19 Aguas termales

331 29 27
                                    



—Definitivamente, me gusta esta ciudad —sentenció Mats  antes de meterse otra patata frita en la boca.

—Lo que te gustan son sus tiendas — recalcó Lana.

Él puso cara de «obvio».

—¿Y a ti no? —preguntó. Luego se quedó callado un momento, la miró y tragó la patata—. Bueno, no he dicho nada.

—Claro que me gustan las tiendas — soltó ella a la defensiva.

—Sin contar las de comida, quiero decir —aclaró él.

Ignoré esa discusión y cogí un puñado de patatas fritas con las manos, luego les di la espalda. Prefería fijarme en los edificios, en los escaparates y en cualquier otra cosa que no fueran esos dos y sus bobadas.

Después de nuestra visita al casino, habíamos caminado hasta el centro y visitado algunas tiendas y boutiques.. Maldije al estúpido cerdo de la granja por haberse comido mis prendas más sofisticadas.

Era como estar dentro de una de esas bolas de cristal que se agitan para que la nieve del suelo se esparza por todo el conjunto.

Nos habíamos sentado en la pequeña terracita perteneciente a una típica taberna alemana y habíamos pedido refrescos, cerveza, patatas fritas y salchichas gigantes. Bueno, yo seguía peleándome con aquel país por evitar la carne, así que pedí la única ensalada que había en el menú, que llevaba patata.

—Yo sigo maravillado por el casino —escuché que decía Julian  tras algunas frases de desconexión.

Me giré para entrar en la conversación.

—¿Sabías  que Dostoievski se jugó más de lo que tenía en ese casino?

León  sonrió mientras miraba las patatas, como un profesor orgulloso de que su alumna hubiera atendido en clase.

—¿Quién es ese? —quiso saber Weigl.

—Un escritor famoso —le explicó Lana con cariño, como si no fuera más que un niño—. Ruso.

—¿Y vino desde Rusia hasta aquí para gastarse su  dinero?

Ella se rio.

—Bueno, creo que debió de ser algo más complejo que eso.

Jules dio un bocado a su salchicha y habló con la boca llena: —Da igual. Te lo aseguro, nena, yo podría venir a esta ciudad cada día si tuviera dinero. De hecho, creo que puedo imaginarme perfectamente viviendo aquí.

La "nena" sonrió al escuchar su nombre.

¿Nena?

—Sigue soñando, guapo. Es gratis —le dijo Mats —. Yo ya me he imaginado compartiendo cenas de prestigio y coches de lujo con uno de esos aristócratas tan atractivos.

—¿Cómo sabes que eran aristócratas? —preguntó Julián.

—No lo sé, pero en mi mente lo son.

—Apuntando alto, Mats, así me gusta —le felicitó Lana.

León  seguía comiendo en silencio, pero parecía divertirse con la conversación. Yo paseaba la mirada entre la mesa y lo que había a nuestro alrededor.

Terminamos de comer y Leon pidió a la camarera unos cuantos vasos de plástico que guardó en su bandolera. No entendí por qué, pero nos levantamos y tomamos rumbo hacia las termas, romanas. Sin embargo, a mitad de camino, Leon nos desvió por una calle hasta donde nos metimos en una gruta artificial de piedras sinterizadas dotada de una fuente de agua potable que, según Leon , tenía poderes. Un grifo sencillo dejaba caer un débil chorro de agua constante sobre una pequeña pila con forma de media luna que sobresalía de la pared de piedra.

Todo apesta, incluido tú (León Goretzka)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora