Garnet cogió del cuello de su chaqueta a Jasper y la golpeó contra la pared con algo de fuerza, sorprendiendo a la joven, que cerró sus ojos con fuerza.
–Responde, ¿qué le has hecho a Lapis?–preguntó entre dientes la joven, tratando de hacer el menor ruido posible.
–¡N-nada! ¡Lo juro!
–Sí, claro.– respondió sarcástica la de cabello azabache.– Nos conocemos desde hace bastante tiempo.–comentó bajándola al suelo.– ¿Quien le haría algo así a ella?
–Y-Yo no... Sé que he sido violenta en muchas ocasiones, y-y que, a veces no controlo mi fuerza. Pero, Lapis no es como creéis.
Dicho esto, levantó la manga de su chaqueta, mostrando diversas cicatrices, algunas parecían ser de quemaduras de cigarro y otras de simples golpes. Garnet no cabía en su asombro.
–Son de hace ya tiempo. Hubo una época en la que ambas éramos más violentas. Lapis bebía muchas veces de más y empezó a hacer este tipo de cosas cada vez con más frecuencia. Es por eso que decidí que era mejor que ella me tuviera miedo, así no me haría más daño. Estaba muy harta de ella. Pero no podía dejarla sola.
Garnet enmudeció a la vez que seguía observando el brazo lleno de cicatrices de la joven.
–Sé que lo que he hecho este tiempo no tiene perdón. Pero tampoco había soluciones mucho mejores. Y entiendo que me tenga miedo, después de sus borracheras, no se acordaba de nada...
Garnet suspiró y posó una de sus manos en el hombro de la joven, en señal de apoyo.
Sin embargo, la calma no duró mucho, pues el color rojo y azul comenzaron a pintar los edificios alrededor de las dos jóvenes y el sonido tan característico de las sirenas no se hizo de esperar.
El sonido de las puertas de los coches policiales abriéndose obligó a ambas chicas a mirar hacia el exterior del callejón.
Dos hombres con sus correspondientes uniformes de policía se comenzaron a acercar a ellas. Una vez vieron a Jasper, se abalanzaron sobre ella y la esposaron.
–Queda detenida por...
En ese momento la cabeza de Jasper no paraba de dar vueltas. Se sentía muy nerviosa. Ella sabía que no era culpable, pero, ¿alguien más la creería?
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En la sala de espera todavía habitaba la incertidumbre. Los médicos aún no habían salido del quirófano, haciendo que la tensión fuera palpable en el ambiente.Amatista se había quedado dormida en una de las sillas acurrucada. Los padres de Lapis se reconfortaban el uno al otro, eran incapaces de pegar ojo sabiendo que su hija estaba dentro de un quirófano debatiéndose entre la vida y la muerte. Peridot, por su parte, seguía pensativa en la silla, con las lágrimas que antes corrían por sus mejillas ya secas.
–Oye, querida. Puedes ir a tu casa si quieres. No te vendrá mal dormir un poco.– sugirió Henry a la vez que se acercaba a ella.
–No, no pienso irme hasta que sepa que ella está bien. De todas formas, si me voy, tampoco pegaría ojo sabiendo que Lapis está aquí.
–Está bien.– sonrió Derek.– ¿Acaso sabe tu madre que estás aquí?
Su madre, un tema que por ahora no quería tocar. Suspiró a la vez que se cruzaba de brazos.
–No quería despertarla. Si eso después la llamo o le mando un mensaje o lo que sea.– respondió restándole importancia.
Los hombres asintieron, poco convencidos por la respuesta de la joven. Pero lo dejaron pasar. Siempre y cuando luego la avisara para que así no se preocupara...
–Bueno, aunque sea tómate algo, o trata de pegar una cabezada aquí. Sé que las sillas no son muy cómodas, pero a Amatista le han servido.– sonrió Henry levemente.
La rubia también sonrió. El último comentario del hombre había logrado aligerar un poco la presión que había en el ambiente.
De repente, escucharon la puerta de la sala abrirse. Un hombre, portando una impecable bata blanca y con gafas se acercó al pequeño grupo.
–¿Familiares de la señorita Lapis?
Pero antes de que nadie más pudiera hablar, la puerta se volvió a abrir, mostrando a una Garnet jadeante, sosteniéndose al marco de la puerta.
–Han detenido a Jasper.– anunció entre jadeos.
–Bueno, eso es algo bueno, ¿no?– preguntó extrañada la de lentes.
–No, no lo entiendes. Ella no es la culpable.
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En la comisaría, Jasper permanecía sentada en una silla, en una sala de estilo minimalista, de paredes oscuras y una mesa con otras dos sillas justo enfrente de ella. Había algunas videocámaras esparcidas por el techo de la sala, grabando todo lo que ocurría en ésta. Una lámpara en el techo era la única iluminación de la pequeña habitación.Un par de policías no tardaron en entrar al lugar. Se sentaron en la silla de enfrente y mantenían la vista fija en ella, de forma severa, como si ya la culparan de lo que había ocurrido.
–Así que... Jasper...– comenzó a hablar un hombre de casi cincuenta años.
La albina tan sólo asintió levemente. Estaba muy nerviosa, demasiado diría ella. Tanto, que un gran nudo se había formado en su garganta.
–¿Sabes por qué estás aquí verdad?– volvió a preguntar el mismo policía.
Ella tan sólo pudo volver a asentir. Suspiró, tratando de que todo el estrés que estaba tratando de contener escapara a través de sus labios.
–Vamos a hacerte una pregunta muy simple.– dijo esta vez el compañero del más mayor. Otro hombre que aparentaba unos treinta años con una barba de forma perfecta.– ¿Fuiste tú quien agredió a Lapis hace unas horas?
–No, no fui yo.– respondió con simpleza la joven.
–¿Dónde se encontraba usted cuando la joven fue agredida?
–Unas calles más adelante. Cerca de los recreativos. Había quedado con ella pero ya estaba tardando más de lo habitual.– volvió a responder, sonando lo más segura y menos nerviosa que su voz le permitió.
Los dos policías, tras intercambiar unas palabras más con ella, se fueron, dejándola sola. Una vez así, ella llamó a Mark y Joey, sus amigos más cercanos.
Sin embargo, algo extraño ocurrió cuando llamó al segundo de ellos. Con voz temblorosa e insegura tan sólo le dijo una frase:
–Jasper, he hecho algo horrible...– y colgó.
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Al otro lado del jardín [Peridot X Lapis] Steven Universe. AU
FanfictionElla desde que tiene memoria, recuerda que su madre siempre la había alejado del jardín de los vecinos. Peridot siempre se había preguntado, ¿quién era la que vivía al otro lado del jardín?