La carta de Jack Morrison

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Mamá había permitido que Edward se quedase en casa al día siguiente. En cambio a mi me habían enviado a la escuela. Injusticia, yo merecía quedarme un día mas en casa.

 Cuando llegue a la escuela lo primero que hice fue ir a mi casillero por mis cosas. Athan estaba recostado en su casillero esperándome.

—Hola. —Lo salude con un gesto. Paso sus dedos por su cabello pareciendo todo un galán de telenovela.

— ¿Por qué no viniste ayer? Pase por la tienda y tampoco estabas. Por último pase por tu casa y no había nadie.

—Un chico llamado Jack, el mejor amigo de mi hermano, murió antes de ayer.

—Oh, lo siento mucho.

—Sí, era un buen chico. Murió fuera de la tienda, un motorista iba muy rápido y por poco atropella a Edward pero Jack intervino.

—Edward es tu hermano, ¿cierto?

—Sí.

—Me imagino que fue difícil para el ver como su amigo moría frente a sus ojos.

—Bastante, hoy no ha ido a la escuela. Realmente se siente mal, no come nada, no sale de su cuarto y no para de llorar.

—Lo más recomendable seria que lo dejaras estar solo por un pequeño tiempo, que reflexione y piense en las cosas. Luego, que empieces a invitarlo a salir para que no se quede estancado ni caiga en un gran depresión.

—Intente hablar con él pero me ignora o simplemente me pide que salga de su cuarto.

—Sí, esto debe de ser muy difícil.

—Sin duda alguna.

La campana sonó interrumpiéndonos.

—Tengo que ir a clases.

—Tenemos.

           ***

Sorprendentemente Athan McLoughlin y Andrew Smith se unieron a nuestra mesa en el almuerzo. Luego se unió Kat la novia de Andrew. Andrew era el capital del equipo y Kat la capitana de las porristas. A diferencia de los típicos capitanes los cuales no se acercaban o hablaban  con nadie que no fuera popular, tanto Andrew como Kat eran dos chicos bastante cariñosos y humildes.

—Chicas, ¿tienen que hacer algo en la tarde? Podemos ir de compras… —Kat termino su ensalada y nos miraba radiante.

—Tengo trabajo. —murmuro observando mi botella de agua vacía.

—Aquí tienes. —dice Athan poniendo una botella de agua nueva frente a mis ojos.

—Gracias.

—Yo no tengo nada que hacer. —Sonríe Dervila fiel amante de las compras –. Podemos ir si quieres.

— ¿Quieres unírtenos Andrew?

—Tengo entrenamiento de futbol.

—También yo. —dice rápidamente Oliver.

—No te he invitado. —dice Dervila elevando una ceja. –Además, apenas has entrado al equipo, lo más que puedes hacer es llevarle agua a los jugadores.

—Bien, gracias por hacerme quedar como idiota. Además, soy bueno jugando.

—Oly, no te enojes. ¿Pizza el viernes solo tú y yo?

— ¿Es una cita?

—Si eso quieres…

— ¡Sí!

—Ya me está dando miedo. —dice Athan de repente, todos miramos al mismo tiempo hacia la otra mesa donde esta Joshua y las gemelas. —Me está comiendo con la mirada, ni Allison me mira así de profundo.

— ¡Yo ni siquiera te miro!

— ¿Segura?

— ¡Pues claro!

—Yo te he pillado mirándolo embobada en más de una ocasión. —dice Oliver terminando su almuerzo.

— ¿Lo ves? Tengo testigos, no puedes dejar de mirarme porque soy demasiado sexy.

— ¡Sueñas, chico, sueñas!

Apenas son las 9 Pm cuando me dirijo al cuarto de Edward, lo encuentro acostado en su cuarto con sus audífonos puesto, llorando. Miseria duerme plácidamente en una de las almohadas.

—Edwy, hola. Te he traído algo que te puede interesar…

—Allison te he dicho que quiero estar solo…

—Es la carta que te dejo Jack. —Edward parece recordarla y se incorpora.

—Quiero verla.

—Toma, ¿quieres que me quede?

—Si… —dice mientras la abre. Empieza a leerla con rapidez moviendo de un lado a otro su cabeza mientras termina una y otra línea.

— ¿Qué dice?

—Jack siempre estuvo enamorado de Anna y cuando vio que me puse de novio con ella decidió guardárselo, pero que cuando ella lo beso no pudo resistirse y le siguió el juego. También dice que sabe que soy cabezota y por eso escribió esta carta porque sabía que no lo iba a dejar explicarme las cosas. Dice que lo siente y que olvidara a Anna con tal de que yo sea feliz. —termino de narrar Edward con mas lagrimas en sus rojos e hinchados ojos.

—Oh, ven aquí. —digo abrazándolo.

Enamorados de Athan McLoughlinDonde viven las historias. Descúbrelo ahora