- CAPITULO 43 -

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Por más que Carlos se excuso para no asistir a la fiesta no pudo persuadir a william, quién lo hizo desistir diciéndole que lo único mas cerca a un familiar que tenía en estos momentos era él, Carlos sintió su corazón dividirse en dos, por un lado estaba quebrantado por qué la mujer que amaba acababa de jurar amor eterno ante el altar a  otro hombre y por el otro, se sentía un vil traicionero al amar a la ahora esposa de su mejor amigo. Pero de igual manera no no le quedo mas remedio que acompañar a los duques de Windsor, aunque esto le causará un profundo dolor, se ubicó en el puesto designado y compartió no de manera feliz con sus acompañantes. Por fortuna no le correspondió estar cerca a la viscondeza de Astor quien desde su puesto lo miraba con menosprecio, y es que a pesar que ella había cambiado su actitud arrogante al su hija casarse con un burgués, todavía se daba el lujo de menospreciar a los menos acaudalados por mucho título que ostentaran.

—Vaya, no será que le atraes.

Carlos se permitió soltar una palabra poco cortés, en su vida tendría algún contacto con esa mujer, así fuera físicamente agradable, porque la viscondeza sin duda era hermosa a pesar de su edad.

—No recuerdo que fueras así — Acotó la mujer soltando una risilla mientras se cubría con su abanico.

—Anteriormente no me importaba que clase de mujer caía sobre mi cama, creo que ahora subí mis estándares. — La mujer volvió a sonreir

—Y yo, ¿aún cumplo con tus expectativas? — La mujer no espero respuesta ya que fue llamada por su anciana madre.

—Quizas... si — respondió Carlos al aire

El trago que tomo en seco no causó nada, era como si a parte de su corazón, también su gusto hubiera sido afectado, volvió a tomar otra copa de licor como si de alguna manera así logrará calmar su dolor.

Carlos siguió de vista a la mujer que momentos antes estaba sentada junto a él hasta que volvió a situarse a su lado. Tomó otro trago y miró sin descaro a la mujer.

—¿Cuánto tiempo ha pasado Amelia? — la mujer abrió su abanico para responder, tras ese objeto podía expresarse sin causar revuelo.

—Quizas un año o más — Su respuesta fue más como un reproche que a Carlos no le pasó desapercibido

—Ha sido mucho tiempo, lo siento — dijo mirando a otro lado, mientras que por debajo de la mesa acercó a ella una tarjeta.

—Va a ser como en los viejos tiempos — Miro la tarjeta con una sonrisa coqueta que disimulaba bajo su abanico

Te espero en mi piso

Amelia era la hija solterona de la condesa de Bedford, sin duda era una mujer de cuna, pero su promiscuidad impidió que se decidiera por el matrimonio, según ella, el acto sexual era demasiado placentero para someterse solo a un hombre y Carlos era para ella lo mejor que podía haber en cuanto al género masculino.

La mujer rompió la tarjeta y se alejo de la mesa, según Londres, era una soltera intachable, no podía darse el lujo de dañar su imágen de esa manera, aunque estuviera feliz de volver a enrredarse en las mantas de su amante favorito.

Pasado el medio día de la celebración, Carlos se despidió de la felíz pareja, aunque William quería que él siguiera con ellos está vez no lo detuvo, había ingerido demasiado licor y su sistema estaba alterado, era mejor que se fuera a descansar. Tras él, salió Amelia excusándose que su madre estaba exhausta y debía descansar. Luego de ellos, el marqués también se despidio acotando que saldría en la mañana a Surrey y debía estar descansado para el viaje, con gran tristeza Isabelle se despidió, ella también saldría de viaje en unos días y no sabía cuándo volvería a ver a su amado padre.

Un Destino Prometido (Serie Nobles Desamores I)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora