17: Traición

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La noche era húmeda, fría, pero sigilosa; era una excelente oportunidad. Llevaba semanas planeándolo, ya no podía aguantar la ansiedad y la cólera que tenía acumulada en su pecho, simplemente no se podía quedar sin hacer nada. Emprendería con o sin ayuda, pero ya no esperaría más. Tomó su espada y la guardó en su vaina cual fiel compañera, tratando de ser lo más cautelosa posible. Petra le había estado prestando de sus prendas los últimos días, mientras restauraban su armadura, y para su suerte ya estaba como nueva, por lo que decidió volver a usarla después de tanto tiempo. Sabía perfectamente que no lograría escabullirse por el castillo sin que la descubrieran, así que optó por algo más razonable: la ventana. Sí, la terraza que tenía su cuarto era bastante alta, pero nada imposible. Cruzó al otro lado de las varillas y luego comenzó a bajar lentamente, reviviendo una escena digna de presenciar. Siempre estaba esa suerte que las construcciones de piedra tenían hendiduras o partes que sobresalían, sobre todo las más antiguas, y gracias a esto logró bajar sin mayor preocupación. En el momento en que sus pies tocaron la tierra firme, un extraño sonido se escuchó atrás de los arbustos que rodeaban el castillo. Ella se giró, miró a todas partes en alerta, y al final, una silueta oscura apareció entre estos.

—¿A dónde crees que vas?

Mikasa abrió los ojos con tremendo espanto.


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—Ya basta —pidió la chica, alzándose mientras trataba de forcejar para que su hermano mayor la soltara—. Levi Ackerman, ¡ya déjame en paz! —exclamó soltándose por fin del firme agarre.

El Ackerman mayor frunció el ceño— ¿Qué demonios crees que estás haciendo? —susurró. Cabía decir que para ese entonces ya habían vuelto a entrar al castillo, y que ambos se hallaban en medio del pasillo que daba a sus habitaciones.

La azabache dejó escapar un profundo suspiro, no estaba en sus planes tener que explicarle a su hermano mayor lo que tenía que hacer, a fin de cuentas, quizás si lo hacía él podría unírsele. ¿Por qué no? De todas formas, luchaban por la misma causa, ¿verdad?

—Me marcho de este lugar —declaró dándole la espalda.

—¿A dónde piensas ir? —preguntó Levi, en un tono bajo, pero serio. La inquietud había tomado lugar en su cuerpo, pero no era algo que los demás pudiesen notar.

El solo hecho de pensar en la respuesta provocaba una grieta en su garganta y una llaga en su corazón. Con tan solo pensar en ello las terribles y traumantes imágenes de todo aquello que presenció la inundaban, y le provocaba un temblor en las piernas—... A casa —respondió finalmente, pero no sabía si era la respuesta correcta. ¿A eso se le podía llamar hogar? ¿Seguía siendo su casa?

Levi apretó su mandíbula— ¿Qué... pretendes? ¿Crees que es seguro? ¡¿Crees que puedes volver y tratar de enfrentar a ese maldito asesino tú sola?! —vociferó inconscientemente. Después de más de un mes y medio aún le era complicado tocar el tema. Él debía ser el más fuerte, él era el mayor y el único hombre de la familia a final de cuentas... y no quería decepcionar a Mikasa, pero no podía controlar sus sentimientos en la forma que él deseaba.

—No lo entiendes —Giró sobre sus talones volviendo a quedar frente al mayor—. Cada condenado segundo que pasa él está ahí afuera, disfrutando de su avaricia, sus riquezas y su perfecta vida en la realeza corrupta de nuestro país —Mikasa tragó profundo—. Levi, ven conmigo y larguémonos de este lugar que solo nos ha estado retrasando.

—¿Estás demente? —el más bajo se acercó a la menor y la tomó por los hombros con fuerza, apretando con firmeza la armadura que esta portaba, no siendo impedimento para zarandearla—. No estás pensando con la cabeza fría, te estás dejando llevar por tus sentimientos. Ni siquiera tienes un plan; te van a atrapar tan fácilmente como a un ratón que ha estado merodeando en la cocina.

Flor Del Mal | EreminDonde viven las historias. Descúbrelo ahora