- CAPITULO 3 -

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¡Alexandro! No puede ser que sea él, se decía Isabelle observando al hombre que la señalaba, sus piernas temblaban, su pulso se aceleraba, lo miro detenidamente y pudo notar que el tiempo había hecho un muy buen trabajo con él, su rostro era más maduro, tenía una fina capa de barba, esos ojos azules, tan expresivos como siempre aun la hacían perderse en ellos, su cuerpo estaba mucho más fornido que hace cinco años, había cambiado, pero sin duda era el, el hombre del que ella se enamoró y estaba aquí, era su prometido, no cabía de la alegría, pero cuando trato de abrir su boca para decirle quien era ella, pero el empezó a hablar primero.

- Carlos, llévate a Emma a la casa, yo me quedare a arreglar esto. - evidentemente enojado a lo que Carlos solo asintió y salió con lady Emma dejando a la pareja y al abogado en el salón.

-Le recuerdo que puede tomarse su tiempo señor William, quizá con el tiempo acepte las clausulas - dijo el abogado esperando que William aceptara darse una espera.

-¡Me rehúso a casarme con esa mujer! - le grito al abogado - no me casare con ella, es que mírela, como voy a asistir a eventos sociales con ella, seré el hazme reír.

Se acercó a ella, y de repente sintió una aroma a rosas que lo invadió hasta la medula haciendo que la tomara de los brazos, pero fue peor inmediatamente la toco sintió un escalofrió recorrer su cuerpo, no podía evitar mirarla, le dio tanta ira que su cuerpo se comportara de esa manera que lo único que hizo fue gritarla.

- ¿Dime que hiciste para que mi padre te escogiera a ti, dime? ¿Qué patrañas usaste? - Sacudiéndola con los dos brazos - No creo que de todas las mujeres hermosas mi padre escogiera la más fea.

-n...nada, se lo... juro -su voz temblaba al sentir como le tomaba el brazo con fuerza. - deme una oportunidad, por...favor

-Estás loca, ni volviendo a nacer cambiaras lo que eres y lo que la sociedad piensa de ti, señor Walker no voy a aceptar este matrimonio, lo rechazo, que le quede claro, No me casare con alguien que me da vergüenza, todos me conocen y no arriesgare mi reputación por una mujerzuela de estas... - hablo sin pensar y cuando se percató de que estaba a punto de llorar la soltó y le dio la espalda pasándose las manos por si cabello.

Al escuchar las palabras tan crueles no pudo evitar que derramase lágrimas, ella sabía que su apariencia no era la mejor, pero no era para que la ofendiera como lo estaba haciendo delante del abogado, le dolía en el fondo de su corazón que el amor de su vida la estaba rechazando por su apariencia, cuando ella había decidido ocultar su identidad para ser solo de él.

¡Claro, él no sabía quién era ella, debía decirle para que todo estuviera bien! Si eso iba a hacer, iba a contarle todo, tomo aliento y espero que William al enterarse se calmara. Por un momento se arrepintió de no haber usado aquel vestido de Christine, se arrepintió de no haberse puesto bonita, se arrepintió de no haber escuchado a su doncella, pero ya era tarde era tarde para que él se diera cuenta de cómo era ella realmente, el único recurso que tenía ahora es que se acordara de aquella promesa.

- ¿No te acuerdas de mí, Alexandro? hace cinco años en aquel baile, soy bell, -le dijo acercándose lentamente. - Tú me dijiste que volverías por mí, nunca apareciste, -bajo el tono de su voz -ha de ser el destino que nos reunió otra vez.

William quedo helado cuando ella se acercó, y nuevamente ese aroma lo transporto, esta vez cinco años atrás, a un baile de máscaras, ese iba a ser su ultimo día en Londres, y pensó que sería bueno asistir a aquel baile de máscaras, para divertirse con alguna jovencita con deseos libertinos, cuando de repente le llamo la atención una joven que llevaba una máscara que cubría todo el rostro excepto sus labios de color rojo carmesí, la cortejo y supo que caería en sus redes cuando se dio cuenta que estaba próxima a debutar y eso hacía mucho más fácil engañarla, había logrado llevarla hasta un balcón aislado del salón, allí le robo su primer beso, pero cuando saboreo esos dulces labios sintió un sinnúmero de sensaciones en todo su cuerpo que lo hicieron salir despavorido de allí y no terminar lo que había planeado desde el principio y lo único que se le ocurrió fue quitarse su máscara y decirle que la buscaría tres años después, cuando tuviera una edad apropiada para hacerla su esposa, él le había dado su segundo nombre para que nadie supiera quien era, en Londres nadie sabía quién era Alexandro, todo su plan había salido perfecto, pero... ¿Cómo esa mujer había averiguado su identidad?

- ¿Cómo me encontraste? - su tono de voz demostraba rabia y al mismo tiempo nerviosismo.

- ¿que? - lo miro desconcertada, no entendía su pregunta

-dije ¿Qué cómo me encontraste? Porque esto no es una coincidencia como me lo haces creer. - Insistió - ¿dime?

-No, no es así, yo no sabía que eras tú, mi prometido. - explico

-Mujer no seas mentirosa, te propuse matrimonio y como nunca volví, me imagino que me buscaste y te enteraste que mi padre era el duque de Windsor y por eso lo enredaste, no sé con qué patraña o que brujería usaste para que me obligara a casar contigo, ¡claro! como no me di cuenta todo era un plan, por eso la máscara ese día, para que no supiera lo fea que eras, me enredaste a mí también, no solo a mi padre, era una treta tuya para obtener una marido y que mejor que fuera duque, claro lo hiciste porque sabias que nunca iban a pedirte en matrimonio, eso es,-hablaba mientras daba vuelta por el salón y sacaba sus conclusiones. - sabes, todo lo que te dije esa noche fue mentira, mentira, solo quería poseerte solo que no pasaron las cosas como yo quería, menos mal que no estuve contigo, hubiera sido el peor error de mi vida.

Estas últimas palabras retumbaron en el fondo del corazón de Isabelle, todo lo que él estaba diciendo, era mentira, todo era mentira, ella lo había esperado todo este tiempo y él llegaba y la trataba peor que una prostituta, como podía atreverse a hablarle así, era una maldita mentira lo que el decía ella nunca o busco, no sabía quién era hasta que lo vio, que se creía el, que creía el que era ella ¿una arribista que solo busca un título? sus ilusiones con él se fueron al piso, se dio cuenta que él no era más, que cualquier otro hombre, todos eran iguales, ella le había creído, había sido una estúpida, por esperarlo, por ocultarse y... solo se ganó el desprecio y repudio de la nobleza inglesa.

-Sabes que, por mi te puedes morir, tu y tu maldita herencia, me importa un comino lo que pase contigo - le grito mientras lagrimas gruesas salían sin que ella pudiese retenerlas. -me equivoque, no eres mejor que los demás.

-Dudo que alguien se fije en ti. - dijo casi sin demostrar emoción alguna. - y señor Walker no aceptare la cláusula de matrimonio, así que puede esperar a que pase el año de tiempo y puede hacer efectivo el traspaso a la caridad y el ducado se quedara con mi sobrino y de mi hermana, me encargo yo. ¿Quedo claro?

-si así usted lo desea no tengo ningún reparo en hacer el debido documento, pero igual tiene un año para arrepentirse - insistió

-¡Jamás me arrepentiré!- dijo mientras observaba a una muy malhumorada Isabelle, salir y estrellar la puerta con fuerza.

Su negocio en Venecia era prospero, así que no le importo la herencia y que mejor que su sobrino tuviera de herencia un ducado, al fin y al cabo él no lo necesitaba, las mujeres hermosas y de cunas lo perseguían, y se encargaría de cubrir el dote de su hermana y sus necesidades, pero tenía que dejarla por un tiempo en Londres mientras se volvía a ubicar en una barrio mucho más acomodado para llevarse a su hermana.

Un Destino Prometido (Serie Nobles Desamores I)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora