- CAPÍTULO 34 -

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Más de quince días viviendo en una maldita incertidumbre, el miserable conde no había vuelto a aparecer, Sir Rudolf tampoco había respondido la misiva. Había tenido toda la intención de ir hasta donde él estaba, pero el imaginar a Isabelle sola y con ese miserable rondando las calles de londres tan tranquilamente lo hicieron replantearse de idea.

Carlos y él habían preguntado a los habitantes si habían visto a ese conde, pero todos negaban, incluso habían contratado un investigador para que diera con su paradero, pero era como si la mismisima tierra se hubiese encargado de esconderlo.

¿Que quería de Isabelle, por qué ella? Se preguntaba sin saber que en realidad era a él quién buscaba dañar, aunque tuviera que pagar ella para lograr su objetivo.

-Cálmate William, con desesperarte no vas a lograr nada. - Carlos trato de tranquilizar a William, pero este se negaba.

-¡Por Dios Carlos, no me pidas que me calme cuando no sabes lo que es que la mujer que quieres puede estar en peligro!

La quería, si, no sabía en qué momento, ni como esa mujer se había adentrado en el fondo de su alma, se suponía que ella no era lo que aparentaba, pero, su corazón se negó a creerlo y al compartir pequeños momentos y discusiones fallidas se dió cuenta que ella era algo más que suposiciones malintencionadas, en cierta manera se arrepentía por como se habían dado las cosas, pero no podía negar el hecho de que quizás, si no hubiesen pasado por esos incómodos momentos no hubiera sabido nunca lo valiosa que era ella.

-Tienes razón no tengo ni idea que se siente - las palabras se calaron en su corazón - pero no vas a lograr nada desesperandote... Ni siquiera sabemos si este en londres, puede estar en cualquier condado.

-Ya lo había pensando, pero odió el no saber si estoy pisando en falso. -su voz se había apagado un poco, sus ojeras y aspecto poco pulcro no ayudaban a que se viera con más ánimos.

-No podemos hacer otra cosa que esperar - no era lo que él quería decir y tampoco que William quería escuchar -al menos hasta que Sir Rudolf conteste.

-No creo que conteste cartas, mejor enviaré a un lacayo con una misiva, es lo último que puedo hacer.

*****

Isabelle había estado prácticamente recluida en la mansión por dos largas semanas, William se había portado como un caballero y desde el día de su compromiso no la había dejado sola en ningún momento, no estaba todo el tiempo con ella, pero para su malestar tenía tres lacayos del servicio Neville para cuidarla.


Al principio le molestó un poco, pero había tenido crisis de nervios en varias ocasiones, asi que optó por aceptar el servicio, procuraba no salir a menudo de su hogar por miedo a que aquel hombre estuviese fuera, así que optó por salir solo cuando era estrictamente necesario, se excusaba de una que otra invitación que le hacían para pasar una tarde de té diciendo que era mejor que ella personalmente se encargase de la salud de su padre.


-Mi niña, llegó una misiva de la casa de modas. - informo Nina y entrego el papel.


-¡Dios lo había olvidado! - tomo una pluma y papel y escribió lo mismo en dos papeles - Nina por favor, que envíen esto a casa de Christine y Dayanne, hoy vienen a tomarme medidas para el vestido de novia.


Dicho esto entrego a su doncella las cartas donde invitaba a sus amigas a estar presente mientras escogían los materiales y diseño del ajuar de novia, además de sus nuevos vestidos de mujer casada, porfin podría usar colores más fuertes sin causar escándalo.

Un Destino Prometido (Serie Nobles Desamores I)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora