Flor Del Mal | Eremin

19: Besos y mentiras

—¡¿Qué dices?! ¡¿Estás demente?!

—¡Shh! —Connie puso su mano sobre la boca de Sasha para que no dijera nada más—. No grites, el rey podría oírte —Cuando Sasha se calmó Springer retiró la mano dejando escapar un pequeño suspiro.

—Lo siento, lo siento —Ahora ya no podía pensar con claridad. Temía que la paz en la cual había estado viviendo se viera interrumpida por un conflicto interno entre su rey y el príncipe del país vecino. Todos sabían lo que ocurría en las guerras, los civiles perdían la vida en su lucha para defender su causa, y de solo imaginarlo se quedaba sin aire—. Es solo que... tengo miedo. Pero incluso si algo así fuera a pasar se habrían corrido muchos rumores, y nada habla de esto.

—Todo esto es muy extraño —Las preguntas que habían comenzado a circular en su cabeza eran miles, y si bien él también sentía terror al pensar en una guerra sabía que todo tenía un trasfondo mucho más profundo del que pensaba—. Seguramente Eren sabe que está pasando...

—¿Qué es lo que debería saber?

—E-eren.

La repentina aparición del moreno tomó por sorpresa a los sirvientes. Eren se mostraba desconcertado, y quería saber ahora mismo de qué estaban hablando— ¿Y bien? ¿De qué hablaban?

Connie no se sentía enteramente seguro de confesar, pensaba que existía la posibilidad de que Eren supiera lo que estaba pasando, pero si le preguntaba lo más probable era que mintiese. Y quizá la manera más efectiva de descubrirlo era espiándolo. Y bien, parecía un buen plan, pero Sasha lo arruinó.

—Parece que el rey tiene un conflicto interno con Jean y se está volviendo loco. Dinos Eren, ¿iremos a la guerra? —Springer se palmeó el rostro sin poder creer lo bocazas que podía llegar a ser su compañera.

—¿Qué? Es decir, no. Espera un momento... ¿qué? —Eren no estaba entendiendo nada.

—El rey ha roto la pintura —Y solo eso bastó para que el moreno cambiara el rumbo y fuera directo hacia la habitación del rubio. La verdad era que a estas alturas se esperaba cualquier cosa, pero Armin era de todo menos consecuente.

La puerta estaba entreabierta, por lo que solamente dio un leve empujón para encontrarse al rubio sentado en el suelo, terminando de cubrir su rostro con sus manos. De por si la mascarilla ya cubría parte de él, no obstante, lo interpretó como una posición en la cual se mostraba cruelmente derrotado.

—Su majestad —pronunció en un hilo de voz.

El menor levantó el rostro alejando sus manos de este, dejando ver así solo sus ojos cristalizados y sus mejillas húmedas; mantenía una triste mirada salvaje.

—Márchate —ordenó con voz áspera.

Como todo un desobediente el ojiverde ignoró sus palabras, y, al contrario, se acercó aún más al chico, incluso acuclillándose ante él para quedar a una misma altura; cara a cara. De reojo pudo notar cómo la pintura que meses antes había estado alabando y contemplando con ojos de exagerado amor, ahora yacía en el suelo, hecha pedazos.

—Tiene que parar, esto no le está haciendo nada bien.

El estado físico de Arlert era deplorable, por no hablar del psicológico. En los últimos días se había negado a recibir alimento. Se notaba la espantosa delgadez en su rostro y manos, y podía jurar a ciencia cierta que bajo esa mascarilla había unas horribles ojeras. A los ojos de Eren, una imagen que le rompía el corazón y que no le gustaría volver a ver nunca más. Quiso acercar su mano, para acariciar las raquíticas mejillas que ahora portaba, pero Armin lo impidió, alejando la mano de un fuerte golpe— ¡Fue una orden!