- CAPITULO 39 -

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Cada día venía acompañado de desafiantes retos, experiencias nuevas y más caos. Habían pasado varios días donde William no había hablado con Isabelle, al parecer ella se había tomado las cosas con calma, mucha calma para esa testaruda mujer, pero él no sería quien le objetase nada, lo prefería así, aunque seguramente su tranquilidad se debía a que por fin entendió que aunque sus sentimientos no tan puros al inicio, se fueron convirtiendo en algo más romántico, llegando a forjar en él un sentimiento nuevo llamado amor.

Ahora, después de la felicidad que le dió saber que Isabelle no lo rechazó, venía el coraje de no haber localizado a Francis, había salido por varios días a diferentes clubes y sitios nocturnos. Francis solía frecuentarlos a menudo, estaba quizás errando, seguramente él no iría a esos lugares a exponerse, pero tendría que intentarlo de todas las formas posibles, si el lobo no iba a la oveja, la oveja saldría del corral y buscaría al lobo, pero este lobo parecía más un zorro astuto, en esas noches lo único que logró saber fue que un extranjero había estado llevando mujeres a una mansión a las afueras de Londres. Carlos había mandado a investigar y solo se encontraron con un americano que quería disfrutar del placer a diario.

—¡Malnacido! — el fuerte roble de la mesa recibía los golpes que le propinaba William con la mano empuñada.

—Se la ira que sientes, pero no puedes perder la cabeza. — Su serenidad ya estaba a límite, ocultar sus verdaderos sentimientos lo estaban volviendo nada en su interior, él al igual que William deseaba dar con ese infeliz y acabarlo, sentía que debía proteger a Isabelle como fuera, así ella hubiese escogido a otro.

—Lo se, pero ya perdí mi tranquilidad, mis nervios me traicionan, no sé cuándo y dónde atacará — desesperado paso sus manos sobre el cabello —Ojalá venga por mí y no se le ocurra tocarle un pelo a ella.

—Te busca a tí, pero sabe que tu debilidad es ella.

—Pues se quedará con las ganas de hacerle algo.

William había enviado aún más hombres a custodiar la mansión Le Brun, a escondidas del marqués no quería matarlo de la preocupación.

—Que así sea — se levanto acomodando su levita — lamento dejarte en estás circunstancias, pero madre me ha pedido que la lleve hasta la mansion de la viscondeza de Astor, al parecer irán a dar una muy aburrida vuelta a Hyde Park.

—Ten cuidado, la viscondeza esta loca por casar nuevamente a su hija — comento William atenuando el ambiente.

—No me preocupa, no estoy entre los mejores partidos — tomo su levita por la solapa con las dos manos — en momentos asi, me alegra no tener un penique.

—¿Acaso no esta bien tu negocio?

—Si lo esta, pero no como la viscondeza esperaria de un yerno, asi que amigo, no me preocupa en lo mas minimo asistir a un evento con ella y su hija.

—Bien y... Gracias por acompañarme siempre, eres el hermano que no tuve.

—Hablas como si te fueras a morir — Carlos esbozo una sonrisa triste, le había fallado se había enamorado de Isabelle sin importarle nada y el remordimiento que sentía ante esas palabras lo estaban llevando al límite de su serenidad.

—No lo creo, pero hablo con agradecimiento, sin tí mi hermana no estaría mejor y ... Sin duda no hubiera podido recuperar a Isabelle.

—Sabes, odio cuando te pones así, mejor me voy

William soltó una carcajada y Carlos salió apresurado, a su madre no le gustaba llegar tarde.

Faltaban pocos días y tenía a todos los empleados yendo y viniendo, se suponía que la familia de la novia se encargaba de la recepción, pero ni él, ni ella contaban con figuras femeninas en su familia, así que está sin duda sería una boda poco inusual, una en dónde el novio tenía la misma participación que la novia, claro está que el no se encargaría de la decoración, eso por fortuna lo había logrado organizar Dayanne, pero no sin llevarse una buena reprimenda por parte de su progenitora que no le caía en gracia Isabelle, pero que de una u otra manera le beneficiaba que su hija tuviera relaciones amistosas con los duques de Windsor. Isabelle estaba a cargo del banquete, escoger las flores, los manteles, cubiertos, copas, cortinas y demás objetos, Dayanne se encargaría de la ubicación de estos, por fortuna ella contaba con la experiencia de la organización de un matrimonio. William se encargaría de que los empleados limpiaran y colgarán las cortinas dejando el gran salon de la mansión Windsor y el jardín como un lienzo en blanco para que Dayanne diera color, además se encargaría también de lo referente al permiso en la iglesia y los demás documentos que exigían.

Un Destino Prometido (Serie Nobles Desamores I)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora