Parte 6 - No te despistes, Ethan

47 5 0
                                    

Otro nuevo día era, Victor seguía perdido, y Ethan se despertó con un fuerte dolor de cabeza que resultaba bastante molesto. Era una sensación inexplicable y fastidiosa, aquello definitivamente no le daría la concentración que necesitaba para su cacería, no era conveniente acudir a un lugar tan peligroso como el bosque de los susurros en esas condiciones. 

Se levantó con cierta dificultad, se sentía débil incluso, lo más extraño era que realmente no había explicación del porqué de su sentir. Al estar sentado sobre su cama, el pelinegro tomó su atuendo y se lo colocó para poder salir. 

Fuera había una tranquila lluvia, lo supo en seguida por el sonido de las gotas cayendo sobre el suelo rocoso de las calles de aquel distrito, por lo que además de un abrigo de cuero, optó por llevar un sombrero que le cubriera la cabeza de la lluvia, todo para no arriesgarse a coger un resfriado, pues si ya de por sí tenía otros problemas, aquello le vendría fatal. 

Se colocó un pañuelo sobre la boca para cubrirse la garganta, aquello serviría para no respirar aire frío que podría empeorar su situación. Dicho pañuelo fue otorgado por su madre cuando él tan solo era un pequeño chico, aquello como un recuerdo de cuando su madre visitó las lejanas tierras, un lugar próspero y lleno de tranquilidad que había caído en decadencia luego de que la peste llegara a ese lugar, tal y como sucedió con la ciudad de Dokuro, aunque esta última debido a sus indeseados visitantes. 

Antes de salir de su hogar se aseguró de que Victor no estuviese allí, aún cabía la posibilidad de que mientras él dormía, su padre hubiese llegado en plena madrugada para poder dormir cómodamente, pero no hubo resultado alguno, el hombre ni siquiera había llevado consigo esa botella llena de licor que siempre le acompañaba. 

Por último, antes de irse tomó su pequeño rifle de repeticiones el cual se colgaba detrás, en su espalda, esto debido a que acudiría a la clínica de Patric Pipkins para posteriormente ir al bosque a hacer lo único para lo que había sido entrenado, cazar. 

Emprendió la caminata por la ciudad, en esos momentos donde la luz del sol alumbraba las calles si era común observar gente por los alrededores, comprando, conversando o haciendo cualquier otra cosa, en esos momentos la ciudad parecía tener paz y serenidad por lo menos unas cuantas horas. Era curioso apreciar desde esa perspectiva a la gente, adultos, niños, ancianos, podía ver que incluso parecían felices, pero ¿Cómo podían estar felices sabiendo que en cualquier momento uno de sus más queridos familiares podría morir a manos de un ser fuera del entendimiento de cualquier humano promedio? Se preguntaba.

Estaba tan distraído, tan inmerso en sus pensamientos que no se percató de que alguien venía directamente hacia él. Por esto, terminó chocando y cayendo al suelo mojado de la calle, mientras que la otra persona si pudo reaccionar a tiempo para evitar esa embarazosa situación. 

-Lo siento- Fue lo único que pudo decir, sin embargo, la otra persona, por lo visto una mujer, no respondió a sus disculpas y sólo le miró de manera directa. Podía ser incómodo y hasta extraño, pero parecía conocerle, aunque él estaba convencido de que jamás la había visto en su vida. 

La mujer no esperó mucho, y tras un par de segundos cruzando sus miradas se fue alejando lentamente. Ethan estaba desconcertado, pero no iba a seguirla para aclarar esas dudas que tenía al respecto, simplemente, empezó a incorporarse lentamente. Por suerte, el atuendo de cuero negro, típico de los cazadores, impedía que el agua se colara dentro de la vestimenta para luego entrar en contacto con el cuerpo del chico, así que, el mojarse no representaba algún riesgo. 

Estaba algo confundido, desde luego, durante su camino a la clínica del doctor Pipkins se preguntaba muchas cosas, entre ellas ¿Por qué le miró de esa manera? Era aquello que más rondaba entre sus pensamientos. Se planteó varias cosas sobre el porque del cruce de miradas, quizás era una vieja conocida, quizás amiga de su padre, quizás otra cazadora que le había visto rondar los terrenos del bosque de los susurros, quién sabe, a lo mejor y ni era nada de lo que pensaba. 

Los ojos de un hombre muertoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora