como usted por contarle todo.
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—Entonces acepté. Fue un viaje muy largo y una estadía casi eterna, pero si hubiera sabido cuan hermoso sería este momento en aquel entonces no me hubiera deprimido tantas veces. Fueron muy amables conmigo, me esmeré en ser el mejor en todo lo que me enseñaron y así estar completamente apto para servirlo y protegerlo —pausó un momento para darle un sorbo a su tibio bebestible—. Conocí a buenos chicos allí, los mayores cuidaron de mí y les estoy totalmente agradecido. Gracias a ellos ahora estoy aquí para usted, majestad.
Armin escuchaba la historia atento, con una elegante taza de su juego de té en sus manos, las cuales intentaba calmar pese al temblor que padecían.
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—No me trates de majestad, o por lo menos cuando estemos solos únicamente llámame Armin... para mí tú nunca serás un sirviente, siempre serás mi mejor amigo —habló, comenzando a sonrosarse.
—Y para mí siempre será mi príncipe. Ese pequeño, dulce y berrinchudo príncipe que lloriqueaba cada vez que le ganaba en una carrera de aviones de papel —burló el castaño, enseñándole al más joven una enorme sonrisa.
—¡Hey! Yo no soy ningún berrinchudo —se defendió—, además, tus aviones siempre fueron los mejores... eras bastante bueno con las manos, en cambio yo... me temblaban los dedos cada vez que debía tomar una daga —declaró.
En algún momento la mirada de Armin se apagó, sus ojos perdieron ese brillo tan especial que habían adquirido en cuanto vio el rostro de su viejo amigo.
—¿Qué pasa? —preguntó el moreno realmente preocupado.
—Nada... es solo que... por mucho tiempo esperé que esto sucediera. Te esperé durante años; años en los cuales tuve que perder mi humanidad para gobernar mi reino. Y lo peor de todo, es que me gusta la persona en la que me he convertido, ya no siento miedo. Mi corazón bombea la ira que se diluye al hacer contacto con mi sangre, y me hace quien soy —confesó sin expresión alguna.
Eren dejó su té y estiró sus manos para poder tomar entre las suyas las delicadas del pequeño que tenía frente a él y así hacerle saber que no estaba solo, que nunca más lo estaría— A pesar de que la codicia haya divido nuestro futuro quiero que sepas que yo estaré aquí apoyando todas tus causas, seré tu soporte en los malos momentos y tu vino para celebrar los buenos. No importa que quieras, hasta lo imposible haré posible, solamente por ti. Te protegeré y daré mi vida por ti, no tengo dudas, quiero hacer el juramento —dicho esto acercó su rostro al del rubio para dejar un dulce beso en su coronilla.
El joven soberano sonrió con tristeza, sintiendo sus pómulos nuevamente húmedos. Esta era una nueva oportunidad para él, para triunfar. Teniendo a una persona como Eren a su lado todo sería mucho más fácil y claro. Se sentía tan agradecido de tenerlo de vuelta, de haberlo conocido aquel día y de haberse hecho su amigo. Su corazón latía rápido en su acercamiento, incluso más rápido que en el momento en que le vio el rostro. Pensó que era un sentimiento cálido, se sentía protegido, apoyado, nada más que eso.