❀Es hora❀

19 0 0
                                    

- Es hora - Todos decían lo mismo con cuerpo tembloroso, pero vaya a saber si era por miedo, frío o el arrepentimiento que pudieran sentir por lo que estaban a punto de hacer.

- Es hora.

- Es hora.

- ¡ES HORA!

Es hora... ¿Hora de qué? No lograba entender nada... ¿¡Hora de encerrar a la loca!?

- Es hora de que pagues por tus pecados- Decía la "reina" Judit.

- Es hora de regresar - Decía el peliblanco.

- Es hora de descansar- Decía Gerald.

- Es hora - Sentencio aquel doctor frente a mi y desperté - Debemos irnos Christine, no se preocupen, estará en buenas mano, aquí la cuidaremos bien.

Un desconsolado caballero, un príncipe destrozado, una princesa hundida y una madre que abandona triste. Todos ellos debían arrepentirse... Pero era necesario, ya era hora.
Llegó la hora de que la loca fuera alguien normal, de que Christine recapacitara y entendiera que está en el mundo real y no perdida en sus fantasías como ella cree, porque eso está mal, es hora de que reacciones, gritaban.

Caminaba cual sentenciada hasta la celda de blancas y alcolchonadas paredes " y si no muero aquí, entonces quiero salir a mi mundo."
Las rejas se cerraban a sus espaldas y entonces se lamento por no observar por última vez un hermoso día para mantener un recuerdo del como era ser libre, ahora ya jamás vería el sol. Se dejó caer y miro a la nada... ¿Y si ya era hora de dejar salir la realidad? ¿Y si ya era hora de... Ser libre? Después de todo estaba al fin en casa, todos ahí estaban locos ¿No es así? Ya era hora...

Bienvenida a casa Christine.

Los días podían pasar tortuosos y lentos, si aquel lugar daba miedo, a la llegada de aquella chica tan extraña el lugar se había vuelto aún más lúgubre, sobre todo al escuchar los gritos lastimeros de la habitación 223, o las risas por la mañana o el llanto por la tarde, los doctores se encargaban de darle la dosis diaria de "medicina" que consistía en un par de electrochoques a máxima potencia, sobre todo como venganza por el pánico causado, pero eso parecía no hacerle efecto alguno, sino todo lo contrario, lo empeoraba todo, tanto que llegó la orden de que aquella habitación debía permanecer cerrada y debían darle al "animal" de comer 1 vez al día, no importaba si tiraban la comida y tener extrema precaución al recoger la charola, pues la bestia podía salirse de sus cabales y convertirse en uno de sus personajes ficticios.
¿Qué ocurría dentro de esa celda? Nadie lo sabe.

-¡YA LE DIJE QUE NO ME IMPORTA! he venido aquí, cada maldito día de cada semana por tres meses seguidos desde que la internamos y solo 5 veces me han dejado pasar, sino me deja pasar, la sacaré de aquí ¡ahora mismo!

Pero claro que aceptarían las órdenes de un príncipe, sobre todo cuando no pueden rechazar su dinero.

Al fin dejaban salir a la bestia o mejor dicho pasar al príncipe, aunque claro, todos allí temían por la vida del joven, pero claro, el jamas tomaría en cuenta algo como que la bella dama que siempre admiro fuera una desquiciada.

-Christine... - Se acerco a ella y la abrazo como si su vida se fuese en ello.

Ella giro a verle y el alma se le salio, al mirarla tan delgada, con ojeras, su pelo enmarañado, rasguños, los labios morados y un pequeño tic en el ojo, casi sin vida.

-Dios mio, que te hacen aquí- Ella se aferro a el y comenzó a llorar.

-Terry... Dime que todo va a estar bien

El príncipe tomo asiento en una esquina y llamo a la doncella a sentarse frente a el, la abrazo y ella recargo su cabeza en su pecho.

-Te contare un cuento, pequeña llorona. Amada mía, mi dulce ensoñación, de elegante porte... todo comenzó en aquel diminuto lugar, cuando los ojos del príncipe dorado cayeron en una linda jovensita, ella al mirarlo atravesó su corazón, el desde entonces prometió siempre estar a su lado y ella, acepto aquel trato jurando lo mismo, hasta la eternidad, juntaron sus meñiques y aquella promesa continuara hasta su muerte y después de ella... Christi, mírame.

Tomo su rostro con dulzura y suavidad, ya que aquella niña parecía mas frágil que nunca.

-¿Sabes que siempre estaré aquí para ti? Tu tienes mi corazón Christine.

Una melodía sonaba vaga para aquel joven, pero estaba muy presente para ella, así que se acerco a el y unió sus frentes, soltando algo que debía decir desde hace mucho.

-Aunque no lo creas, también tienes el mio.- Cualquiera que mirara desde entonces podría poner cara de asustado, ya que parecía hablar con total cordura.

(...)

Los días pasaban y las visitas eran frecuentes, el joven príncipe entraba y la cárcel volvía a cerrarse, cuando esta se cerraba aparecía a través de la reja un páramo, en el que el joven ya acostumbraba sentarse en un árbol y tomar a su doncella entre sus brazos y declararle su amor eterno. 

Pero los príncipes también tienen días malos, así que en un día gris para Terry, su refugio siempre seria su amada niña, esta vez entro al cuarto y al mirarla comenzó a llorar, el solo tomo su mano y decidió sentarse en el centro del páramo, lo acobijo en sus brazos  y canto para el.

Mi dulce joven, mi dulce amado, para ese llanto y muéstrame una sonrisa, que los días parecen grises, pero mañana saldrá de nuevo el sol y con mi amor yo te sanare.

-Y declarándote mi amor... Yo te sanare. Terry, yo, solo podía pensar en que era aquello que hacia al príncipe querer volver ¿su reino? ¿su corona? ¿su dinero? ¿venganza? pero, creo que logre comprender y no es nada de eso... Temía ante la posibilidad de una doncella, pero...

-No hay que temer Christine, porque yo daré la vida por ella y también siempre estabas para mi, cuidándome, dándome tus sonrisas y compartiendome tus tristezas, si puedo estar contigo siempre, no me importa nada mas.

-¿Es hora de que vuelvas? 

-Si, creo que ya es hora de volver a casa, mi pequeña Christine.

Atrapada en mi mundoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora