30 Todo apesta aqui pero mucho mas tú André

443 33 59
                                    




Me tiré todo el camino de vuelta con los nervios a flor de piel, todavía sin poder creerme que André estuviera allí de verdad. O sea, que me pasaba semanas rogándole que viniera a ayudarme y no me hacía ni puto caso, y ahora se presentaba por las buenas sin avisar.

Igual que en el colegio: persigue al chico que te gusta y pasará de ti. Trátalo como si fuera menos importante que el borrador de la pizarra y se preguntará qué tienes tú de especial para ser la única que no lo venera. Los seres humanos somos ridículos.

León no abrió la boca, pero tampoco hizo falta. Su expresión lo decía todo: estaba preocupado, y tal vez un poco molesto. Por Andre, por mí, por su declaración sin respuesta. Vale, estaba MUY enojado.

No me atreví a decirle nada porque en aquel momento ni siquiera sabía qué sentir. Andre estaba allí, y yo había deseado que ese momento se produjera desde el primer día. Me había imaginado su llegada de mil formas, pero en ninguna aparecía yo con cara de amargada o confundida. Más bien, saltaba eufórica a sus fuertes brazos y luego lo subía a mi habitación.

Cuando paramos frente al hotel, Andre ya nos estaba esperando fuera junto a una Lana y un Mats con cara de circunstancias.

Me tomé mi tiempo para quitarme el cinturón, tomar aire y expulsarlo despacio.

—Veamos en qué acaba todo esto — masculló León antes de bajar de la camioneta.

Por el cristal delantero vi cómo los dos supuestos amigos se saludaban con un apretón de manos escueto y tenso.

Después todos se giraron hacia mí, a la espera.

—Vale, tienes que bajar ya —me dije a mí misma para infundirme valor.

Y bajé. Y miré a la cara a ese cabrón con la cabeza bien alta. Venía impecable, de traje azul marino y camisa blanca. Estaba como un modelo, eso era un hecho, pero fue como si me resbalara.

Me escudriñó de arriba abajo y sonrió, sorprendido de verme con vaqueros y bota llena de tierra.

—Vaya, cariño, estás... cambiada. Nunca te había visto sin tus faldas y tus tacones.

—Ya ves —le dije, dándole la mano que me ofrecía—. Es lo que tiene que me mandaras a la orilla del mundo. Me he adaptado

—Por supuesto. Lana,me ha contado que has sido una jefa muy generosa.

Alcé las cejas y miré a mi amiga, que me guiñó un ojo.

—Lana es muy amable. Y una Ter Stegen —añadí, recordando algo—. Qué curioso que se te olvidara mencionármelo.

—¿No te lo dije? —Andre frunció el ceño.

—No —respondimos su prima y yo a la vez.

Andre se metió una mano en el bolsillo del pantalón.

—Qué raro. He estado tan ocupado que ya no recuerdo ni lo que digo —se excusó—. Pero bueno, ¿qué te voy a contar a ti, verdad? Tú también has estado muy ocupada.

Una miradita a León, que se cruzó de brazos.

—Pues sí, bastante.

—Ya veo. Oye, Goretzka, ¿y qué hay de ti? Hace mucho que no te veo.

—Pues yo no me he movido de aquí —respondió él con un tono que denotaba el reproche.

—Ya, bueno. Habría venido más, pero en Barcelona tengo muchos compromisos.

Apreté los puños y di un pequeño pasito hacia adelante. Respiré hondo.

—Sí, ya me imagino. —comentó Leon —. Eres un tipo con mucha suerte.

Todo apesta, incluido tú (León Goretzka)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora