- CAPITULO 54 -

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—¡Tengo hambre! — espeto Isabelle desde un rincón del cuarto.

Luego de haber llegado a otra casa, fue atada de manos a una silla de madera, llevaba varios días de un lado para otro; a este punto ya el miedo que inicialmente se apoderó de ella se había convertido en mal humor. Sin dormir cómodamente, sin alimentarse como acostumbraba y sin poder descansar como la anciana le había recomendado, Isabelle estaba en un punto donde explotaría sin importar las consecuencias, debía escapar de una vez por todas o al menos morir en el intento. No le daría opciones al malnacido que la había mandado a raptar, en estos momentos era ella y su bebé.

—¡Cállate!

El grito del hombre resonó por el cuarto, se veía ofuscado, caminaba de un lado a otro con un arma en su mano derecha, con la izquierda sujetaba una daga evidentemente afilada.

—¿Crees que soy cuerpo glorioso? Muero de ham...

—Morirás y no será de hambre, así que cállate — las palabras de Isabelle fueron cortadas por la daga afilada que quedó clavada en el centro de la mesa que estaba justo al frente de ella.

—Quizás... Mueras después de mí, no creo que tú recado sea matarme, porque si así fuera, ya lo hubieras hecho. — por fuera se sentía toda una guerrera valiente, pero por dentro sus nervios estaban a flor de piel, este tipo mostraba un aura oscura con solo verlo cuando estaba serio, pero al hacerlo enojar todo a su alrededor se tornaba opaco y sombrío.

—Todas la aristócratas son iguales, damas finas que creen que los mestizos debemos hacer todo lo que digan, te hubiera partido el cuello sino fuera porque aún me deben la mitad de mi dinero.

—Puedes decir lo que quieras, pero eso no me va a quitar el hambre, quizás estés acostumbrado a aguantar pero yo no.

—¡Maldita mocosa! Te tendrás que esperar, en algún momento estará entrando por esa puerta tu perdición.

¿Perdición?

¡No! En cierto modo se sentía segura con ese bastardo, estando con él, su integridad estaba un poco más resguardada, pero al llegar quien la mando a secuestrar estaría en un gran problema. Debía salir de allí, pero el muy desgraciado no le estaba dando oportunidad.

—Debo hacer mis ... necesidades

—Como ordene Milady — su evidente ironía la hacia enojar a gran manera pero debía mantener la calma hasta encontrar el momento de escapar -puede usar aquel cuarto.

Se sentía libre el no tener esas cuerdas sobre sus manos y pies, por fortuna después de tantos gritos le había quitado las vendas de los ojos.

—No demore o tendré que entrar — Isabelle miro de reojo y siguió su camino al cuarto.

¡Mierda! se suponía que todas las habitaciones tenían ventanas, ahora como rayos escaparía si esta solo tenía una puerta y ese maldito estaba fuera. Derrotada se sentó al pie de la puerta, quería salir de allí, ya no aguantaba mas, además su vientre estaba empezando a doler nuevamente.

A pocos metros de allí tres hombres vigilaban en direcciones diferentes, esperaban con disimulada paciencia que alguien se acercará a esa vieja casa pero el tiempo parecía haberse detenido.

El carruaje había sido escondido y abandonado, el caballo había sido usado por Lord Berry para seguir de manera más cautelosa al hombre, mientras Carlos y William estaban no muy contentos esperando que el jinete volviera con la ubicación de la joven, y en efecto el plan de Lord Berry salía nuevamente perfecto, a una hora a pie de dónde fue dejado el carruaje, estaba la casa donde habían hecho la última parada. Lord Berry sabía que no se iría de allí pronto ya que había desatado y amarrado el caballo a un horcón de madera frente a la vivienda, seguramente sería ese su destino final.

Un Destino Prometido (Serie Nobles Desamores I)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora