21Mil puntos para Léon pero Julian se lleva el juego

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¿Maquillaje? Listo. ¿Pelo? Listo. ¿Tacones? ¡Por supuesto que listos!

Eran solo las seis de la tarde, pero por la oscuridad del cielo que se veía a través de la ventana de mi habitación parecían las diez de la noche.

Nota mental: «regalo de Navidad para Lana: otro vestido dos tallas menos de lo que necesita».

—Cuidado, hombres —dijo—, agarrense que vienen curvas.

Ya... Hombres, ¡ja! Cuidado tendría que tener otro, pero parecía que la última en enterarse era ella.

Nos pusimos el abrigo y bajamos las escaleras de ese hotel tan sencillo pero tan acogedor (y tan bien situado). Hacía un cuarto de hora por lo menos que los chicos nos habían tocado a la puerta para avisarnos de que nos esperaban abajo. Estaban en el vestíbulo, de espaldas a nosotras.

—¿Nos vamos? —dije al llegar hasta ellos.

Se giraron de golpe, sobresaltados. Vaya... Por un momento me quedé parada, sin saber muy bien qué decir.

León estaba recién afeitado y a través del abrigo asomaba el cuello de una camisa negra. Sus pantalones también eran negros, al igual que sus botas. ¿Un l o o k total black? Una de mis debilidades. Ups.

Julián se había peinado hacia atrás, pero se había resistido a deshacerse de la barba. Bueno, seguramente era mejor así, porque sin ella habría parecido un niño de dieciséis  años.

Y Mats ... Llevaba un tupé tan repeinado que ni un huracán podría echárselo a perder, y para aquella noche había cambiado su abrigo por uno de color camel hasta las rodillas.

Los tres observaron nuestro atuendo, pero Leon  se quedó mirándome a lo ojos con una expresión extraña, como si le asombrara verme.

—Por Dios bendito, Lana... ¿eres tú? —inquirió Mats , completamente sorprendido—. No me lo puedo creer, estás fantástica. ¿Verdad que lo está?

León asintió y Julián ...Julián  no hacía más que mirarla como ausente. Su amigo entonces carraspeó y le dio un codazo.

—Sí, sí... Fantástica —balbuceó el chico torpemente.

—Mila, por supuesto tú también, pero eso no es ninguna sorpresa.

—No estoy de acuerdo —dijo Leon, aunque mirándome a mí—. Hay cosas que siempre te sorprenden, da igual las veces que las veas.

—Tienes razón —coincidió Mats, quitándose un sombrero imaginario—. Goretzka, por una vez has sido más caballeroso que yo.

El otro se encogió de hombros y me dedicó una sonrisa fugaz antes de indicarnos el camino. Me di cuenta de que me dolían las mejillas porque llevaba un buen rato sonriendo. Hasta que el frío me azotó de frente, despeinando mi pelo sedoso y planchado y congelándome las extremidades. Genial, tanto esfuerzo en cuidar el maquillaje y ya iba a parecer de nuevo un reno.

—Joder, qué frío —me quejé frotándome los brazos.

—Tranquila, estamos cerca —dijo Leon —. En cuanto andemos un poco entraremos en calor.

—Creo que nunca entraré en calor —dijo Mats.

Aceleramos el paso, pero apenas note los beneficios. Me tapé con la bufanda hasta las orejas y gruñí a través de la lana.— Nunca debí ponerme este pantalón —gemí.

Julián se burló de nosotros porque decía que en España no sabíamos lo que era el invierno.

—Oye, sabemos lo que es el invierno —se defendió Lana —. Esto es otra cosa. Una quinta estación diabólica, diseñada por el gobierno para aumentar el consumo de calefacción y ropa de abrigo.

Todo apesta, incluido tú (León Goretzka)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora