Esa tarde del «Te amo» de Yellow, fue la última vez que la vi antes de salir de vacaciones. Sin móvil, sin saber nuestros números de teléfono o un perfil de Facebook por el cual contactarnos, nos fue imposible de vernos y de haber existido manera alguna, la verdad solo habríamos adelantado lo inevitable.
Los meses pasaron y el gran día llegó. Era hora de cursar décimo grado y era aquí en dónde los salones se formaban por la especialidad que cada quien había escogido. Yo elegí gestión administrativa y contable, era un genio de las matemáticas y por lo tanto se me facilitaría. En cuanto a Yellow la persuadí de que tomara la misma especialidad pero al final no sabía si esa había sido su elección.
Durante la inducción hubieron un montón de rostros nuevos, eran estudiantes de otras sedes que culminarían sus estudios en mi instituto. No era la gran cosa, solo un montón de adolescentes buscando caras amigas y tratando de encajar, mientras tanto yo solo buscaba el rostro de Yellow entre la multitud sin embargo, terminé topándome con los ojos cafés de una nena que me miraba a lo lejos. Su tez era blanca, cuerpo delgado y esbelto, cabello negro con halos rubios en las puntas, sonrisa coqueta y un lunar digno de Marilyn Monroe.
Ella no dejó de mirar en mi dirección durante toda la inducción, por qué no dejaba de hacerlo o por qué lo hacía, no lo podría saber con certeza; quizá yo le obstruía la vista ocultándole lo que fuese que estuviera más allá de mi y que fuese, por supuesto, más interesante de ver.
Mi nombre y el de Yellow fueron llamados, los dos hacíamos parte de la misma clase; nos vimos mutuamente y nos besamos frente a todos, declarando una vez más que nada nos separaría. Mientras sujetaba la mano de Yellow advertí que aquella chica que me miraba ya no sonreía, no de la manera entusiasta con la que lo había hecho antes de que fuese llamado, su rostro mostraba decepción.
Mi salón constó de nuevos y viejos amigos, eso al final me tuvo sin cuidado porque estaba con Yellow, en ese entonces era ingenuo y creía que el estar juntos había sido lo mejor del mundo, que equivocado estaba; de haber sabido las consecuencias, jamás la hubiera alentado a tomar la misma especialidad que yo.
Un par de días después de la inducción me encontraba fuera del salón, supongo que era después del primer receso y el maestro de turno no había llegado. El caso es que allí conocí a la chica misteriosa del día de la inducción.
—Hola— Se presentó nerviosa. Le correspondí el saludo con cierta extrañeza pues no es normal que de la nada un desconocido se te acerque a hablar. —Soy, soy... —Ella titubeaba de lo nerviosa que estaba.
—Mucho gusto «Soy». —Bromee, ella río y acto seguido le dije mi nombre.
—Eres gracioso. —Me halagó entre risas —Me llamo White.
—Tú eres la que me estaba observando el otro día ¿Verdad? o bueno la que miraba en mi dirección ¿No es así?
—Ehm si, si era yo. Te miraba a ti... —Admitió apenada. —Lo siento si te incomodé o te causé problemas con tu novia.
—Mi novia no sabe nada de que me mirabas así que si valoras tu vida, es mejor que lo guardemos en secreto.—Sugerí entre risas. Traté de que la broma pasara a ser algo serio pero no lo conseguí. Ella río un poco —¿Por qué me mirabas? —Pregunté retomando la conversación.
—Esto es incómodo. —Declaró. —¿Quieres saber la verdad? —Asentí. White tomó una gran bocanada de aire antes de continuar. —Lo cierto es que desde hace un año que te he estado mirando.
—¿Espera qué? ¿Cómo? ¿Cuándo? —Estaba confundido, en ningún momento del año anterior había visto a White. —¿De casualidad tienes un muñeco mío de voodoo?
—No te acosaba si es lo que crees. Escucha, tú te quedabas después de clases y yo venía aquí también. Me pareces interesante y lo que he oido de ti, bueno es de no creer.
—¿Y qué dicen de mi?
—Muchas cosas, al menos ahora sé que no se equivocaban al hablar de tus ojos.
—¿Estás coqueteando conmigo?
—Es una lástima que tengas novia. —White trató de que su respuesta fuese una broma pero en el fondo se sentía que no era así. En todo caso reí para no hacerla sentir mal.
—Podemos ser amigos si no te importa. —Suscité.
—Me encantaría ser tu amiga, solo una cosa, ¿Te puedo decir Al?
—¿Al?
—Si, suena lindo y no es tan largo como tu nombre. ¿O tu novia se pone celosa de que te llame de una forma especial? —Puse los ojos en blanco, sabía que sus coqueteos no eran del todo en broma pero aún así le seguí el juego.
—Ya te dije, si valoras tu vida es mejor que ella no sepa siquiera que estás hablando conmigo.
—Admítelo, te gusta que te diga Al. —Exclamó White sonriendo. —Solo tienes que acostumbrarte, tengo clases así que hablamos luego vale «mi Al». —Concluyó besándome en la mejilla dejando consigo una mancha de labial, sus labios eran fríos y suaves.
Después de eso regresé al salón.
—¿Y esa mancha de labial? —Preguntó Yellow
—Acabo de conocer a una chica del otro salón.
—Yo diría que hiciste más que simplemente conocerla. —Replicó algo enojada.
—Yellow, sabes bien que nadie se resiste a mis encantos.
—Espero sea otra de tus bromas— Yellow me fulminó con la mirada.
—«Espero sea otra de tus bromas» —La remedé como un niño de cinco años. Ella puso los ojos en blanco. —Ven aquí.—Dije tomándola de los brazos y besándola. —Soy solo tuyo y de nadie más.
—¿Solo mío? —Preguntó curiosa.
—A menos de que quieras compartirme. —Una vez más sus ojos parecían el cañón de un revólver con el que se juega a la ruleta rusa y mis bromas (mis tontas bromas) hacían girar el tambor. —Debo aprender cuando parar ¿Verdad?. —Yellow sonrió dándome un beso.
—Por cierto, cierra los ojos. No hagas trampa. —Demandó. Yellow tomó mi mano y puso en ella algo, no podía adivinar con certeza de que trataba, solo esperé a que ella me diera «permiso» de abrir los ojos otra vez. —Abre los ojos. —Susurró emocionada.
—¿Y esto? —Pregunté extrañado.
—Hoy cumplimos dos meses de estar juntos.—Dijo soltando una gran sonrisa.
—No debiste hacerlo.
—Solo quería tener un detalle contigo. ¿No te gusta?— Inquirió algo decepcionada.
—Si, Yellow, obvio que me gusta solo es que... —Tome un poco de aire y proseguí. —No tengo nada para ti, lo siento. —Me sabía mal no tener nada para ella, por un lado porque siendo sincero no sabía que ese día se cumplían dos meses de estar juntos y por el otro, no me gustaba que ella gastara su dinero en este tipo de cosas. —Mira, puede que sea muy lindo pero no quiero que gastes tu dinero en regalos cada mes. Para mi tenerte a mi lado es más que suficiente, te amo. —Agregué tomándola de las manos.
—Solo quería tener un detalle contigo, tú has hecho tantas cosas maravillosas y yo no te he dado nada. Quería recordarte cuanto te amaba.
—Hey no digas eso, o sea sí hice lo que hice porque te amo pero no quiero que nuestro amor se base en un intercambio de las cosas que tú y yo hacemos por el otro. Me basta con saber que estás dispuesta a todo conmigo. ¿Lo estás?.
Era una pregunta retórica pero aún así, ella me abrazó y susurrando dijo: «Lo estoy mi amor, lo estoy».
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Sigamos Caminando: ¿Usas Converse?
Teen Fiction¿Qué tienen que ver un par de Chucks color negro con mi primer amor? Año 2009, tenía catorce años de edad y odiaba usar los zapatos formales del uniforme estudiantil, así que en un acto de rebeldía ante las directivas del colegio en que estudié, de...