Los ojos de un hombre muerto

Parte 8 - Una sombra entre la niebla

Luego de haber partido de los archivos de Aldrich, Ethan se aventuró al bosque en el que solía emplear gran parte de su tiempo, esto debido a su cargo como cazador y a su deber de proteger a la gente que pudiese estar siendo acechada allí dentro. Lo malo, era que aquel día, el bosque estaba cubierto de una espesa niebla que envolvía los alrededores, si ya de por sí había anochecido, aquello no le ayudaba en lo más mínimo para poder ver con claridad. Aún así, Ethan con el valor y coraje dignos de un cazador se adentró allí, en dirección a su lugar de patrullaje. 

Ese día, un día lleno de toda clase de experiencias, viajes mágicos, cruces inesperados, incluso con sensaciones extrañas como lo era ese molesto dolor de cabeza que así de la nada se había esfumado. Al menos para ese momento ya había podido llegar al bosque de los susurros en aquel sector que debía resguardar. Su primera impresión del lugar fue realmente igual a la de siempre, como era ya típico, no había cambiado en lo absoluto, eso incluso en ocasiones podía hacer su trabajo tedioso y aburrido para cualquiera que estuviese su lugar, pero realmente él estaba empeñado en conseguir algo que sólo ese lugar podría brindarle, traer de vuelta a su madre, aunque todos dijesen en su momento que sólo eran cuentos de hadas. 

Dio un par de vueltas alrededor de su sector, viendo que realmente el tiempo no jugaba a su favor decidió tomar asiento sobre lo que era un pedazo de tronco rebanado por la mitad que había sido dejado en el olvido con el paso del tiempo. Ethan estaba aún preguntándose por qué le había pasado tantas cosas ese día, no habían sido para nada como aquellos días monótonos que solía tener, había pasado de todo, e incluso había hecho un nuevo colega. En su tranquilidad del bosque, Ethan por accidente dejó caer el libro que había ido a buscar a los archivos sobre el pasto seco del lugar, ya se había incluso olvidado de él de tantos pensamientos que rondaban su cabeza en ese momento.

Enseguida lo tomó entre sus manos, lo abrió a partir de la primera hoja, y comenzó a leer. 

"Mucha gente dice ver cosas que realmente no existen, aquello como espectros, duendes, brujas, fantasmas... demonios, todas, fascinantes muestras de lo que el ingenio de la raza humana pueden crear con esas mentes tan extrañamente diferentes que tienen cada uno. Dokuro siempre fue una ciudad en cual giraban entorno muchas leyendas sobre seres mitológicos y criaturas fantásticas que rondaban en sus alrededores, esto, llevado de la mano con las leyendas que se transmitieron de boca en boca, llevaron al lugar a ser un foco de atención para muchos topógrafos que buscaban explorar sus alrededores para encontrar los más grandes tesoros que les pudiesen ofrecer. Él lugar no decepcionaba a aquellos que tenían valor suficiente para explorar sus peligrosos terrenos, pues la gran belleza de sus paisajes junto con una historia llena de momentos memorables siempre fueron del interés de cualquier estudioso que haya sido capaz de escuchar acerca de la ciudad más emblemática que existe..."

Ethan detuvo su lectura, confundido, algo no estaba del todo bien en el entorno, pues podía sentir la presencia de alguien, o algo, escondiéndose entre los gruesos troncos del bosque. Cerró aquel libro por un momento, no tenía idea de porqué era que se sentía observado, pero era desagradable, demasiado para su gusto. Tomó entre sus manos aquel rifle que solía cargar para poder defenderse, empezó a girar en círculos a través de la espesa niebla que envolvía el lugar, cuando delante de él pudo ver algo.

Su mirada cambió de extrañez a una de molestia, realmente no le gustaba que jugaran con él, en lo más mínimo. Su arma apuntó hacia aquella silueta que se había puesto delante suya, era humano por la manera en que se veía, aunque muchos decían que la forma de las personas eran el principal camuflaje para los "Entes". Con voz algo fuerte, Ethan decidió romper el hielo, pues ese sujeto no parecía querer decirle nada. -Hey, ¿Quién demonios eres?-