Alejo el plato de mí y apoyo mi barbilla en la palma de mi mano.
De pronto el apetito abismal se me quitó con apenas unas migajas de pan y ahora siento una saciedad que me tiene como un globo a punto de reventar.
Cuando las cosas se encaucen lo primero que voy a hacerme es un chequeo médico. Hace varios meses que no visito un doctor y últimamente me vengo sintiendo de la patada.
De la grandísima patada.
Giro el rostro y suspiro profundo.
Reparo en Ismaíl y su frenética manera de devorarse el helado y disfrutarlo como el manjar más delicioso del mundo.No puedo quitarle la vista.
Estoy perdidamente enamorada de mi hijo. Es tan precioso.
Aparte de ser hermoso sólo por el hecho de ser mío, en él, cada ápice de su ser resguarda al niño más dulce y angelical.Y guapo.
Aún siendo tan pequeñito, su gracia me emboba. Tiene los rasgos de Rashid, la misma mirada, su nariz, sus pómulos, hasta sus labios y la forma en que estos se tuercen cuando sonríe.
Va a ser todo un galán cuando crezca. Se va a comer el mundo con esos ojazos oscuros y esa mueca elegante, sutil y soberbia que trae en su porte, como una marca registrada de su progenitor.
—¿Mami? —me pilla observándole—: te amo.
—Y yo te amo muchísimo más —le pellizco la mejilla—. Te amo hasta el infinito.
—Mami... —pone cara de desagrado. No le gusta que me pase de mimos—, la tía.
Estoy por preguntarle qué quiso decirme, pero se me anticipa y me señala el celular.
Cada que Bruna me llama, aparece su foto en la pantalla.Hay días en que no me contacta absolutamente nadie. Hoy, se les ha dado a todos por querer comunicarse conmigo. Desde mi madre y Bruna, hasta Corinna y el departamento de marketing.
Qué flojera atender cuando no tengo ganas de hablar.
—¿Si? ¿Qué pasa Bruni? —digo, al tomar la llamada.
—¿Qué pasa... Bruni? —repite, usando un tono de voz realmente odioso—. Sabes que odio que me digas Bruni. Aparte... ¿Qué es esa mierda de saludo? No pretendo una serenata pero, oye... Puedes ser más cariñosita cuando me contestas el teléfono.
—Y tú a veces podrías ir directito al grano —replico, empleando el mismo tono que ella—. No siempre, sólo a veces. Con eso me conformo.
—Oookey —suelta una carcajada que me obliga a alejar el celular de mi oreja—. ¿Andas malhumorada? ¿Qué pasa?
Ruedo los ojos.
—No estoy de mal humor.
—¿No? ¿Segura?
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Al Borde del Abismo © (FETICHES II)
Romance-Los esposos se deben mutuamente fidelidad, confianza, amor y respeto. Tanto en la bonanza como en la adversidad. En la salud como en la enfermedad -nos dice a ambos, el encargado de llevar a cabo nuestras nupcias-. Nicci Leombardi, ¿aceptas como es...