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Yellow a pesar de haber nacido y vivido en Bogotá, ella jamás había visitado el centro histórico de la ciudad. Era algo triste saber que ella no había recorrido las calles coloniales, los museos y el arte. Y quizá lo más triste de todo era que ella tal vez no conocía del todo la historia que residía en esas viejas casas, pobre, se había perdido de la sangre, los fantasmas, de todo lo bello de la Candelaria. Por fin el ser un nerd me daría la oportunidad de *«impresionarla» .

Era viernes por la noche. «Mañana, temprano en mi casa, no hagas preguntas» Le escribí. Yellow apareció en la puerta de mi casa el sábado a eso de las 10.00a.m. Llevaba la misma blusa que usó el día en el que conocí a su padre, pero sus resaltadas curvas no lograrían que yo impartiera «mi clase de historia».

Llegamos a La Candelaria a las 11.00a.m. hora ideal para iniciar el recorrido y luego invitarla a comer algo antes de reanudar la marcha. Comenzamos por lo simple: La Casa Del Florero, símbolo y a la vez la excusa más ridícula para conseguir la independencia de Colombia. Luego fuimos al Palacio Presidencial, allí le relaté el cómo Bolivar escapó de las manos de Carujo gracias a su compañera Manuela Saenz.

Después del Palacio, nos adentramos en las calles coloniales, entrando a cuanto museo podíamos. El de Botero sin duda fue su favorito, no solo por las pinturas del célebre pintor, sino por las historias que cada una de ellas contaba, yo hablaba con tanta pasión que contra todo diagnóstico de aburrimiento de parte de Yellow, ella se encontraba fascinada.

Los ojos le centellearon a Yellow en el Museo Del Oro y sus pupilas huían despavoridas ante las historias que le relataba de los fantasmas que aún rondaban el lugar: Desde Pombo discutiendo con Caro sobre literatura, hasta las carcajadas del viejo Russi que rondaba la tierra sin arrepentimiento alguno por el asesinato de Ferro. Yo «contaba el cuento» y ella como una niña de cinco años prestaba atención. Y de cuando en cuando me interrumpía con sus preguntas.

Ese día con Yellow es quizá uno de los que más recuerdo con cariño, puede que todo lo que le enseñara fuesen cosas superfluas, «que no sirvan de nada» pero el hacerlo, pude apreciar como ella crecía. Nuestro amor quizá no pudo sortear los obstáculos que la vida nos puso pero al menos dejó algo que valía la pena.

El reloj marcaba las 5.00.p.m, estábamos exhaustos pero no deseábamos irnos, el sol se ponía y la mágica noche envolvía con su velo el cielo. Y nosotros, nos quedamos sentados frente a la Catedral Primada De Colombia, observando a la gente pasar y las estrellas encenderse.

—¡Míralo! —Le dije a ella señalando La Estatua de Bolivar. —Liberó casi todo un continente y su mayor recompensa es estar de pie y dejar que las palomas lo decoren. —Yellow río.

—No era tan buen hombre. —Alegó ella.

—Quizá, pero las palomas no tienen nada que ver con los asuntos de los hombres. Deberían ser más respetuosas.

—Para ellas es solo metal fundido sabelotodo. —Bromeo. —¿Cómo es posible que sepas tanto sobre la historia de Bogotá?

—Soy curioso.

—Eres un mar de sorpresas. —Halagó sonriente.

—Un océano quisiste decir, un mar es demasiado pequeño. —Corregí.

—¡Maldito engreído! —Replicó entre risas. —Que fortuna la mía la de que pueda navegar por ese océano de sorpresas que eres. Te amo. —Concluyó con admiración.

—Bonita catedral ¿No te parece? —Pregunté a Yellow mientras señalaba la gran puerta que estaba detrás de nosotros. Ella asintió. —Es increíble, la he visto tantas veces y solo sé su nombre. Desearía saber más, tengo tantas preguntas en mi cabeza y ninguna respuesta.

—¿Por qué no has investigado sobre La Catedral? —Inquirió ella.

—No lo sé, a veces dejamos que las cosas pasen de largo y ya.

—Tú no, tú te quedaste. —Expresó con ternura. Yo me sonrojé. —¿Has pensado en el futuro?

—Trato de no hacerlo, así no estaré paranoico el día en que el T-800 viaje en el tiempo para matarme por ser el líder de la resistencia.

