- CAPITULO 9 -

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—Me duele, Nina, duele mucho — se quejaba Isabelle desde su cama con las manos en la cabeza.

—Pero niña como se te ocurre tomar vino — le reprendía su doncella mientras alistaba el agua para el baño —, no estas acostumbrada a esas cosas.

—Pero... sabía muy bien — bufo, quejando nuevamente después de reír.

—Ven metete al agua. — Isabelle hizo caso y se sumergió en la tina con agua fría solo con el camisón, según su doncella eso le ayudaría a quitar el malestar, aunque no sabía cómo si el malestar lo tenía dentro de su cuerpo y no afuera en su piel.

Cuando bajo a desayunar su padre ya estaba en la mesa con la mitad de su desayuno, lo saludo y se sentó junto a él, pidió a la cocinera solo un caldo liviano, su estómago no soportaría nada pesado por mucho tiempo.

—Se supone que el que tiene que estar así soy yo — exclamo su padre, si dejar de mirar la prensa. —Eso no es propio de una dama.

—Tienes razón padre — dijo con desaliento apoyándose con una mano la cabeza. —, pero, para que sepas, estoy pagando por mi error. —a su padre no le quedo más que soltar una minúscula risa ante la cara de dolor de su hija.

—Bueno hay tienes tu lección, espero no se repita, te dejo desayunando sola, claro si es que puedes mantener algo en tu estomago— dijo mirándola con conmiseración, él sabía lo que era un malestar después de haber bebido, pero confiaba en la sensatez de su hija para no volver a tomar de esa manera —voy a reunirme con mi nuevo socio.

No le presto importancia sobre sus negocios, su padre tenía varios socios y hasta ahora solo había conocido a uno, pero era ya de edad y no venía frecuentemente, del resto no sabía nada, además como era mujer su padre siempre la tenía alejada de ello.

Miro el caldo que le habían traído con una hogaza de pan, lo cuchareo por varios minutos y luego tomo varios sorbos, saboreaba cada cucharada que se llevaba a la boca tratando de que no le dieran nauseas, su estómago parecía agradecido con aquel caldo, al menos las náuseas ya estaban bajando, pero el dolor de cabeza aún continuaba, su doncella le había dado una infusión pero no le había hecho efecto, sentía como si hubieran carpinteros martillando su cabeza.

—Mi niña te han traído esto —Isabelle miro asombrada el ramo de rosas blancas que tenía su doncella.

—Quien lo trajo — pregunto confusa, nunca había recibido un detalle así.

—Mira la tarjeta y saldrás de duda — dijo la doncella acercándole aquel bello ramo, Isabelle tomo la tarjeta sin pensar.

Lady Isabelle

Permítame tratar de alegrarle el día como me alegraste anoche al concederme tu primer baile.

Carlos Guillermo Browning, Conde de Waterford.

Isabelle no supo que decir, ni como describir ese detalle, se sonrojo al pensar que el Conde quien en un principio tildo de canalla y cómplice, hubiese podido darle un detalle tan simple, pero importante para ella. De inmediato dejo su desayuno y fue hasta su salón de te para buscar unos de sus preciados floreros para colocarlo en su cuarto.

— ¡Conde! — miro extrañada al conde quien salía del despacho de su padre. — ¿Qué hace usted acá? —el la miro con las rosas dentro de un florero azul con un corbatín en el cuello y le dio una media sonrisa.

—Negocios, ahora soy socio de tu padre, hemos llegado a un acuerdo para beneficiar unos de los negocios de tu padre y el mío. — su rostro se mostraba feliz.

Un Destino Prometido (Serie Nobles Desamores I)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora