18 Otra dimensión, una incognita

378 27 6
                                    




—¡Vaya suerte!

León parecía encantado a pesar de tener que maniobrar varias veces para meter la dichosa camioneta entre dos coches también bastante grandes.

—Oye, y hablando de cosas que no se pagan... Tendremos que hacer cuentas y ver a cuánto salimos cada uno, ¿no? Empezando por la gasolina.

Leon se metió las llaves de la camioneta en el bolsillo del pantalón.

—Las princesas no deben preocuparse por el dinero.

—Leon...

Su sonrisa misteriosa hizo saltar todas mis alarmas. ¿Qué estaba tramando?

—Lo tengo todo controlado, tú no te preocupes, ¿vale?

No, no valía, pero decidí dejarlo para más tarde.

—Gracias a Dios —dijo Mats cuando sus pies tocaron tierra firme—. Ya no aguantaba más a estos dos.

Lana le dio una palmadita en la espalda.

—El sentimiento es mutuo, Mats.

—Bueno, ¿dónde estamos?

Julian frunció el ceño ante mi pregunta.

—Eso no importa —contestó sorprendido.

Lo miramos como si fuera idiota (que lo era).

—Gracias, Julian —repuse yo y le dediqué una sonrisa amable. Su ignorancia a veces me resultaba bastante entrañable.

Leon soltó una risita.

—Ahí delante empieza Lichtentaler

El paseo Lichtentaler era una enorme línea verde que se perdía en el horizonte, lleno de flores y árboles de todo tipo. Se respiraba tranquilidad y ante ese paisaje natural mezclado con algunas casas señoriales a la otra orilla del río. Y, como guinda del pastel, un montón de puestos navideños estaban siendo preparados para el mercadillo.

—¿Vamos a recorrerlo entero? — pregunté, ansiosa por estirar las piernas.

Un carruaje venía de frente hacia nosotros, completando la preciosa postal que teníamos delante.

—Podríamos coger un carruaje — sugirió Mats.

—Podríamos, pero no lo haremos — sentenció Leon —. La mejor manera de conocer una ciudad es a pie, así que... ¡Andando!

Di una palmada de celebración.

—La mejor manera de conocer una ciudad es con dinero y una semana por delante —refunfuñó Mats, nada conforme con la decisión.

—Pero no tenemos una semana, ¿no?—me preguntó Leon, como si estuviera deseando que yo alargara el plazo.

—Sabes que no. Chascó la lengua.

—¿Lo ves, Mats? Es la jefa quien lo dice, no yo.

Mats gruñó.

—Muchas gracias —murmuré hacia Leon.

—Vamos, tampoco será tan largo — comentó Lana animada—. ¿Dos, tres kilómetros?

León asintió.—Creo que casi tres.

—Eso me lo hago yo a diario para ir de mi casa al bar.

Mats le lanzó una mirada de odio a Julián .

—No sé por qué no me sorprende.

—No te enfades, Mats —continuó el chico de buen humor—. Y demuestra de qué están hechos los cocineros. Ahora tú los representas a todos.

Todo apesta, incluido tú (León Goretzka)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora