Siempre

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Las miradas intensas de Martín y Arthur, sus respiraciones profundas y entrecortadas, el fervor en sus cuerpos...Y el clima dentro de la habitación se sentía candente, candente y emocionable.
El argentino, rodeo con su brazos la cintura de su pareja, atrayéndolo hacía él, para fundirse en un beso acalorado y apasionante. Arthur, lo abrazó por el cuello, mientras lamía el labio inferior del rubio.
Se separaron, por un breve instante volvieron a mirarse a los ojos, cautivados.
Volvieron a besarse.
Arthur acarició el cabello de Martín, quien suspiró placenteramente ante el tacto. Siempre le agradaron las caricias de Arthur, siempre.

El pequeño Plata trataba, inútilmente, de mantenerse despierto.
Quería seguir jugando con Arthur, pero su cansancio se lo impedía, y como su padrino continuara acariciándole los cabellos rubios, no resistiría por más tiempo.
La pequeña colonia se había dormido.
Inglaterra sonrió tiernamente, besó la frente de su ahijado, y lo arropó suavemente, mientras continuaba acariciándolo.
Entre sueños, el pequeño Martín sonrió.

El inglés se posiciono encima de su pareja, se besaron brevemente los labios. Luego, Arthur besó la mandíbula, siguiendo el recorrido, con besos mojados hasta el cuello, allí, se dedicó a lamer, besar y morder.
Trazó con su cálida lengua el lateral izquierdo del cuello, mientras escuchaba complacido los suspiros placenteros del argentino. Besó y sopló aquel punto en el que su pareja se deleitaba, aquel punto en el cuello, que lo hacía suspirar más profundamente.
Unieron sus bocas nuevamente, el rubio mayor intentaba despojar de la remera, mientras el argentino lanzaba una risita.
—Se nota que estás desesperado, eh —. Declaro arrogante.
Arthur le dirigió una mirada de molestia y vergüenza, iba a gritarle al engreído ese lo completamente equivocado que estaba.
Sin embargo, se le ocurrio algo mejor.
—Mmm —Manifestó, lamiéndose los labios —. ¿Y quién no lo estaría? —Inquirió sugestivamente, en un tono sensual.
Martín balbuceó incoherentemente, atónito por la respuesta del inglés, sintió sus mejillas arder, posteriormente, sus orejas y cuello. Sí, se había sonrojado completamente.
Ahora le tocaba a Arthur largar una risita.
Con su mano derecha tomó el mentón del argentino, dirigiendo su intensa mirada hacia la de éste último, que sintió cosquilleos ante la potencia y lujuria que emanaban los orbes verdes de repente, el ambiente se sintió mas cálido, más húmedo, más excitante.
Ambos jadearon.
Martín acarició los hombros de Arthur, quien sintió un agradable cosquilleo desde sus hombros hasta la punta de su espina dorsal. En tanto, el argentino le desabrochaba la camisa, y besaba con fervor sus labios. Y sí, Martín encontraba excitantemente dulce los labios de Arthur.

—¿Realmente...nunca te cansas de ésto, no? —. Inquirió el inglés con cierta molestia, aunque un tanto divertido.
El latino volvió a posar la cuchara, con dulce de leche, sobre los labios de Arthur, éste volvió a degustar.
—La verdad, no —Respondió Martín —Ya te lo dije tus labios son exquisitos, dulces. Imaginate, entonces, con dulce de leche —Arthur se negó a probar nuevamente. Sin embargo, el argentino, comió el dulce y besó los labios del inglés, saboreando.
—Es tu culpa por ser tener una boca tan dulce —. Volvieron a besarse.

El sureño se encontraba sobre el europero, ambos despojados de sus vestimentas superiores.
Se contemplaron sus cuerpos, observando cada detalle, deleitandose con la mirada del otro recorriéndolo. Eso sólo aumentaba más la excitación.

Ya habían sido varias veces.
¿Cuánto más continuarían así?
Inclusive los demás lo notaban.
Es que era demasiado obvio.
Quizás no se dirigiesen la palabra, al menos no amenamente, sin embargo, sus miradas delataban todo aquello que su voz callara; contemplaban sus cuerpos, sus ojos eran incapaces de voltear a ver hacia otro lado.
Martín contemplaba a Arthur.
Arthur contemplaba a Martín.
Y, en esas escasas ocasiones, en los que ambos tomaban valor de mirar más allá, se encontraban.
Se encontraban, mirándose a los ojos.

