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No negaré que su primer impresión fue motivo de risas con mis amigos, sin embargo, entre risas, mi curiosidad por saber todo acerca de esa chica iba en crescendo; total, en lo que llevaba de vida, el máximo interés que una chica tenía por mi había sido el coquetearme por mis ojos y nada más.

Los días pasaron. Ninguno de los dos se atrevió a romper la barrera de lo incómodo por lo sucedido. En esos días ella usaba a sus amigas de trinchera pues en los tiempos de descanso se ocultaba tras de ellas sin quitarme los ojos de encima. Ella era una francotiradora y yo su objetivo.

Era extraño y abrumador tener tanta atención de una chica. Y para hacer de la situación algo más extraño, yo no sabía siquiera su nombre. Traté de saberlo por medio de mis amigos pero todos estuvieron de acuerdo en que si tanto deseaba saberlo, debía ser yo quien personalmente tenía que preguntárselo.

No fui capaz de acercarme por voluntad propia. Mis amigos se hartaron de mi cobardía y las amigas de ella de ser su refugio. Nos juntaron al final de un día de clases.

«Ustedes par de tortolitos, ya es hora de que se digan lo que no han querido» Demandó una de las amigas de ella al llevarla a empujones hasta el lugar donde mis amigos impidieron mi huida. Una vez ella y yo estuvimos juntos, los demás desaparecieron.

Estábamos solos otra vez. Los nervios nos dominaban y como podrán adivinar, era incómodo e insoportable estar de pie frente al otro.

—¿Cómo te llamas? —Pregunté sin siquiera verla a los ojos.

—Soy Yellow. —Respondió soltando una gran bocanada de aire.

Le dije mi nombre tratando de seguir rompiendo el hielo pero Yellow ya lo sabía. Una vez más estábamos frente al iceberg que hundió al Titanic.

Durante el desesperante silencio que nos agobiaba pude advertir que yo le gustaba a Yellow y que aquello que realmente me tenía intranquilo era el hecho de que si todo salía bien; ella y yo terminaríamos besándonos. Nunca había besado a una chica, era algo de lo que me avergonzaba y lo mantenía en secreto, incluso de mis amigos más cercanos.

«¡Yellow no te quedes ahí parada, haz algo!» Gritó una de sus amigas a lo lejos. Ella se ruborizó de pena.

—¿Vamos a un lugar más tranquilo?— Sugerí. Yellow aceptó meneando la cabeza.

Empezamos a caminar por las instalaciones, después de clases el lugar era bastante tranquilo en comparación a las horas de clase. Esa calma nos relajó un poco, mientras andábamos sin rumbo, hablábamos de las clases, de los profesores que eran un dolor en el trasero y de otras cosas que no eran precisamente lo que debíamos de hablar. A pesar de ese mar de nervios, Yellow parecía ser una chica agradable y aún así no podía dejar de pensar en el hecho de que si admitía que nunca había besado a una chica, ella se reiría de mi. Decidí no decir nada, si el momento del beso sucedía, lo iba a llevar a cabo sin importar lo torpe de mis movimientos.

Sin planearlo, Yellow y yo terminamos yendo a *El Rincón. Un lugar tranquilo que solo pocos conocían.

*Era el único lugar sin supervisión del instituto, ideal para tener sexo, fumar o beber.

—Por fín solos— Dije al adentrarnos en el Rincón.

—¿Por qué me trajiste hasta aquí?— Inquirió ella con voz nerviosa. Yellow se sonrojó y desvió su mirada hacia sus pies.

—¡No es lo que piensas! No te traje aquí para... No quiero que pienses que... Solo quería estar a solas contigo pero no para... —Me callé al darme cuenta de que cualquier cosa que dijera sería tomado para mal.

—Tranquilo. —Repuso Yellow entre risas. —Eres adorable. Me gustas. —Confesó inconscientemente.

—¿Te gustó? —Yellow se puso tensa en un instante.

—Como si no lo supieras. —Farfulló.

—No lo sabía. —Alegué. Sólo tenía sospechas de que yo le atraía a Yellow mas no tenía la certeza de ello. Yellow arqueó las cejas escéptica. —Es en serio. —Aseguré.

Me hallaba perplejo, era de no creer que yo le gustara a Yellow. Volvimos a guardar silencio.

—¿Quieres ser mi novio?. —Preguntó Yellow de sopetón. No respondí. —Eres guapo, me encantan tus ojos, me pareces genial... —Continuó diciendo hasta que notó que yo no le prestaba mayor atención pues dejé de escuchar desde el momento en que me pidió que yo fuese su novio. —¿Estás escuchando?— Inquirió ella. Agité mi cabeza para volver en si.

—Ehm si.

—¿Qué te decía? —Insistió Yellow.

—Me preguntaste si querías que fuese tu novio. —Respondí.

—Entonces, ¿Qué dices? —Volvió a preguntar clavando sus iris cafés en los míos. Guardé silencio pues no sabía qué decir. Me limité a sonreír casi por instinto que por voluntad. —¿Por qué sonríes? —Seguí callado. —¡Yellow eres una idiota! ¿Tienes novia verdad? ¡Claro, es imposible que alguien como tú no tenga novia! Qué bien los escojo, soy una tonta... —Refunfuñaba sin parar.

—¿Cómo se supone que soy yo? —Pregunté interrumpiendola.

—No te hagas, eres el típico chico «cool» que es demasiado genial como para fijarse en chicas como yo. —Alegó agachando la mirada.

«Si tan solo supiera que ni he besado a una chica en mi vida, de seguro no pensaría que soy tan cool como cree» pensé.

—No me conoces— Puntualicé. —No afirmes cosas que no son verdad, no estás tan mal. Hasta yo me fijaría en chicas «tontas» como tú. —Bromee, ella frunció el ceño. —Lo de tonta es broma. —Agregué.

—¿No tienes novia? —Suscitó Yellow sonriendo.

—Si te hace sentir mejor, te diré que no. —Yellow se decepcionó en un instante. —Hago bromas así todo el tiempo, tendrás que acostumbrarte.

—¿Acostumbrarme? —Yellow hizo una pausa —Eso quiere decir que... —Ella alargó la pronunciación de ese «que» a la espera de una respuesta.

—Acepto.

—¡Sí! —Gritó eufórica.

—Pero tengo dos condiciones, que no cambies la historia. O sea no le vas a decir a tus amigas que yo fui quien te pidió ser mi novia. —Yellow río. —Es en serio. —Repliqué.

—Por estar contigo lo que sea. —Afirmó Yellow llena de convicción. —¿Y cuál es la segunda condición?

—Que tú me beses primero. —Demandé.

—¿Es en serio? —Replicó entre risas.

—Sí. —Insistí tratando de que mi alegato me ayudara a que ella tomara la iniciativa y así poder sortear mi predicamento.

Yellow no lo pensó dos veces y empezó a acercarse lentamente hacia mi. Un paso que ella daba, era uno que yo retrocedía hasta que sentí la pared detrás de mi. No había escapatoria, me hallaba entre la espada y la pared, sus filosos labios tarde o temprano cortarían los míos. Y así fue.

Me limité a imitar sus movimientos, creo que pasé la prueba pues no hubo quejas de parte de ella.

Me encantaría decir que durante mi primer beso hubieron unicornios rampando sobre arcoíris y nubes de algodón, con fuegos artificiales y explosiones atómicas pero lo cierto es que solo fue un conjunto de movimientos torpes, intercambio de saliva y oxígeno.

Sigamos Caminando: ¿Usas Converse?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora