El olor a hospital nunca ha sido de sus favoritos. Le recuerda que hay alguien que está enfermo, muriéndose o dentro de un quirófano debatiéndose entre la vida y la muerte. O en los casos buenos, mujeres que acaban de dar a luz junto a sus respectivas familias.
Unas paredes pulcras, de un color blanquecino la recibieron nada más entrar al lugar. Una recepcionista tecleaba algo en un ordenador. No había nadie por los pasillos y era normal, eran casi las una de la madrugada y la ciudad entera dormitaba en silencio absoluto.
Se acercó a la mujer y tratando de sonar lo más estable posible, se decidió a preguntarle.
–Buenas, ¿me podría decir donde se encuentra la señorita Lapis?
–Oh, por supuesto.– respondió con amabilidad la fémina. Volvió a posar su mirada en el ordenador y comenzó a buscar con su ratón.–Ahora mismo sigue en el quirófano querida, pero sus familiares la están esperando en una de las salas de espera que se encuentra por ahí.– señaló la mujer.
–Muchas gracias.– y dicho esto, se dirigió con paso apresurado hasta la sala de espera.
Entró en el lugar casi como un torbellino, encontrándose a dos hombres y junto a ellos, una Amatista despeinada y con los ojos rojos e hinchados, rastro de haber estado llorando.
–¡Peridot!– y sin más se abalanzó sobre los brazos de la rubia comenzando a sollozar.
La contraria correspondió al gesto de la de cabello lila, tratando de contener sus lágrimas, tratando de mantenerse fuerte. Apretó el agarre al escuchar varios quejiditos por parte de su amiga.
–¿Qué ha ocurrido?– preguntó con voz rota la rubia.
La contraria se separó un poco del pecho de la de lentes, levantando su mirada.
–Según tengo entendido, la encontraron en un callejón, tirada en el suelo con muchísimos golpes. El problema es que tiene varias costillas rotas y no saben si han tocado alguno de sus órganos vitales.– contestó la más baja tratando de no hipar ni sollozar.
–¿Y quién...?
–Aún no lo sabemos.– interrumpió la de cabello lila.– Pero ya tenemos nuestras sospechas.
No hacía falta ni siquiera nombrarla para saber a quien tenían todos en mente como posible culpable de tan brutal acto.
–¿Sabéis dónde esta?
Amatista negó con la cabeza y tras un pequeño silencio, los dos hombres se levantaron a la vez y se dirigieron a las dos chicas lentamente. Ellos también parecían haber estado llorando aunque Peridot no los conocía de absolutamente nada.
–Buenas.– saludó el primero, de cabello negruzco y ojos azulados. Aparentaba unos cuarenta años.– Nosotros somos los padres de Lapis, es un placer conocerte al fin. Nuestra hija habla mucho de ti.– sonrió el hombre.
–Sí, aunque es una pena que haya tenido que ser en estas circunstancias.– sonrió de forma triste el otro, de cabello castaño claro y ojos color miel. Las manos de la pareja estaban unidas, como una señal de apoyo mutuo.–Yo soy Henry y él es Derek. Encantados de conocerte.
Peridot sonrió con algo de tristeza. Le dio la mano a los dos hombres y tras eso, se sentó en una de las tantas sillas que habían en la sala de espera y no pudo evitar sumergirse en sus pensamientos.
"Entonces, Lapis es adoptada... Y sus padres..."
De un momento a otro, todo encajaba en su cabeza. La actitud de su madre a la familia de Lapis, sus intentos por alejarla de ella, el odio injustificado hacia los padres de la joven.
Trató de contener sus lágrimas aunque no lo logró. Un suspiro ahogado salió de su garganta casi de forma instantánea, pero lo acalló tratando de que no la escucharan las personas allí presentes.
La incertidumbre y el miedo tan sólo le daban más ganas de llorar, y entre el frágil estado de Lapis y su reciente descubrimiento, las ganas de ponerse a gritar y llorar ahí mismo no eran pocas.
"¿Qué hará cuando se entere de que yo soy como ellos?"
Y tras eso, las lágrimas volvieron a salir de sus ojos.
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Una joven alta y robusta caminaba entre la oscuridad, siendo la única que caminaba por la calle a esas altas horas de la noche.Su cabello largo y blanco tapaba parcialmente su rostro. Caminaba ligeramente encorvada y temblaba ligeramente, quizá por el frío de la noche o por los inmensos nervios que la estaban carcomiendo.
Entró al primer callejón que vio y una vez dentro, pegó su espalda a la pared y comenzó a deslizarse lentamente sobre ésta hasta acabar sentada en el suelo, pegando sus rodillas a su pecho. Escondió su cabeza entre sus piernas y comenzó a negar levemente.
"Mierda, mierda y más mierda. "
Se sentía profundamente preocupada y no dudaba en ocultarlo. Golpeó con uno de sus puños el suelo a la vez que las lágrimas corrían libres por sus mejillas. Cerró con fuerza sus ojos y volvió a dar un puñetazo, esta vez a la pared. Y lo hizo con tanta fuerza que hirió una de sus manos.
Debería haberle parecido extraño que a Lapis no llegara a tiempo cuando habían quedado, pero no le dio mucha importancia. No se la dio hasta que escuchó en horrible grito unas calles más cerca de donde ella estaba. Fue entonces cuando se puso alerta.
Y ahí fue cuando corrió hasta el lugar de donde provenía ese horrible alarido. Llegó casi a una velocidad inhumana y una vez allí, se dio cuenta de que no había sido la única en escuchar esa llamada de auxilio. Un grupo gigante de gente se había formado alrededor de un estrecho y oscuro callejón. Una ambulancia y un coche de policía también estaban allí presentes, y encima de una camilla, yacía una Lapis extremadamente pálida, rodeada por un grupo de paramédicos.
Con lágrimas en su rostro y una preocupación creciente, Jasper huyó del lugar. Y llegamos al oscuro y asqueroso callejón en el que nos encontramos ahora.
Escuchó pasos acercarse hasta ella y levantó la mirada, observando a su alrededor, tratando de ver a quien fuera que estuviera ahí. Una sombra alta y esbelta comenzó a entrar en el oscuro callejón y se paró una vez estuvo enfrente de la albina.
–Garnet...
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Al otro lado del jardín [Peridot X Lapis] Steven Universe. AU
FanfictionElla desde que tiene memoria, recuerda que su madre siempre la había alejado del jardín de los vecinos. Peridot siempre se había preguntado, ¿quién era la que vivía al otro lado del jardín?