Martín acariciaba con su lengua, mordisqueba, chupaba y besaba los pezones de Arthur, quien gemía, el argentino sabía que esos rosados pezones, eran una potente zona erógena.
Acarició con sus manos las caderas de su pareja, mientras comenzó a frotar, por encima de la ropa, sus pelvis.
Ambos soltaron un intenso gemido, el argentino aumentaba la velocidad de sus movimientos.
—Ma-Martín ¡Ah! —Gimió Arthur
El nombrado detuvo sus movimientos.
—Arthur, voy a...¡Ahhhh! —La excitación lo interrumpia —sacarnos la ropa. No aguantó más, quiero sentirte —Expresó con la voz ronca por el placer, mientras deshabrochaba el cinturón, y despojaba de sus
prendas inferiores a Arthur, desnundándolo por completo.
Volvieron a besarse, el inglés le acariciaba la espalda y el culo. Le quitó los pantalones y boxérs a su pareja, desvistiéndolo completamente.
Se sentaron en la cama, frente a frente. Dirigieron una de sus manos al miembro del contrario. Ambos comenzaron a masturbarse.
Al principio las caricias eran lentas y suaves, haciendo que pronunciaran gemidos profundos.
—Mmmm, Arthur —. Jadeó Martín.
El nombrado comenzó a efectuar movimientos más rápidos, provocando que el argentino volviera a gemir más fuerte.
—Ah, A-Arthur, ay Dios mío, la concha de su madre —Su respiración era agitada y entrecortada.
—Ahhhh, Martín —Pronunció el inglés, al sentir que su pareja aumentaba la velocidad de sus caricias, de arriba hacia abajo. Acarició con su dedo pulgar la punta del pene —¡Oh! ¡Fuck, yes!
Los jadeos aumentaban en la habitación.
La pareja se miraba durante algunos instantes, ver sus expresiones de placer, era una experiencia muy excitante.
Y escuchar.
Escuchar los gemidos de placer, el nombre del otro, era agradable y excitante.

Era agradable compartir la vida de pareja, acompañados de buena música, sobre todo en las tardes lluviosas.
—"Algún tiempo atrás pensé en escribirle" —Martín cantaba, mientras continuaba ordenando los cd´s —."Y nunca sorteé las trampas del amor"
—"De aquel amor de música ligera" —Arthur cantaba, acompañando al argentino —."Nada nos brinda, nada más queda" —. Ambos finalizaron la canción, sonriéndose.
Es bueno escuchar música juntos.
Es bueno escucharse.

—¡Ah, ah! —Jadeaba Arthur, al sentir una nueva estocada.
—Mmm, ay, que rico, che...—Martín se lamió los labios, de puro placer.
Entre gemidos de placer, suspiros, jadeos la pareja se abrazó. Ambos impregnaron su olfato del aroma del contrario, sintiendo aún mas deleite, ante la grata sensación.
El aroma tan característico de su pareja, el fervor de compartirlo mediante un abrazo, evocando recuerdos y sensaciones.
—Ay, ¡A-Arthur! —Martín gruño y gimió sonoramente —Ah, ah, me voy a venir...—Declaró, sintiendo como las contracciones en su miembro aumentaban.
Acarició el rostro de su conyúge, mientras se recitaban palabras de amor, provocando un mayor éxtasis.
—Yo también, love —Manifestó Arthur —Oh, s***...
Ambos volvieron a besarse, intensamente. El fervor, placer y amor que sentían se compentraban perfectamente, mientras los movimientos se intensificaban, llegando al climax.
—¡Arthur!
—¡Martín!
Ambos se vinieron.
Largaron un gran gemido, mientras su cuerpo producía leve espasmos debido al placer.
En la habitación, nada más se oían sus leves respiraciones.
Se besaron nuevamente, mientras se susurraban palabras de amor mutuo.
Se acostaron, tapandose con las cubrecamas, volvieron a mirarse intesamente a los ojos, transmitiendo todos sus sentimientos a través de sus miradas. Volvieron a besarse, y durmieron abrazándose.

No importaba en qué contexto, cuándo, dónde o cómo, ellos siempre volverían a encontrarse, simplemente, mirándose a los ojos.

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⏰ Última actualización: Mar 08, 2020 ⏰

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