22 Un pequeño baño de pueblo

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—Dios mío... Casi espero ver por ahí a Gepetto con un tronco bajo el brazo —comentó Mats.

Había tanta belleza a nuestro alrededor que resultaba empalagosa. De calles bien asfaltadas y limpias y multitud de rincones pintorescos,

—¿Se puede saber qué les  pasa a todos esta mañana? ¿Es que me he perdido algo?

Nos miramos entre nosotros pero nadie dijo nada.

—Estamos cansados —dije yo, antes de que Mats  hurgara más—. A veces es mejor quedarse callado si no vas a mejorar el silencio.

—Eso es una idiotez.

Continuamos recorriendo el pueblo a pie, pero a pesar de lo acogedor del paisaje, parecíamos todos tensos e incómodos.

—Venga,Mila, dime qué pasa — me pidió en castellano.

—Ya te lo he dicho —insistí.

—No me vengas con esas cosas —gruñó—.León  y tú apenas se hablan, y esos dos no dejan de lanzarse miraditas y sonrisitas silenciosas. ¿Qué me he perdido?

—No preguntes —le susurré antes de alcanzar a los otros.

Se quedó con la palabra en la boca y lo escuché murmurar algo. Estaba claro que volvería a preguntar.

—¿Y si vamos a la Oficina de Turismo? —se me ocurrió preguntar—. Podríamos pedir un mapa, con tanto sendero es fácil perderse.

—Tranquila, el único mapa que necesitamos está aquí. — Leon se llevó un dedo a la frente.

—Menudo alivio.

—¿A que sí? —dijo él con una sonrisa de suficiencia, plenamente consciente de mi ironía—. No sé qué harías sin mí, princesa.

—Respirar tranquila —repuse por lo bajo.

Se inclinó hacia mi hombro.

—Lo tomaré como un cumplido — susurró antes de pasar de largo y rozarme con su codo.

Llevaba toda la mañana de los nervios, con la cabeza dando vueltas sobre el mismo tema:Leon. Después de que me confesara su nuevo color favorito, yo le había respondido con el más absoluto silencio, incapaz de reaccionar con lógica. ¿Leon en mi habitación de hotel lanzándome indirectas? Aquello se me había ido de las manos.

Había fingido dormirme, pero en realidad seguía con los ojos abiertos cuando el dormido fue él.

A la mañana siguiente, su cama estaba vacía cuando yo me desperté.

—Granjeros, carpinteros... ¿Todos ponen a qué se dedican? —preguntó Mats. con curiosidad ante los carteles de madera que tenían la mayoría de las casas—. ¿No hay unas páginas amarillas o algo así, ¿saben que existe Internet,no? Bueno, sí, qué tontería. Si alguien como Julian va por ahí con Youtube en el bolsillo.

—¡Eh! —se quejó el aludido—. ¿Qué insinúas?

—Vale, por fin te hago hablar — celebró Mats —. Estaba empezando a echar de menos tus constantes molestias.

Los demás nos reímos y, gracias a esa pequeña broma, el ambiente pareció relajarse.

—Bueno, ¿a alguien le apetece tomar algo? —propuse—. Tanto viñedo me está dando sed.

—Me alegro de que saques el tema — dijo Leon — porque hay una bodega familiar en la parte alta de los viñedos con dispensadores de bebida. ¿Les apetece probar la Alde Gott?

—¿Qué diablos es eso? —preguntó Mats.—La uva típica de esta región.

—Viñedos por doquier, uvas típicas, caldos de la tierra... Se nota que estamos pegados a Francia, ¿eh?

Todo apesta, incluido tú (León Goretzka)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora