27Dejarse llevar

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Lana paró la camioneta junto a la acera y puso el freno de mano.

—Oye, ahora que me acuerdo, ¿no le pediste a Claudia que te peinara?

Joder, semanas preguntándome cómo se llamaría la dichosa Barbie y ahora no paraba de escuchar su nombre.

—Ya, pero he cambiado de opinión—dije, quitándome el cinturón.

—Pues su pelo es una auténtica preciosidad — señaló Mats desde el asiento de atrás.

Sí, ya sabía que tenía una melena de anuncio de L'Oréal, pero después de todo no pensaba dejar que se acercara a mi pelo de ninguna de las maneras. No tenía ganas de llevar peluca.

—¡Vaya! ¡Clientes nuevos! —celebró una chica joven, más o menos de la edad de Lana .

—¿Tienes un hueco para peinarnos?

—¿A los tres?

Asentí.

—¡Pues claro! ¿Son los extranjeros no? Los de Barcelona.

—¿Necesitas que te corte el pelo?

—No, bonita, solo quiero que me peines.

Diane abrió los ojos como platos ante la respuesta de Mats

—¿En serio?

El se tocó el pelo con cuidado y miró alrededor, sopesando bien esa petición.

—Integración —susurré muy bajito.

—Me temo que sí... —terminó diciendo.

Al final, los tres acabamos de media con unos dos centímetros más de cabeza. Menos mal que no me había decidido a cortarme nada. Antes le habría confiado mi pelo a Eduardo Manos de Tijeras.

—Bueno, pues... gracias, supongo.

—Gracias a ustedes —dijo ella mientras se disponía a cobrarnos—. Le han dado caché a esta humilde peluquera.

—No digas tonterías, el caché nos lo has dado tú, guapa —le dijo Mats.

Ella soltó una risita y cerró la caja registradora.

—¡Nos vemos en el baile!

****

Cuando entré, me quedé bastante impresionada. Mesas redondas con mantelitos rojos y farolitos en el centro, muérdago colgando del techo, un árbol de Navidad bastante grande en uno de los laterales e incluso puestecitos de comida caliente y dulces típicos. Una orquesta tocaba villancicos encima del escenario.

—Joder... —solté sin poderme contener.

Mi mirada se encontró entonces con la del alcalde. Asentí con énfasis y señalé la sala, él alzó la barbilla y sonrió con orgullo. Aquel hombre y yo lograríamos entendernos.

Lana  buscaba con la mirada entre la gente, igual que yo. Al final, encontramos a Julián y a Leon sentados en una de las mesitas del fondo, justo delante del escenario. Me llevé la mano a mi pelo ultra rizado y traté de aplacarlo un poco, pero por el rabillo del ojo veía los rizos danzar locos antes de metérseme en los ojos.

Así que, mientras caminaba con mi vestido negro y media manga, me fui recogiendo el pelo en una coleta alta que me dejaría la cara despejada. Al fin y al cabo, me había esmerado en el maquillaje y quería que se notara.

—Nena, ese movimiento de caderas los va a dejar a todos locos —dijo Mats con la boca torcida para que no lo oyeran.

—Con que deje a uno, es suficiente —apostilló Lana —. Por cierto, misión cumplida.

Todo apesta, incluido tú (León Goretzka)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora