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Una vez detrás de la mesa rectangular con mantel blanco y trozos de vidrios mas pedazos de comida por los costados, Adrien, se pone frente a mí y me señala unas escaleras que estaban detrás de mí a unos cinco metros.

- Escucha, - susurra - quiero que corras hacia esas escaleras y subas. - explica - Busca algún ascensor u otra escalera que te lleve al estacionamiento, ahí te estará esperando un transporte para llevarte a un lugar seguro. - finaliza y yo asiento comprendiendo.
- ¿Estarás bien? - se sorprendió, en su rostro se notaba, escondió una sonrisa y entonces dijo
- Lo estaré. - entonces si sonrió sin mostrar los dientes, pero aún así creando unos tiernos hoyuelos. - Los distraere y tú irás. - antes de pararse me pregunta si tengo un arma y luego de mi confirmación se levanta saliendo de nuestro escondite y pelea contra esos tipos, creando una perfecta distracción que me permite ir hacia los peldaños, sujete el arma con mis dos manos prestando atención a mí entorno mientras ascendía. Caí en cuenta que usar un vestido pegado al cuerpo en estos momentos no era nada práctico.

Seguí subiendo y hasta ahora no había nada más que puertas, cuadros de pinturas muy extravagantes y objetos modernos. Ví entonces, el ascensor y cuando estaba por acercarme, salieron de dentro tres personas, dos hombres y una mujer con una pasamontañas cerrado en la cara. Los hombres tenían puesto trajes negros con chalecos antibalas, unas armas parecidas a la mía, uno era pelado y parecía tener unos treinta y tantos años, el otro tenía rulos y parecía ser más joven.

Me escondí tan rápido como pude metiéndome dentro de una de las habitaciones que se encontraban detrás de las puertas del pasillo. Pegue mi oído a la puerta para escuchar que sucedía.

- ¡Quédate quieta! - gruñó una voz masculina luchando contra los gritos que soltaba la chica pidiendo auxilio.
Ví que la puerta tenía una mirilla, por lo que coloqué mi ojo izquierdo y observé cómo a la fuerza los dos hombres la metían en una habitación mientras la chica soltaba gritos desgarradores. Sabía perfectamente que estaban por hacerle, pero tenía dos opciones, ayudarla o irme.

Me mordí el labio inferior, no sabía que elegir. A veces podía ser una perra sin corazón pero no soy de las personas que dejan a alguien sufrir abuso sexual y no pensaba poner eso en mi lista de pecados que no iba a confesar.

Saque mi arma y abrí la puerta de golpe, lo que apareció en mi campo de visión era exactamente lo que había dicho antes; abusaban sexualmente de ella. El pelado al notarme sonrió con lujuria, el otro siguió en lo suyo, la chica solo me miraba pidiendo auxilio con sus ojos y soltando bajos gemidos de dolor, pues tenía una cinta negra en los labios.

El pelado se acercó a mí, le apunte con mi arma y me vio con miedo.
- Suelten a la chica. - fui directo al grano, no estaba para rodeos. El joven de rulos se apartó con notable molestia, fueron muy estúpidos al dejar sus armas en la mesa, ahora no tenían como defenderse.

Punto para mí.

La chica se acurrucó como pudo en una punta de la cama, tenía atadas las manos y los pies así que no pudo hacer mucho.

- Gracias. - sonreí falsamente y le disparé en la entrepierna al joven que profirió un grito de dolor.
- ¡Música para mis oídos!. - exclamé con voz cantarina
- Estás loca. - dijo el pelado con miedo e intento acercarse a la mesa con las armas pero antes de que pudiera llegar le disparé en el brazo y en la pierna. Grito, eso era obvio, me acerque a la chica quién me observo con miedo.

- ¿Quieres que te deje aquí? - pregunté molesta, y ella negó con la cabeza rápidamente. - Okey. - le desate la cuerda que ataba sus muñecas y luego la de sus pies, ella se sacó la cinta de los labios con cuidado y tartamudeo un gracias. Marcas rojas se notaba por todo su cuerpo y eso en parte me lleno de molestia y solo para desahogarme le disparé en la cabeza al más joven.

Hijas De Mafiosos *PAUSADA*Donde viven las historias. Descúbrelo ahora