—Tranquilo, Rashid, estábamos manteniendo una conversación, simplemente —Teo levanta la mano y la balancea en son de transmitirle calma.
—No me importa —sus dedos se hunden en mi hombro. Está claro que en vez de tranquilidad, Baptista está consiguiendo lo contrario—. No quiero que le hables. No quiero ni que le respires cerca.
—Fue suficiente —me muevo y Rashid quita su mano de mi hombro—. Teo le voy a pedir que se vaya de nuestra casa.
Él pestañea sorprendido.
—Eso no va a poder ser, Nicci. Sabes que es necesario continuar las sesiones. No tienes el permiso médico para rechazar una sesión de terapia que fue estrictamente establecida.
Me adelanto un par de pasos y respiro profundo. Mis latidos pegan con fuerza en mi pecho, mi garganta está seca y mis manos no paran de sudar pero aún así saco toda la determinación existente para mantenerme firme.
—Soy la tutora legal de mi marido —camino hasta la puerta—. Yo decido por él así que voy a pedir dos cosas: la primera es que se vaya de mi casa. Y la segunda es un cambio de terapista.
—Eso tampoco va a ser posible Nicci —Teo se me acerca. Rashid también—. Soy de lo mejor en mi especialización.
—Pero eres un profesional de la mierda —su mano se posa en mi abdomen y se interpone entre Baptista y yo—. Podrás ser el mejor terapeuta pero te mueres por acostarte con mi esposa y eso te deja en una situación poco ética. No me gustan las situaciones poco éticas. Me ponen nervioso y me descontrolan, así que si vuelves a sonreírle yo voy a hablar con Valente Alves para que te retire del tratamiento. Y aparte... Te voy a partir la cara.
Sus hombros suben y bajan rítmicamente. Está colérico.
—Si me marcho, es porque no considero apropiado iniciar la sesión en un ambiente un tanto hostil —Teo se encoje de hombros y se cuelga el maletín—. Espero que tengan una agradable jornada y Nicci —sus ojos se posan en mí—: no olvides lo que te dije.
Rashid retira la mano de mi abdomen y se yergue. Es tan intimidante cuando se lo propone.
Cohíbe. Y si se le provoca, más que eso, causa pavor.
—Voy a comunicarme con Alves en cuanto pueda —la voz del arabillo sale de su garganta como un venenoso serpenteo. Es baja pero peligrosa y amedrentadora—. No vas a seguir siendo mi terapista.
La sonrisa que le dedica Teo es desafiante.
—Ni con el carácter, todo tu dinero y la insistencia del mundo, vas a conseguir que Valente me quite a mis pacientes. Estás amnésico y sufres de un trastorno emocional. La balanza no se inclina a tu favor, así que tómate el día para calmarte y estar con tu familia. Luego retomaremos.
—Baptista, ya lárguese —intervengo, impaciente.
Teo sale de la casa sin decir más y el arabillo lo sigue. Sus pasos son rápidos y ágiles.
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Al Borde del Abismo © (FETICHES II)
Romance-Los esposos se deben mutuamente fidelidad, confianza, amor y respeto. Tanto en la bonanza como en la adversidad. En la salud como en la enfermedad -nos dice a ambos, el encargado de llevar a cabo nuestras nupcias-. Nicci Leombardi, ¿aceptas como es...