Capirulo 31 - Coma

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[Narrador: Ann Brown]

Logré abrir los ojos, me sentía muy pesada, me dolía la cabeza de manera abismal. Miré de un lado a otro, no sabía donde estaba, estaba todo oscuro, no podía ver. Sentí que mis manos estaban entumecidas, estaban atadas, tenía algo en mi boca, miré para abajo y noté que mi ropa estaba sucia.

¿Dónde estoy?

— Ya tenemos a la muchacha. — Recordé, esa voz la había escuchado antes, era el hombre de delante de la librería. Lo escuchaba hablar pero no podía verlo, debería de estar del otro lado de la puerta que se encontraba delante de mí.

— Uh mahmm... — Intenté hablar pero era imposible.

Me encontraba mareada, cansada y por alguna razón asqueada. Tenía muchas ganas de vomitar, no entendía el porqué. Traté de contener mi respiración al notar el olor inmundo del lugar.

— Claro, ¿la subasta? Mañana, claro, claro. — Sólo llegué a escuchar otra vez.

¿Subas...ta?

De un momento a otro, quedé inconsciente.

***

Volví a despertar en el mismo lugar, miré otra vez y no había nadie de vuelta.
Traté de recordar una y otra vez que pasó cuando salí de la librería pero no lo recuerdo. Estaba claro que no me subí al auto por propia decisión.

— ¿Ya despertó? — La puerta se abrió y dos hombres entraron. Uno de ellos, me parecía sumamente familiar, estaba segura de que se trataba del hombre con el que había hablado delante de la librería.

¿Cuánto tiempo es el que llevó aquí?

— Perfecto. Debemos de tomar tus medidas. — El otro hombre tenía una libreta y un medidor.

Esto es como...

Se parecía a la anterior vez, la vez que me vendieron en la subasta. ¿Por qué? Me estaba pasando lo mismo por segunda vez.

— Empecemos. — Comenzó a tomar mis medidas. Recordar aquello y vivir esto, me entraron ganas de llorar.

— ¡Oye, no pongas esa expresión! — El acompañante del hombre de la librería me golpeó el rostro. No lo miré, me quedé en silencio hasta que se fueron.

Tengo que irme rápido...

Miré a mi alrededor con las pocas fuerzas que me quedaban, no veía nada. El cuarto y el suelo estaban pintados de negro, la puerta también. No sabía que hacer, no había ni una sola ventana en todo el lugar.

Lloré, volví a llorar, una y otra vez, como si sirviera de algo, simplemente por el miedo que me ocasionaba tal situación. Era revivir mis miedos.

— ¡Claro que tenemos a la chica! Ya sé que es mañana, idiota. No, no, es bastante fea, no es mi tipo pero seguro alguno de los viejos de la subasta la querrá. — Pude escuchar como hablaba con su compañero, iban pasando de un lado al otro delante de la puerta.

Que asco...

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