—Amor es en serio. ¿Has pensado en nuestro futuro? —Insistió mirándome a los ojos, podía ver el mismo brillo de curiosidad que tenía cuando le contaba sobre las historias del lugar con la excepción que este brillo era más intenso.

—Si, si he pensado en ello.

—¿Y?

—Creerás que estoy loco si te cuento.

—Pruébame. Quiero saber. —Insistió.

—Primero terminaremos el instituto, recibimos nuestros diplomas y llenaremos nuestras solicitudes para la universidad. La universidad no sería fácil pero de alguna forma lo conseguimos: Dos diplomas más para colgar en nuestra pared. Después viajaremos por el mundo un buen par de años con el dinero que ahorramos mientras trabajabamos a la par que estudiábamos en la universidad. Por último volveríamos a Colombia y tú me pedirías matrimonio...

—¿Yo soy la que te pido matrimonio? —Interrumpió Yellow.

—Bueno, tú eres la que me pidió ser tu novio ¿Recuerdas? Las tradiciones son algo que deben mantenerse.

—¡Presumido! —Replicó con una sonrisa.

—En fin, yo aceptaría tu propuesta y pasaremos el resto de lo que nos quedara de vida juntos. Y ahora que resumí nuestras vidas, debo decir que me alegró conocerte y que si decides romper conmigo porque estoy loco, lo aceptaré.

—No voy a terminar contigo. —Yellow hizo una pausa. —Me alegra saber que no eres el único que piensa en una vida juntos, solo que en mi visión eras tú el que me pedía matrimonio.

—Sigue soñando. —Bromee

—Ya veremos. —Amenazó sonriente. —Si llegamos a casarnos ¿Te gustaría que fuese en esta iglesia? —Yo asentí. —Por dentro debe de ser aún más preciosa. Me imagino tú usando un traje hecho a la medida, llegando tarde a la boda y diciendo algo como: «lo bueno siempre tarda en llegar». Y luego aparezco yo con mi vestido blanco, caminando hacia el altar mientras todos aquellos que son importantes para los dos nos miran con el corazón hinchado de alegría. Estando en el altar, decimos nuestros votos y nos ponemos los anillos, prometiendo que nos amaremos para siempre. Tú me besarías y luego tomarías mi mano, me llevarías hasta la puerta hasta huir juntos para empezar lo que nos quede de vida. —Dijo Yellow mientras veía la iglesia.

Y en el momento en que Yellow dejó de hablar la puerta de La Catedral se abrió de par en par, desde dentro se escuchaba una algarabía, gritos y aplausos de felicidad por todos lados. De repente una pareja de recién casados salió corriendo por la puerta. Ver a los recién casados fue una muy bonita coincidencia que nunca olvidaremos. A esa pareja, si siguen juntos, infinita felicidad y sino pues también.

En fin volviendo la historia, Yellow y yo nos sonrojamos, de todas las razones por las que La Catedral tenía las puertas cerradas, jamás llegamos a creer que fuese por un matrimonio. Los dos nos miramos y rompimos en risas hasta que el estómago nos empezó a doler y el aire nos hizo falta. Sonrojados y risueños, nos levantamos de las gradas, ya había oscurecido por completo, era hora de regresar a casa.

—Debo confesarte algo. —Dije mientras caminábamos hacia la parada del autobús. Yellow me miró extrañada. —¿Recuerdas nuestro primer beso? —Ella asintió. —Puede que no me creas pero ese fue mi primer beso.

Yellow quedó en blanco, su boca dibujaba una sonrisa tan grande que parecía que las comisuras se le iban a salir del rostro.

—Sabía que no me equivoqué contigo. —Expresó Yellow finalmente.

—¿A qué te refieres? —Inquirí.

—En el primer momento en que te vi, supe que serías el amor de mi vida. ¿Me harías el honor de ser tu esposa?

—Te dije que serías tú la que me lo pediría. Estaría encantado de hacerlo. Algún día, seremos nosotros los que saldremos por la puerta de esa iglesia.

—Eso es lo que más deseo. —Yellow sujetó mi mano con fuerza, tiró de ella hasta llevarme a su boca y besarme. —Algún día cumplirás tu palabra y me harás la mujer más feliz del mundo.

Sigamos Caminando: ¿Usas Converse?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora