- CAPITULO 44 -

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Era pasado el medio cuando un hombre de edad media entro a uno de los peores bares de Londres, miro cada detalle dentro del oscuro lugar, las viejas mesas con sus catres estaban siendo usadas por los más grotescos hombres de la ciudad, hombres de clase muy baja que trabajaban de sol a sol para gastarse las pocas monedas que ganaban en el asqueroso lugar.

Algunas cortesanas iban y venían llevando tragos, otras posaban con una maquillada felicidad junto a clientes mal vestidos y sin rastro de higiene, para luego ser arrastradas hacía algún lugar privado a fin de satisfacer el deseo carnal del hombre, dejando en ellas la dicha de obtener unas miserables monedas para llevar algo de pan a sus hijos.

El olor era desagradable, el ambiente húmedo y mohoso, pero nada ajeno a él, que ya estaba habituado a eso y por ende no le molestaba en absoluto, estaba acostumbrado a esta clase de lugares, quizás algunos peores. Thompson siguió recorriendo con la vista el lugar hasta ver a su cliente en un rincón, no era difícil saber cuál era, ya que su porte y rostro limpio a pesar de la ropa de mala calidad que usaba lo delataba, sonrió para si, este sin duda iba a ser el trabajo más fácil y mejor pagado de su vida.

—Tenga una buena tarde caballero, me presento — la mirada del hombre que se presentaba era sombría pero no más que la del hombre frente a él —Soy Thompson, yo seré el encargado de hacer lo que le pidió a mi jefe.

—Veo, pensé que Truman trabajaba solo — se cruzó de brazos y se recostó sobre la vieja silla

—No siempre, yo estoy en las sombras esperando mi momento — respondió el hombre con voz ronca y mirada asesina

—¿Me imagino que tú jefe te explico lo que hay que hacer? — el hombre sonrió 

—Muy claro, ya está todo listo, solo es que me diga cuando y a qué horas

—Este listo desde ahora, seguirá mis pasos a lo lejos, yo le indicaré cuando actuar — el hombre asintió y acercó la mano para confirmar el trabajo

—Que quede claro, la mercancía no se toca — la voz de Francis sonó más como una orden que como una indicación.

—No será problema — Acotó Thompson, luego soltó la mano de su cliente y ambos salieron del lugar.

Tal como lo había pedido Francis, Thompson en su caballo lo seguía a lo lejos pacientemente, espero que cambiará su barata ropa por una de su estatus en una casa de clase media, algo alejada de la plaza central, la actitud que mostraba su cliente era muy poco usual, pero a él no le estaban pagando para sacar conclusiones, además así de extraños y extravagantes eran algunos aristócratas, así que solo miraba desde lejos el actuar de su cliente.

—Milord, ya hize lo que me pidió — el niño deshollinador mostró sus dientes amarillos y descuidados con una sonrisa complaciente, ahora podía recibir unas cuantas monedas para alimentar a sus hermanitos menores.

—Toma — Francis tiro una pequeña bolsa con unas monedas al niño

—Gracias Milord, estoy a su orden — el niño sonriente salio corriendo de la residencia sin mirar atrás.

Francis se cercioró que la sirvienta que el niño le habia conseguido hubiera dejado todo limpio y sin rastro que él hubiera estado ahí, quería ser una sombra y mas ahora que habia añadido un punto mas a su lista de venganza, william debía pagar por todo su sufrimiento, su padre se habia salvado de morir en sus manos por esa maldita enfermedad, pero aún quedaba un Neville, la hermana no contaba como objetivo, su cuerpo ya la estaba consumiendo, pero él, debía ser destruido, debía sufrir, tanto o mas de lo que él sufrió.

En pocos minutos william iba a saber que era el sufrimiento.

El Caballo corria tanto como su jinete le exigía, no importaba quien se atravesara, él no estaba de humor para parar, debía apurarse antes que la feliz pareja partiera de la ciudad o su cuidadoso plan sería afectado y no estaba de humor para esperar más tiempo por su cometido.

Un Destino Prometido (Serie Nobles Desamores I)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora