CAPÍTULO DOS 🔞

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UN AÑO ATRÁS

—¡Eso! ¡Vamos! —me arrodillo en el piso y extiendo los brazos hacia adelante—

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—¡Eso! ¡Vamos! —me arrodillo en el piso y extiendo los brazos hacia adelante—. ¡Vamos, ven aquí!

Mi corazón late a mil, desbocado. No puedo controlar mi emoción, ni mis lágrimas. Mi bebé con apenas un año cumplido está dando sus primeros pasitos; cortos y tambaleantes.

Está extasiado, pero también siente temor. Y lo que le brinda seguridad es verme a mí, dispuesta a irme de bruces al suelo con tal de evitar que él se caiga.

Mi hombrecito de piernas, brazos y cachetes regordetes sabe perfectamente que jamás, ni mami ni papi dejarán de brindarle seguridad.

—¡Eso, mi amor! —chillo, cuándo se acerca lo suficiente a mí, sonriente y victorioso.

No lo puedo negar, es igual a su padre. Es el vivo calco de Rashid Ghazaleh.

Con fuerza lo abrazo, beso sus mejillas y muerdo suavemente su mentón, despertando sus carcajadas.

Es un gran obstinado, como su progenitor, de ello no tengo dudas.

Se empecinó en largarse a caminar cuándo a duras penas logra mantenerse en pie más de unos minutos.

Lo lleva en su sangre.

La arrogancia le corre por las venas en cada ocasión que es adulado, mimado y consentido.
Es un seductor nato, también como su padre.
Seductor con Bruna, quien no se cansa de decirle que es hermoso y que está para comérselo a besos.
Y es manipulador y conquistador al extremo con todos. Que obtiene nuestra absoluta atención tan sólo mirarnos con sus hipnóticos y brillantes ojos negros, enmarcados en gruesas pestañas.

Definitivamente, mi hijo nos trae babeando.

Gala, Donatello y también Adolfo, cada vez que nos vienen a visitar no sólo aparecen con los brazos cargados de regalos, sino que cuando llega la hora en que les toca despedirse de su único nieto lo hacen entre quejas y lloriqueos; exigiéndome a mí, una empresaria, mamá y esposa de tiempo completo, hacerme el debido espacio durante el día para llevarlo de paseo a casa de los abuelos, ya que según ellos el tiempo de calidad es demasiado reducido.

Sus reclamos son bien difíciles de complacer pero a decir verdad, en el fondo entiendo su sentir. Es el efecto que produce Ismaíl en la familia.

Nos enamora con sus sonrisas galantes, sus risas genuinas, su inocencia tan pura y su forma de ir conociendo el mundo.

Mi pequeño rey, realmente nos tiene embelesados. A Bruna, a Kerem, a Meredith, a Stefano, y principalmente, embelesado a su padre.

Al Borde del Abismo © (FETICHES II) Donde viven las historias. Descúbrelo ahora