Capítulo 9

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La joven peliazul abrió la puerta, encontrándose a una Peridot que sonreía nerviosa frente a ella.

–Verás, yo de verdad no quería decir lo de antes, lo siento mucho. Ha sido sin querer y yo...– los nervios se notaban en cada palabra de la chica, pero de la nada, sus ojos verdes se desviaron de los ojos de la chica a otro punto de su cuerpo, más exactamente a su brazo izquierdo.–

Ella dirigió su mirada también a ese lugar, viendo una mancha purpolacea cubrir su morena piel.

Puso su otra mano sobre la marca, frotándola con incomodidad y desviando la mirada al suelo.

Peridot acercó su mano a la de la contraria y la apartó con suavidad, pudiendo apreciar la mancha de nuevo, pero ésta se alejó un poco, aún con la mirada clavada en el suelo.

–¿Te caigo bien?– murmuró Lapis bajando la cabeza.–

Esa pregunta extrañó a la rubia, haciendo que abriera sus ojos de par en par.

–Pues sí, ¿a qué viene esa pregunta?

–Y-Yo, n-no...– tartamudeó la chica antes de romper a llorar en los brazos de la de ojos verdes.–

–¡Lapis! ¿Qué ocurre? ¡En serio me estás preocupando!– una preocupada Peridot sujetaba de los brazos a la peliazul que apenas podía sostenerse en pie.–

La morena se abalanzó al cuello de la rubia, abrazándola con fuerza, sollozando en su hombro. Su llanto era ruidoso, las lágrimas eran gruesas y se precipitaban por sus sonrosadas mejillas.

Peridot comenzó a acariciar la espalda de la joven, en un intento de calmarla. Las yemas de sus dedos hacían trazos indefinidos, trazos que tan sólo las dos conocían.

Cuando sintió la respiración calmada de Lapis en su cuello, supo que la tormenta había acabado. El agarre de la joven se aflojó con lentitud y sintió como poco a poco el calor de la peliazul que hasta hace unos segundos sentía contra su piel se iba desvaneciendo, siendo sustituido por el frío aire que corría por la calle.

–Yo, de verdad te doy las gracias.– los ojos azules de la morena bajaron hasta el suelo con algo de timidez.–

–Ni las des. Es lo menos que podía hacer.– sonrió ampliamente la rubia.–

–¿Eso significa que volvemos a ser amigas?

–No, te he consolado y eso pero no, te odio.– respondió con gran sarcasmo la de gafas, rodando sus ojos verdes.–

Lapis soltó una pequeña risita ante el comentario de la rubia, haciendo que ésta sonriera también.

–Bueno, creo que voy a entrar a descansar un poco. Ya sabes, mañana vuelta a la rutina y eso.– dijo Lapis mordiéndose el labio levemente.–

–Claro, está bien. Descansa.–se despidió Peridot, dándose media vuelta.–

–¡E-Espera! Si quieres nos vemos esta tarde en mi casa o lo que sea...

–Está bien. A las seis me tienes aquí.– sonrió la joven de ojos verdes.–

Y así cada chica tomó su camino. La peliazul cerró la puerta tras ella y mirando al techo se deslizó por la puerta lentamente hasta quedar sentada en el suelo.

–¿Qué coño me pasa?– murmuró pasando una mano con nerviosismo por su cabello.–
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–¿Cómo te ha ido?– algunos cereales salían de la boca de Amatista a la vez que hablaba.–

–Tía que asco.– Peridot hizo un mohín, mirando los cereales medio masticados sobre su mesa.– Eso lo limpias tú, que lo sepas.– dijo la chica señalando el desastre de la joven.–

–No has respondido a mi pregunta.– siguió diciendo la chica con la boca llena, a la vez que metía más de estos cereales en su boca.–

–¡Para! ¿Si te respondo te volverás una persona normal de nuevo en vez de ser un cerdito?– Amatista asintió con una sonrisa.– Ha ido bien, hemos hecho las paces, ¿contenta?

La joven de cabellos lilas se tragó todo el mazacote de cereal que mantenía en sus mejillas de una sola vez y sonrió de nuevo, de forma amplia.

–¡Esa es mi chica! Sabía que tú podías.– le dio una palmada en el hombro riéndose.– De todas formas, yo me voy yendo ya. Ya casi es la hora de comer y mi madre me está esperando.– se levantó de la silla en la que estaba sentada, cogiendo su chaqueta vaquera a la misma vez.–

Las dos jóvenes se despidieron y Peridot se sentó de nuevo en la mesa del comedor, manteniendo la mirada fija en la ventana que daba a su jardín, pensando en cómo habían cambiado las cosas en una sola semana.

–Querida, vamos a comer.– la voz dulce de su madre se escuchó por toda la habitación, sacando a la joven de mirada verdosa de su trance.–

–Eh, sí, sí, claro.– respondió la de lentes fijando su mirada en su madre.–

–¿Te pasa algo? Últimamente estás más pensativa que de costumbre. Sabes que puedes decirme lo que sea.– la mujer de cabello castaño se sentó en una silla al lado de su hija y posó una de sus manos en sus hombros.–

–No es nada, tranquila. Es tan sólo que las cosas cambian mucho de un día para otro.– sonrió algo nostálgica la joven.–

La mayor alzó ambas cejas con algo de impresión.

–¿Por qué dices eso cariño?– preguntó algo curiosa la adulta.–

–Verás, hace unos días conocí a la vecina que vive al lado nuestra, se llama Lapis, es muy simpática, ¿sabes? En tan sólo unos pocos días nos hemos hecho muy amigas.– sonrió dulcemente la rubia.–

La mirada cariñosa de su madre cambió en una milésima de segundo a una estricta.

–Creo que te he dicho bastantes veces que no quiero que te juntes con niñas como ella. De hecho desde pequeña te he advertido de esto.– la mujer se cruzó de brazos.–

–P-pero mamá, nunca has tenido la oportunidad de conocerla.– le respondió Peridot con algo de molestia.–

–De una familia tan extraña como la suya no puede salir nada bueno, te lo aseguro hija mía.

–¿Q-qué?– murmuró con extrañeza la de ojos verdes.– ¿Qué tiene que ver su familia?

–¡Sus padres! ¡Ellos son el problema!– exclamó la adulta a la vez que salía de la habitación con gran enfado.–

Lapis, ¿quiénes son tus padres y qué tienen que ver ellos en esto?

Al otro lado del jardín [Peridot X Lapis] Steven Universe. AUDonde viven las historias. Descúbrelo ahora