Parte 24 - Día libre

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-¡Me convertí en un monstruo porque eso es lo que el mundo necesitaba!-

-Algo así ¿Eh?- Naden cruzó sus brazos, su expresión claramente denotaba que no confiaba en lo que decía, pero era asunto que a ella no le importaba. 

-Bueno, creo que después de esto tengo más deberes por hacer- Ethan apartó su mirada de la calle para mirar a Nadeen, sabía que quizás dejarla ahí sin más pudo ser grosero. -Entonces... Te veré después ¿No es así? Debo ir pronto a resolver el asunto del barco- 

-Podría acompañarte- Dijo ella. 

Ethan giró un poco su rostro hacia ella, pues antes de oírla ya estaba preparándose para irse. Sería una situación tal vez un poco extraña, pues él no sabía realmente cuál sería la actitud de Irene al verlo nuevamente. -Pues, supongo que podrías, pero ¿No tienes algo más importante que hacer?- Nuevamente y sin querer sonó grosero. 

-Eres más cruel de lo que pensé- Ella entonces bajó su mirada un poco. 

-No, verás, no era lo que...- 

Antes de terminar la frase Ethan recibió un suave golpe sobre su hombro de parte de Nadeen. 

-Me agradas- Ella se adelantó un poco entonces para poder ser quien le diera la espalda, después giró un poco su cuerpo para mirarlo con su único ojo descubierto. -¿Qué estás esperando? Vamos, nos queda bastante tiempo esta noche- 

Ethan estaba conforme con ella, de verdad había sido una solución caída del cielo. Tal y cómo Patric Pipkins le dijo alguna vez en su mundo parecía que todos los que alguna vez fueron marineros de alta mar habían dejado su profesión del lado por el miedo que el mar carmesí le generaba a los residentes de Dokuro, pero por lo recién oído de parte de Nadeen, en ese distópico mundo el muelle de Jakz no había sido abandonado del todo, pues a pesar de que era seguro que la pesca en mar abierto no era frecuente, aún se seguía llevando a cabo. 

Ella tenía toda la razón, la noche era joven y aún tenían tiempo para ir hasta la residencia de los Sheperd, por lo que no esperó más y empezó a dirigirla, pues ella no era quien sabía realmente el lugar a donde se dirigían. 

El camino sería largo, por lo que desde luego el silencio no ayudaría a hacerlo más ameno, debía encontrar algo de que hablar. -Entonces, Nadeen Rose, ¿Cómo terminaste aquí?- 

-¿De qué hablas?- Ella simplemente se mantenía a su lado con una expresión un tanto seria, pero desde que dio con ella en la taberna supo que realmente no era una chica extrovertida y alegre. 

-Mencionaste que terminaste en Dokuro por accidente, ¿Podría saber cual fue ese accidente?- Ethan no buscaba incomodarla, pero si iba a viajar con ella debía saber todos los detalles posibles. 

Nadeen entonces rió un poco nervisamente mientras lentamente su mirada iba hacia el suelo, claramente no quería verlo. -Esas cosas son detalles algo difíciles de contar, Ethan Klein- 

Ethan entendió lo que quiso decir, por lo que sin decir una palabra siguió caminando mientras el silencio se prolongaba en segundos que parecían eternos. 

-Creo que siempre viene bien desahogarse un poco, ¿No es así?- Nadeen se detuvo un momento, haciendo que Klein parara de caminar, después ambos se miraron de frente. Ella entonces apartó delicadamente su cabello de su ojo cubierto revelando lo que había debajo. Su ojo seguía allí, pero en el borde inferior ella tenía una peculiar marca de un color que estaba seguro haber visto antes. La textura de su piel en aquella zona era extraña, pues era similar a tierra, tierra en estado húmedo. -Verás... Yo vengo de un lugar lejos de aquí, ha pasado tanto tiempo que ni siquiera puedo recordar su nombre. Mi hermano era capitán de una embarcación comercial que solía atravesar los siete mares. Cuando crecí mi madre murió y mi padre jamás estuvo con nosotros, por lo que decidí enlistarme en las filas de la tripulación de mi hermano, ambos éramos los reyes del océano, navegábamos por todos los rincones del mundo hasta donde se nos permitía, pero un día nos cruzamos con una isla jamás antes vista. Ese lugar era pequeño pero tremendamente hermoso, ahí encontramos un tesoro que erróneamente decidimos llevarnos, pero las cosas se empezaron a poner turbias. Cuando volvíamos un extraño ser emergió del agua y nos impactó, muchos cayeron al agua para nunca ser vistos pero lo último que recuerdo es como aquel ser arrastró a mi hermano hasta el fondo para después desaparecer en la nada. Ni siquiera pude decirle adiós. Yo quedé inconsciente luego de eso, y de alguna forma desperté aquí. La gente comenzó a explicarme que estaba en el mundo de los malditos, de los muertos, de los que nunca volverían a existir, pero luego de recordar a mi hermano una lágrima salió de mi rostro, cosa que provocó esto que ves- Señaló la marca. -Ahí fue cuando entendí, algo, o alguien, me estaba prohíbiendo volver a sentir el agua, pues la advertencia fue clara. Si llego a empaparme me desvaneceré por completo- 

Los ojos de un hombre muertoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora