El dolor que estoy sintiendo supera el límite de lo racionalmente posible. No lo puedo describir, no lo puedo exteriorizar, sólo sé que me envenena por dentro, desde lo más profundo de mis entrañas.—¡Rashid, cuelga ese maldito teléfono!
Me limpio las lágrimas y permanezco quietecita, escondida detras de una columna, asomando la cabeza como una espía mientras trato de asimilar lo que escuché.
No puedo hacerlo. Simplemente no puedo. Estoy como bloqueada. Atorada en su última frase que se repite en mi mente con el único propósito de causarme más sufrimiento.
—¿Qué mierda quieres? —mi arabillo está furioso, aún dentro de mis lágrimas veo cómo Kerem corre hacia él y le quita el celular de la mano—. ¡Qué carajo haces persiguiéndome! ¡Deberías estar vigilando a Nicci!
—¡Estás cometiendo una locura, imbécil! —le dice en un graznido, con mucho enojo, quien es su amigo de toda la vida—. ¡Estás actuando impulsivamente y como un grandísimo idiota! —se guarda el celular en la chaqueta y con frenesí, agarra de los hombros a mi esposo—. ¿Qué demonios te pasa? ¿Cómo puedes hacer semejante taradez?
—¡No es un impulso idiota! Tú entiendes mejor que nadie, que no es impulso idiota.
Un fuerte empujón desestabiliza a Rashid y mis ojos se abren con asombro. No voy a permitir que Kerem se comporte de esa manera con mi arabillo. Ni de broma.
Hago acopio de la poca valentía del día que aún me queda y doy un paso hacia adelante.
—¡Llamaste al abogado de tus padres! —sus palabras me detienen e inconscientemente retrocedo—. ¡Estabas adelantando los documentos para firmar tu testamento, menudo imbécil!
Con una mano me toco el pecho. De seguro mi corazón es un roble, porque de ser más frágil a estas alturas ya habría sufrido un infarto.
¿En qué momento mi hombre enfermó a tal punto que ahora corre peligro su vida?
¿Cómo fui tan egoísta de pensar en mí y en lo que yo sentía con sus malos tratos, siendo que quién más sufría era él?
Mi arabillo prepotente, vigoroso, el amo del mundo si se lo proponía, se está rindiendo, se está destruyendo a sí mismo en la soledad para evitarme a mí el sufrimiento.
—No hay marcha atrás —dice en un alarido roto, mostrándose tan vulnerable y necesitado de un abrazo.
De mi abrazo.
Kerem lo agarra de las solapas de la chaqueta y lo zamarrea.
—¡La hay, pero es momento de que dejes de lado la estupidez y hables con tu mujer! —bufa, lo suelta y se pasa la mano por sus rizos dorados—. Nicci no es tonta. Ya lo sabe, pero necesita escucharlo de tu boca. Solamente ella te hará entrar en razón, no seas terco.
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Al Borde del Abismo © (FETICHES II)
Romance-Los esposos se deben mutuamente fidelidad, confianza, amor y respeto. Tanto en la bonanza como en la adversidad. En la salud como en la enfermedad -nos dice a ambos, el encargado de llevar a cabo nuestras nupcias-. Nicci Leombardi, ¿aceptas como es...