Capítulo 35 - Memorias

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[Narrador: Ann Brown]

Luego de estar unos largos minutos en el hospital, me lograron atender. Nos quedamos, luego de eso, sentados esperando al médico.

— No me presenté ahora que me doy cuenta. — Lo miré de reojo, parecía calmado y con una sonrisa de satisfacción en su cara.

— Yo, no recuerdo mi nombre, no puedo presentarme. — Nos quedamos mirándonos unos segundos.

— No te preocupes por eso, cuando lo recuerdes, me puedes decir tu nombre. El mío es Júpiter Frías.

— ¿Júpiter? Suena muy raro y gracioso. — Solté una carcajada de los nervios.

— ¿Tú crees? Comúnmente me dicen que no es un buen nombre.

— Disculpen. — Noto que el médico estaba a unos centímetros de nosotros, nos levantamos a la vez para hablar.

— Júpiter Frías. — Estrecharon sus manos, se alejaron un poco de mí y comenzaron a hablar. Estaba claro que no querían que escuchara. No me importó, me quedé parada, esperando que él volviera.

Minutos después, él volvió.

— Nos vamos. — Pasó junto a mí, me di la vuelta para seguirlo.

— ¿Dijo algo el médico? — Pregunté.

— Nada en particular, no es grave lo que tiene. Dijo que es amnesia temporal y que dentro de unas semanas o quien sabe cuando, volverás a tener tus recuerdos.

— ¡Eso suena bien! — Salimos del hospital, nos dirigimos al auto y nos subimos en él.

— Cuando lleguemos a la casa, trata de comer algo y bañarte.

— ¡Claro! — Prendió el motor y el auto comenzó a moverse.

Había olvidado todo, no recuerdo ni siquiera mi nombre, no sabría decir que esta pasando. Pero, una cosa tengo segura, esta persona con la cual estoy compartiendo este auto, no me hace sentir incómoda ni nada. A tal punto, diría, que nos conocemos de toda la vida. Quizá, estoy exagerando.

— Llegamos. — Parpadeó dos veces al mirarlo. Miré el reloj del auto, había pasado una hora, mis pensamientos me llevaron a ignorarlo mucho tiempo.

Nos bajamos del auto y entramos a la casa. Dicha casa, era muy grande pero no era llamativa comparada con las demás casa del lugar.

— Señor, bienvenido. — Nos recibió una joven muy bonita en la puerta.

— Sam, haz que ella se bañe y que coma algo. — Agregó antes de irse caminando en dirección a las escaleras que estaban delante de la puerta.

— Claro, señor. — Sólo contestó antes de que él se fuera completamente del lugar. Se quedó en silencio mirándome y sonriendo.

— ¿Ocurre algo?

— ¡No, no! Debe de seguirme, por favor.

***

No sabría decir cuanto tiempo exactamente pasó pero, luego de largo rato, ya de noche, yo y esa mujer que me había acompañado, volvimos a bajar por esas escaleras en dirección, según ella, a la cocina.

Estaba pensando que la casa era muy grande pero, por alguna razón que aun no entiendo, me parecía pequeña a la vez.

— Eso se ve delicioso. — Escuché la voz de Júpiter a unos centímetros de mí, estaba a la siguiente puerta, en la cocina. Parecía estar probando algunas cosas, habían varias personas allí.

Se nota que él es una persona muy sociable.

— ¡Hola! — Agregó de lo mas alegre en mi dirección cuando entré por la puerta. No supe como contestar, sólo sonreí.

— Señor, lo llaman. — Otra persona apareció detrás de mí, me quedé mirando que tenía un teléfono en la mano. Me parte para que pasara y él salió de la cocina.

— ¿Puedo ayudar en algo? — Pregunté, todos me miraron asombrados por mi pregunta.

— No creo que sea correcto. — Uno de los hombres contestó por el resto, se miraban entre ellos y a la vez, me miraban a mí.

— ¿Por qué no sería correcto? — Los miré fijo, ellos apartaban la vista rápidamente.

— Bueno, el señor dijo que no deberíamos de hacerla trabajar... Dijo que usted no debería de sobre esforzarse...

— ¿Por qué..? — Me quedé en silencio mirándolos. Terminé por darme vuelta a ir a buscar a Júpiter.

Salí de la cocina y a pocos metros de la misma, estaba él colgando el teléfono.

— ¿Cómo es que terminamos conociéndonos?

— ¿Por qué lo pregunta?

— Sólo recuerdo que estaba en su auto y luego, en el hospital, luego aquí. No recuerdo nada, no sé que pasó.

— Nada en particular.

— ¿Qué quiere decir con eso?

— No es necesario que sepa como nos conocimos, si lo supiera, probablemente, pensaría mal de mí. Además, no va a recordar no importa que le diga, eso dijo el médico. Para agregar, no sabe ni siquiera su nombre, empecemos por allí.

— Podríamos ir a la policía, quizá me están buscando.

— Allí viene el problema, ¿cómo le explico a la policía cómo la encontré? Me refiero a que, no sería conveniente. Es... Algo ilegal.

— ¿No me dirá nada?

— Mire, el médico dijo que no sabe que le hicieron, quiere revisarla mañana. Él fue quien me llamó. Cuando este mejor, prometo buscar a su familia pero ahora, no sería conveniente.

— ¿Por qué no?

— Eres una mujer que pregunta mucho. Es sencillo, seria un problema.

— ¿Y que hay sobre mí?

— Vivirás conmigo. Todo será normal, tendrás un nombre, el que quieras y luego de que el médico diga que estas bien, te podrás ir. ¿Qué nombre quieres?

— Esta bien. ¿Nombre? Nunca pensé en eso. Como viviremos juntos, creo que, puede elegir el nombre por mí.

— ¿Elegir?

— Claro. — Me miró unos segundos de arriba a bajo, en silencio.

— ¿Emilia? No, no... ¿Helena? No, ese tampoco me gusta. ¡Ya sé! Sería bueno si fuera Diana.

— ¿Diana?

— Si, suena un bonito nombre, va bien contigo.

Él, probablemente, no sea la persona que imaginé.

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