Parte 4 - Un poco de realidad

86 7 0
                                    

Un respiro, una luz, esperanza, ¿Que no les hacía falta a la gente de Dokuro? Ellos no sabían nada acerca de descanso, días tranquilos o paseos por el parque como muchas ciudades vecinas. 

Había sido una larga noche para el joven cazador Ethan, tanto así que despertó al pie de un árbol de la ciudad y milagrosamente estaba en una sola pieza. Si ya de por si era arriesgado salir siendo consciente, el dormir fuera de sus hogares era un completo suicidio pero para su suerte no llamaba la atención, quizás por ese pálido de su piel que lo hacía ver como un cadáver. 

Al menos él estaba bien consciente de que si existían tales cosas como monstruos o espíritus malignos podría pasar desapercibido, después de todo ¿Quién querría comer un simple hueso como él teniendo bultos de carne andantes como lo eran la señora Wigletown y el doctor Patric Pipkins? Al menos, desde su punto de vista, no gastaría tiempo en simples sacos de huesos andantes.

Era hasta gracioso pensarlo, aunque su vida no era precisamente lo que podría considerarse como divertida, quizás porque al menos cada dos lunas debía salir al bosque de los susurros a buscar cualquier cosa que pudieran ofrecerle, esperando ingenuamente a que una criatura mitológica capaz de resucitar a los muertos apareciera de la nada para devolverle a su difunta madre.

En el transcurso de camino a casa se logró topar con uno de los conocidos de su padre, que al igual que Ethan y Victor, había vivido lo suficiente para poder llevar una vida que podría considerarse medianamente normal para una persona, era el antes mencionado doctor Patric Pipkins, un hombre alto de cabello oscuro, que por cuestiones de la edad se estaba quedando calvo. Arrogante y con aires de superioridad, un poco pasado de peso por no decir que es similar a un puerco en engorda y que usualmente desprendía el aroma de una colonia de flores silvestres con frutos azules.

-Hola señor, ¿Como le va en esta noche?- Exclamó Ethan, debía admitir que ese hombre no le caía del todo bien por su nivel de egocentrismo y arrogancia, pero por cortesía era más que sabido que debía saludar. 

-Ah, Ethan, ¿Que haces por aquí a estas horas de la noche, muchacho? ¿No han sido muchas las advertencias del señor Morfowyn?- Proclamó el hombre vestido con las más finas prendas con las que contaba la ciudad, vaya que eran ostentosas. 

 -Lo mismo le pregunto a usted, ¿No debería estar atendiendo su clínica en la ciudad? ¿Por qué acude aquí si no es para comprar mercancía? Y más extraño aún, a altas horas de la noche- Le analizó completamente, ¿Estaba tramando algo? 

-Todos saben que el señor Morfowyn necesita comprar medicamentos para dejar de alucinar, así que sus advertencias no suelen ser de lo más relevantes para mi, creo que prefiero seguir mi instinto. Entonces, ¿Va a algún lado?- Respondió Ethan. 

-Creo que ese hombre no es del todo raciona, si, estoy de acuerdo, pero yo no lo ignoraría del todo, ¿Recuerdas esa vez que mencionó que una chica desaparecería y la hija del extranjero se esfumó sin más? Creo que sabe de lo que habla, algunas veces- El señor pareció ignorar la pregunta, así sin más, pero ni Ethan lo notó, en ocasiones era algo despistado.  

-Buen punto, pero ese tipo era un lunático, no por nada dicen que los extranjeros no duran aquí- 

-Bien dicho muchacho, ahora, si me disculpas, tengo que volver, la luna está muy alta y no tardan en salir los "Entes", te veré luego para terminar con las pruebas de sangre- Y sin más que decir el hombre, con la frente bien alta, siguió con su camino, yendo hacía los extremos de la ciudad, donde según Ethan tenía entendido que vivía. 

-Adiós- De pronto, nuevamente eran solo él, su sombra y el sonido del viento que acompañaba al solitario chico. -Idiota- Dijo, así, sin razón aparente. La gente solía ser amable, pero como una vez un sabio hombre le dijo, la amabilidad es el resultado de acciones fatales que perturban a un individuo que no ha sido capaz de perdonarse a si mismo. 

Tuvo que seguir su camino, como dijo el hombre/cerdo, se estaba haciendo de noche, su padre, Victor, seguro estaba preocupado. Tuvo que avanzar temiendo a cada esquina, bien podía fingir ser valiente, pero muy en el fondo él estaba consciente de que salir por las noches era aterrador, pero el miedo no era una cualidad que debía formar parte del repertorio de los cazadores, pues era el principal motivo por el que podrían morir a manos de un ser ya sea conocido o no.. 

Al final el llegó, viendo la escena de siempre. Su padre, ebrio, sentado y dormido sobre una de las sillas del comedor. Su casa era pequeña, a veces solía pasar que Victor simplemente perdía conciencia por lo agotado que estaba, pero el olor a alcohol no mentía, claro que había tomado más de lo que debía y por ello es que se encontraba ahí. 

Así fue desde que la madre de Ethan se fue, incluso le sorprendía ver a su padre vivo, desde hace mucho tiempo atrás lo contemplaba debajo de la tierra, muerto por alguna enfermedad causada por las cantidades industriales de alcohol que ese hombre bebía.

Iba en dirección al segundo piso, pero se detuvo tras escuchar caer la botella, decidió que se quedaría con él, al menos por esa noche, pues, no sabía lo que ese tipo podría hacer en ese estado. -Cielos, nos estamos deteriorando- Y sin más, cayó dormido en otra de las sillas de ese viejo comedor. 

Los ojos de un hombre muertoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora