13 El elemento nuevo del equipo

412 33 18
                                    



Cuando vi a Mats bajar del vehículo a través de la ventana ataviado con su estilo de modelo profesional  no supe si reír o llorar. Reír porque ahogó un grito cuando el tipo que lo había traído bajó la maleta de un movimiento rápido y brusco hasta que aterrizó en el suelo.

Las ganas de llorar eran porque... ¿En qué diablos estaba pensando Andre? ¿Cómo iba a ayudarme ese sujeto? ¿Había venido a prepararme el almuerzo? Porque Mats era el ayudante de chef del hotel de Barcelona y una especie de organizador de eventos frustrado.

Entonces lo entendí. Andre me había enviado a un topo. Le importaba una mierda que me ayudara o no, lo único que quería era que me espiara y luego le mandara un informe detallado a él. Sabía que Mats lo haría, pues era un chismoso de cuidado.

—¡Demonios, cómo pesa! —se quejo el improvisado botones.

—¡Tenga cuidado! —exclamó Mats. Estaba algo o bastante molesto a decir verdad—. Esa maleta es de Louis Vuittom

—¿De quién? Creía que era suya —se extrañó el hombre.

Mats puso los ojos en blanco, le dio una propina por su «amabilidad» y se volvió hacia la fachada principal con esa cara de espanto que yo conocía bien.

Salí a recibirlo con una sonrisa falsa, casi tanto como la que esbozó él al verme. Me constaba que me detestaba. De hecho, creía recordar que una vez lo había hecho llorar. Pero no fue mi culpa, es que Mats era demasiado sensible y no sabía aceptar las crítica.

—¡Mila! —Levantó una mano y saludó cómo tuviera 10 años

—Bienvenido —le dije.

Fui a darle un apretón de manos, pero él me abrazó como si fuera mi mejor amigo. «Oh, vale», musité, incómoda.

Al separarnos, me fijé en su atuendo todo combinado y muy pulcro

Él hizo lo propio con mi atuendo y pude ver la sorpresa en su rostro cuando se detuvo más de la cuenta en mis pies.

—¡Qué cambiada te veo! Parece que te has adaptado perfectamente a la vida en el campo. Sin tacones y con vaqueros

—Si yo te contara...

—¡Cuenta, cuenta! Ya sabes que me encanta escuchar.

Ya... «Escuchar».

—Ya tendremos tiempo para eso. Ahora, cuéntame tú lo que está haciendo aquí.

Se quedó un poco molesto porque fui bastante directa, pero no pude evitarlo.

—Quiero decir... ¿Has cometido alguna falta recientemente y venir al siglo XV es tu penitencia?

Él se rio, algo más relajado.—Siempre tan graciosa.

—¿En serio? ¿Yo, graciosa?

—Andre me dijo que necesitarías elegir al equipo de cocina, confeccionar menús y esas cosas. Además, ya sabes que mi segunda especialidad es la decoración. ¡Lo mismo te decoro un muffin que una habitación! —soltó con una risa.

Ja. Ja. Ja. ¡ Ultra gracioso!

Forcé una sonrisa porque no supe qué contestar a eso. De todas formas, era posible que con la elección del chef y demás sí pudiera ayudarme

—Vaya... —dijo cuando entró en el comedor—. Muy... vintage.

Muy amable por su parte utilizar un eufemismo para decirme que aquello se caía a pedazos.

—Tenías que haberlo visto hace un mes —repuse un poco a la defensiva.

Me quedé parada un segundo, procesando mis palabras. Un mes. ¿Un puto mes? «Andre, esta me la vas a pagar cara. Y muy, muy lentamente».

Todo apesta, incluido tú (León Goretzka)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora