Pink:
Eres una desconocida y aún así,
no me niego a llevarte a cuestas.
Técnicamente Yellow y yo éramos novios, sí lo sé, ¿Cómo podía ser novio de una chica de la que solo sabía su nombre? Podría darles una respuesta romántica y decirles que quería descubrir la belleza del misterio, de responder la incógnita de «¿Qué pasaría?». Pero la verdad era que yo era un típico adolescente, las hormonas controlaban parte de mi comportamiento, así que sí, acepté ser el novio de Yellow por sentir la segregación de dopamina y la adrenalina de a futuro ir más allá de los besos; no negaré la idea de que como cualquier adolescente (indiferente al género) tenía el deseo de descubrir las maravillas del sexo.
Al cabo de un mes o quizá menos, Yellow me parecía un fastidio y aunque no lo sintiera como una lección de matemáticas, empezaba a comprender que eso de estar con alguien solo por los placeres hedonistas era algo que no valía la pena.
Eramos un chiste como pareja, no hablábamos de nada interesante. Nuestras conversaciones eran: «Hola ¿Cómo estás?» «Bien ¿Y tú?» «Bien». Un simple protocolo para los besos. Y el tiempo que pasábamos juntos era tan corto que no había lugar de siquiera intentarlo en serio.
Nuestra «envidiable relación» se vio pausada por La Semana Mayor (bendito sea el que hizo de Colombia «El país del sagrado corazón»). Era libre de ella por una semana entera, no tenía que verla, no tenía móvil, ni un perfil de Facebook, ella no sabía dónde vivía ni el teléfono de mi hogar; no existía forma de que Yellow contactara conmigo. Esa semana, mi único interés era ver por primera vez a Kiss en Bogotá. El concierto valió la pena, una experiencia inolvidable que me hizo olvidar por completo a Yellow. Ella no estaba a mi lado y eso me hacía feliz, era hora de hacer lo que debía haber hecho: Terminar con esa payasada al que llamábamos relación.
La semana había terminado mas no era el fin de mi libertad, era lunes y las clases volvían a empezar. Según Yellow ese día era nuestro «mesniversario», ya saben la tontería de cumplir un mes juntos, yo no lo sabía; estaba tan desinteresado en la relación que no tenía idea de cuanto tiempo llevábamos «juntos». Descubrí tiempo después que ese día Yellow tenía un regalo para mí que de seguro terminó en la basura pues nunca lo recibí y no me sorprende el porqué.
La campana sonó, había llegado la hora. No dejé que ningún pensamiento me hiciese flaquear, estaba determinado a darle fin. Cuando nos encontramos ella me esperaba con una sonrisa, me dio un abrazo (sin saber que detesto los abrazos) y fue directa a mi boca. Después de el beso la aparté de mi, juro que trate de tener tacto pero bueno, ya lo descubrirán por ustedes mismos.
—Yellow —Dije con voz queda y sombría. —Creo que deberíamos acabar con esto, no me siento bien y creo que es por ti, no quiero estar contigo. —Espeté sin más. La sonrisa de Yellow se borró en un instante.
Hubo un silencio incomodo hasta que ella habló.
—Okay no hay problema, no es como si tú y yo estuviéramos enamorados o algo así.—Expresó entristecida. El rostro de Yellow expresaba resignación, como si de verdad le hubiesen dolido mis palabras y además me clavó una mirada de esas que te dicen: «Haz lo que quieras pero no me hagas esto».
En últimas Yellow asintió con la cabeza, me mostró una sonrisa cuyas comisuras luchaban contra la gravedad y se alejó de mí.
Sé que pensaran «¿Y así terminó tu primer gran amor?» Pues no, sin embargo de haber dejado las cosas así le habría ahorrado a Yellow ciertos desmanes al corazón. El destino ya había jugado sus cartas y no fue bonito lo que vino después.
ESTÁS LEYENDO
Sigamos Caminando: ¿Usas Converse?
Teen Fiction¿Qué tienen que ver un par de Chucks color negro con mi primer amor? Año 2009, tenía catorce años de edad y odiaba usar los zapatos formales del uniforme estudiantil, así que en un acto de rebeldía ante las directivas del colegio en que estudié, de...