- CAPITULO 41 -

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Isabelle subió rápido y no miro a ninguno de los empleados con los que se cruzó, sentía culpa y vergüenza, temía que si los miraba alguno de ellos podría darse cuenta y empezarán a murmurar o peor aún, contarle a su delicado padre.

No quería bañarse esa noche para no borrar de su piel los besos y caricias de William, pero sabía que si no lo hacía Nina podría sospechar algo, esa era su rutina de hacia cinco años; bañarse con agua tibia y aceite de rosas antes de tomar la última cena e irse a dormir, y no hacerlo hoy la pondría a pensar, Nina era una señora muy astuta y más porque sabía que había ido a visitarlo en la tarde.

Se tiró en la cama con una sonrisa de oreja a oreja, pensando en lo alocado que había sido su día, había entregado su virtud sin casarse, pero después de tantos meses de rencores y dudas por primera vez había confiado en él, entregándose en cuerpo y alma por amor.

Habían transcurrido unos minutos pensando en todo y el sueño la había dominado, se sentía un poco cansada y no había que ser adivina para averiguar el porqué, estaba agotada y ni siquiera el llamado a la puerta de la habitación logro despertarla, así que su doncella entro sin más, había acabado de llegar de recoger unas prendas que Isabelle le había encomendado en casa de Christine.

—Niña ¿se encuentra bien? — pregunto la doncella tocando la frente de Isabelle pensando que estaba enferma.

—¿Quien es?

—Soy yo, Nina — la joven se sentó en la cama un poco adormilada — Ahora no vas a poder dormir en la noche.

—No lo creo — Ella sabía porque lo decía, había soñado con ese momento y quería volver a dormir para repetirlo. — ¿Acabas de llegar?

—Si, Lady Christine no estaba me tocó esperarla — coloco el recado en el baúl que daba a los pies de la cama.

—Bien — se levantó y se miro al espejo

—¡Pero Niña! Que desprolija estás, pareces que hubieras dormido en las caballerizas — Isabelle sonrió nerviosa

—Lo siento, no supe ni como me dormí, llegue y como no estabas me acosté a esperarte.

—Menos mal es hora del baño, ya envío a qué traigan el agua

—Bien.

Tan pronto la tina estuvo lista Nina ayudo a Isabelle a desvestirse, al parecer quedarse dormida era lo único que necesitaba para que su doncella no se diera cuenta de lo ocurrido, también le ayudo que había limpiado sus partes con una toalla húmeda que William le dió, en ella había quedado una minúscula cantidad de sangre que mostraba el final de su vida como una señorita, ahora era la señora Neville.

Por otro lado William parecía un niño pequeño cuando le dan un juguete, en el camino de regreso a casa solo se tocaba los labios y sonreía, había pasado la tarde más hermosa de su vida, si por él fuera ella se hubiera quedado a vivir con él desde ese día, pero la sociedad era muy cruel con este tipo de actos, no la colocaría en entre dicho solo por su deseo de tenerla cerca desde ya.

Al llegar a la mansión subió de inmediato a su habitación, debía arreglar un poco su cuarto antes que su ayuda camara o alguna doncella entrara y viera el lío que había dejado, al entrar miro el desorden de mantas que había en la cama, las joyas tiradas sobre el baúl y algunas en la alfombra, se acercó acomo un poco la cama, hizo como algunas veces había visto a las sirvientas acomodar, luego tomo la foto que había entregado su prometida, la volvió a mirar tratando de descifrar algo pero no encontraba lógica a nada, agarro las joyas y trato de introducirlas de nuevo en la caja pero está se cayó revelando una especie de cajón oculto en su base, William arrugó su entrecejo y dejo las joyas donde estaban, tomo la caja y halo de la tablilla que se había soltado, tras esa tablilla estaba oculta en una especie de cajón secreto el collar de su padre, no se limitó a revisarlo, lo tomo junto con la foto y salio en busca de su amigo.

—¡Carlos! —William golpeaba con fuerza la aldaba de el piso de soltero de su amigo.

—¡Ya salgo, no me tumbes la puerta! — Carlos salió adormilado, no llevaba su levita, solo tenía la camisa desabotonada y sus pantalones —¿Que haces aquí?

William no dijo nada y solo entrego los objetos para que él sacará conclusiones, lo había revisado camino a casa de Carlos y pudo ver en el collar que había un nombre grabado al respaldo del dije y aunque lo dudo parecía ser el mismo nombre de la madre de Francis.

—¿Que ves? — Carlos ya bien despierto miro la joya y la foto varias veces, revisó la prenda y aprecio un nombre de mujer allí grabado.

—¿Quién es Clemencia? — pregunto mirando todavía los objetos

—La madre de Francis y al parecer eran más que amigos con mi padre, porque no veo otra conexión para que él tuviese su collar por tantos años

—según esto, la de la foto es la madre de Francis ¿Y tu madre? — Carlos no comprendía, si el duque había guardado la pieza por tantos años era porque tenía sentimientos hacia la mujer que tenía el nombre grabado en la joya, ¿Entonces dónde quedaba la madre de William?

—Sir Rudolf me dijo que mi padre y el padre de Francis se conocieron cuando estudiaron juntos, y esa foto al parecer era de esa época, eso debió ser más o menos dos o tres años antes de casarse con mi madre.

—Y la disputa pudo ser por esa mujer — dijo señalando la mujer en la foto —Y él debe ser el padre de Francis —señalo a hombre que estaba al otro lado de la mujer —Quizas se deba a que tu padre se metió con ella.

—Puede ser, aunque mi padre siempre demostró devoción por mi madre, no entiendo porque guardaba el collar de otra.

—A mi no se me ocurre nada más, pero no creo que Francis vaya a querer vengarse de algo que sucedió muchos años atrás y más con el hijo de este, no tiene lógica.

—Nada tiene lógica, estamos dando vueltas en círculo y no sabemos nada.

William se recostó en el amplio sillón

—Cambiando el tema ¿Cómo te fue con la salida a Hyde Park? — Necesitaba pensar en otra cosa o se volvería loco, y no estaba con Isabelle para que ella lo hiciera olvidar de todo, tenerla cerca era como médicina para su cuerpo.

—Cada vez me sorprendo de lo poco que me soporta la viscondeza, pero en general bien, aún sigo soltero.

—Algo hiciste para que no te soporte— dijo con algo de gracia

—Claro, ser un noble sin riqueza — la viscondeza era una mujer que solo veía a través de sus intereses.

Hablaron un poco más de media hora hasta que William decidió irse a dormir, ya era tarde y estaba cansado había sido un día de muchas emociones y lo mejor estaba por venir.

Un Destino Prometido (Serie Nobles Desamores I)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora