Kigurumis

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Era injusto.

Ciertamente, era muy injusto.

¿Por qué todo le salía mal?

Un pequeño Arthur, de aproximadamente siete años, se encontraba hamacando entre sus brazos a un Martín de dos años, intentando que éste dejase de llorar.

Sí.

Y todo este lío, fue nada más y nada menos que culpa del inglés. Jamás le debió aparecer una publicidad de los kigurumis en su televisión.

FlashBack

Inglaterra, yacía sentado elegantemente en uno de los sillones de la sala de estar; disfrutando de su querido té, de repente, apareció en su televisor un anuncio sobre los kigurumis, una nueva moda japonesa, que consistía en una gran variedad de disfraces sobre animales, generalmente, utilizados como piyama: dragones, gatitos, perros, conejos, vacas.

Vacas.

Vaquitas.

Arthur, no pudo evitar dirigir sus orbes verdes hacia su pareja, quien se encontraba bebiendo agua en uno de los extremos de la sala; «probablemente, se vería increíblemente tierno en alguno de aquellos disfraces de animales» pensó Arthur, a la vez que, sin poder impedirlo, la imagen de infante de Martín se colaba en su memoria.

Siendo incapaz de eludir sus deseos(o bien, no querer eludirlos) se propuso lanzar un hechizo al argentino, para lograr que retornara a la edad de dos años. Y así,lo disfrazaría con aquellos trajes.

Plan perfectamente dulce.

Fin Flash Back

Lo que no esperaba,era que, nuevamente, su magia le hiciera una mala jugada, afectándolo a él también, aunque en este caso, le redujo menos la edad y conservaba sus recuerdos.

En tanto, su pequeña "pareja", seguía llorando, Arthur, recordó que tenía otros kigurumis (capricho de Japón, quien se encargo de repartir varios entre todas las parejas, también de diferentes tamaños,alegando que algún día, podrían usarlas con sus hijos).

Bien.

El europeo, se colocó un disfraz de conejo, comenzando a jugar con Martín-quien tenía puesto un disfraz de vaquita-el pequeño infante dejó de llorar, para dar lugar a varias risitas.

De repente, Escocia entró en la casa.

Arthurito, se quedó sorprendido. No movía ni un músculo. ¿Qué mierda hacía su hermano en su hogar?

—Mmmm, lo sabía—Allistor exhaló el humo su cigarrillo —Tu magia salió terriblemente mal. Ciertamente, aún no has desarrollado completamente tu supuesto talento —Dio una pitada, el pequeño inglés frunció el ceño —No solo te has afectado a ti. Si no,también, a varias parejas en el mundo, incluyendo la mía—Ciertamente, Arthur, no había notado que aquello envuelto en mantas entre los brazos del pelirrojo era la pareja de su hermano...convertido en un niño de dos años —Más te vale que arregles esto rápido...Aunque no esté de todo mal —El escocés,dirigió su mirada hacia el infante entre sus brazos, sonrojándose. Para luego, observar a Inglaterra, quien se sonrojó, se sentía un tanto avergonzado.

Suspiró y decidió acostar a Martín, quien se quedó dormido, y buscar entre sus libros, un método para revertir el hechizo.

—Por cierto,hermano —El menor lo miró expectante —Conejo —. Allistor,articuló suavemente la palabra. Con un deje cómico, sin dejar de lado, su seriedad particular. Se marchó.

Arthur, miró completamente su traje, y se sonrojó hasta las orejas. Debía buscar rápidamente una solución a ésto y mejorar en los hechizos para la próxima vez.

Antes de dirigirse a su cuarto de magia, entró a la habitación de Martín y lo contempló durmiendo, se veía completamente tierno.

Sonrió.

Treinta días en nuestras vidasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora